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El presidente que explica el estado actual del mundo

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Bob Woodward

Donald Trump por Bob Woodward

Una mirada a lo más íntimo del poder en la Casa Blanca

El prestigioso periodista Bob Woodward, protagonista junto a Carl Bernstein de la investigación sobre el escándalo de Watergate –que terminó con la dimisión del presidente Nixon en 1974- aborda en su nuevo libro el primer año y medio de la presidencia de Donald Trump. Titulado Miedo, Trump en la Casa Blanca es un trabajo cuya mera presencia en librerías provoca sorpresa. “¿Ya pasaron dos años?” dicen los lectores. El tiempo pasó rápido por culpa del propio Trump. Con su estilo provocador, irónico y poco respetuoso, que ha comunicado sus grandes decisiones vía Twitter, se ha burlado del establishment político de Washington DC, se ha peleado con muchos colaboradores directos, ha provocado intensas emociones a favor y en contra y ha puesto en vilo al mundo en más de una oportunidad con sus jugadas –una vez al borde de una guerra nuclear con Corea del Norte- ha logrado tener al mundo pendiente de él. Hasta su gestualidad rompe con el estilo tradicional de las elites políticas en democracia, elites que hace años vienen desprestigiándose. Alguna frase que pronunció antes de llegar a presidente lo revela brutal: “El verdadero poder es –ni tan siquiera quiero utilizar la palabra- el miedo”. De ahí el título del libro.

Más allá del ruido, la era Trump ha hecho muy poco por los norteamericanos en materia de cambios o reformas. La dificultad del presidente para lidiar con los mecanismos ejecutivos de la democracia norteamericana –lo que él llama “burocracia” y otros han llamado “Estado profundo”- quizá tenga más que ver con su propio carácter, su ansiedad, sus obsesiones, sus ataques de ira y otras cuestiones cotidianas que las numerosas fuentes que alimentan el libro de Woodward van describiendo. Miedo, Trump en la Casa Blanca está basado en cientos de entrevistas realizadas por el propio autor, y apela a una regla del periodismo, el deep background, que utiliza toda la información aportada en ellas pero sin indicar quiénes la proporcionaron. El libro, de forma nada inocente, pone al lector en el mismo Salón Oval de la Casa Blanca, lo entera de sus chismes, traiciones, jugarretas, mentiras y otras minucias cotidianas que Woodward le va contando como al oído.

PROTEGER A LA NACIÓN

Si bien el protagonista principal del libro es el presidente, varios personajes secundarios que lo rodean crecen en el relato, dando cuenta del caos permanente que se vive en el ala ejecutiva de la Casa Blanca –el ala Oeste- y de las maniobras de ciertos colaboradores cercanos a Trump para evitar que sus deseos “peligrosos” –ideas que, de llevarse a cabo, tendrían consecuencias catastróficas- no se concreten. O sea, se las ingeniaban para evitar que el documento final tuviera su firma y se convirtiera en una orden ejecutiva. En realidad, se lo escondían.

Gary Cohn, ex consejero económico del presidente Trump en la Casa Blanca y antes presidente del Goldman Sachs, fue responsable directo de uno de estos episodios. Se había ganado el derecho a entrar al despacho presidencial sin anunciarse, un privilegio de pocos. Un día se dirigió con cuidado al escritorio principal y vio una carta del presidente donde daba por terminado el acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos y Corea del Sur. Quedó helado. Trump repetía siempre que los norteamericanos estaban subvencionando con miles de millones de dólares la defensa de ese país, y debía terminar (que ellos paguen por su defensa, decía). Pero semejante decisión podía poner en serio riesgo las relaciones con un gran socio comercial, también aliado militar, al igual que las múltiples operaciones secretas que Estados Unidos llevaba a cabo desde allí hacia Corea del Norte, país que amenazaba a Estados Unidos con misiles que podrían llevar cabezas nucleares hasta la costa de California. Cohn había logrado disuadir una y mil veces a Trump de no avanzar en ese sentido. Pero la carta estaba ahí, con fecha 5 de setiembre de 2017, y nadie sabía cómo había llegado al Salón Oval, ni quién la había redactado. “La tomé de su mesa” comentó luego. “No iba a dejar que la viera. Nunca verá ese documento. Tengo que proteger al país”. Luego el presidente se olvidaba del asunto, no insistía.

Pero había varias copias de la carta dando vueltas por la Casa Blanca que tendían a aparecer en el Salón Oval por canales misteriosos. Junto a Rob Porter, secretario personal del presidente, se encargaron de ellas. No fue la única vez. “Fue básicamente un golpe de Estado administrativo al socavar el poder del presidente de Estados Unidos y su autoridad constitucional” escribe Woodward. Queda claro que Cohn fue uno de los informantes del libro de Woodward. Había renunciado a la Casa Blanca a comienzos de 2018 harto del caos administrativo. Antes de eso casi dio un portazo cuando el episodio de Charlottesville –en un discurso sobre la manifestación que derivó en tragedia, Trump disculpó a los manifestantes racistas y nazis- pero su jefe lo convenció de seguir. Igual recordó las veces que le había comentado a muchos que el presidente era “un mentiroso profesional”. Un mes después que el libro fuera publicado en Estados Unidos, en setiembre de 2018, Trump le dijo a un periodista de CNBC sobre Cohn: “podría contarte historias sobre él que tú no creerías”. Pero se abstuvo.

LEALTAD A SUS VOTANTES

Trump se mostró durante su campaña electoral como un candidato antisistema, alguien que iba contra el establishment político, con sus vicios y procedimientos poco transparentes, un fenómeno bastante universal que ha distanciado a gobernantes y gobernados y quitado credibilidad a la propia democracia, no sólo en Estados Unidos. La misma Hillary Clinton quedó ante el imaginario público como representante de ese establishment, tanto que Trump, aprovechando el enojo de la gente, se dio el lujo de hablar de los errores de ella antes que de sus propias propuestas durante la etapa final de la contienda electoral. “Confíen”, parecía decir a sus votantes, “yo soy la opción ante estos malos candidatos; luego hablamos de mí”. Y lo votaron.

El problema es que se tiende a explicar el mundo a partir de Trump y sólo a partir de él, algo bastante frecuente con los grandes ególatras. Él logra esa centralidad con una maestría y teatralidad inauditas. Pero el fenómeno es mucho más vasto y profundo. Trump es sólo un emergente, un síntoma. Por ejemplo, se suelen soslayar las motivaciones de sus votantes. Y hay que estar muy enojado para votar como votaron en un país con una tradición democrática admirable. Pero sí, es la contra-democracia que se nutre del enojo ciudadano (Rosanvallon). Un fenómeno que corre entre líneas a lo largo de todo el libro de Woodward y que, por elevación, tiende a explicar el estado del mundo.

No es menor, a su vez, que Trump nunca haya sido un servidor público. Sus ideas son las de un exitoso promotor inmobiliario y millonario arquetípico. Por ejemplo cuando insiste en que el comercio es algo negativo. Al regresar de la cumbre del G20 que se realizó en Hamburgo, Alemania, estaba repasando un discurso que iba a pronunciar cuando escribió a mano y en letra muy clara en el margen de la hoja, “Trade is bad” (el comercio es malo). Woodward reproduce en el libro esa frase manuscrita tal como la escribió el presidente. No llegó a pronunciarla en ningún discurso, pero era “la frase que mejor resumía y definía su proteccionismo, aislamiento y ferviente nacionalismo estadounidense”. Le irritaban los acuerdos que se establecían entre países, en general sujetos a complejidades legales, arancelarias, aduaneras, políticas, estratégicas y otras minucias que, sencillamente, no le interesaba entender. Veía, por ejemplo, que la balanza comercial con Corea del Sur era muy desfavorable para Estados Unidos, algo que sucedía con muchos otros países. Pegaba entonces el grito en el cielo. Que las fábricas vengan a producir acá, despotricaba. Los economistas trataban de hacerlo entrar en razón: si producimos ese producto acá, los estadounidenses pagarán más por él, y tendrán menos dinero para gastar en otras cosas que mueven la economía, como el creciente sector de los servicios. Le decían que era una idea peligrosa, pero para Trump la palabra peligro parece generarle adrenalina. En un mundo sin acuerdos previos, crecen las oportunidades para hacer negocios y obtener grandes beneficios. A río revuelto, ganancia de pescador. Si algo nos dice Woodward a lo largo del libro es que Trump nunca dejó de ser lo que era: un empresario, un hombre de negocios, pero con el traje de presidente. Que le gusta crispar a sus oponentes a la hora de negociar. Y si lo hace con tono burlón, mejor. Lo que sí va quedando claro es que su postura anti sistema parece apoyarse en un rejunte de viejas ideas, a veces actualizadas con una mano de pintura nueva.

Twitter es el medio ideal para trasmitir esas ideas, que apelan a las emociones más profundas, a las seguridades básicas, y al miedo. Como el famoso muro contra los inmigrantes en la frontera de México que casi no aparece en el libro, porque en el año y medio que cubre la investigación de Woodward no hizo nada concreto para construirlo, sólo retórica en 140 caracteres. Sí se quejó cuando sus mensajes de Twitter debieron pasar a 280 caracteres. “Es una lástima porque yo era el Ernest Hemingway de los 140 caracteres”, dijo.

CERCA DEL PODER

Leer a Woodward es un placer. Lleva al lector de la mano por un mundo complejo, poco transparente, y lo ilumina con relatos que entiende hasta mi tía Gregoria, que suele leer poco. Lo hizo por primera vez siendo muy joven con Todos los hombres del presidente (1974) junto a su compañero Carl Bernstein, la investigación periodística que hoy se conoce como Caso Watergate y que dejó en evidencia los delirios y abusos de ciertos hombres públicos como Nixon, pero también lo vulnerable que queda el periodista cuando trata de exponer al poder político, tocando las fibras más íntimas de su poder. Escribieron entonces que el gobierno, en el Caso Watergate, siempre estuvo un paso adelante de ellos. Los hombres de Nixon manejaban los hilos de la información del gran teatro del poder, porque poseían recursos casi infinitos. Semejante confesión provoca escalofríos. Hasta sabían quién era Garganta Profunda, el informante secreto de Woodward y Bernstein que los orientó en el caso. Nosotros tardamos 30 años en saber que era Mark Felt, hombre del FBI cercano a los secretos de Nixon.

Woodward tiene 18 libros en su haber, varios traducidos al español. En Veil: Las guerras secretas de la CIA, 1981-1987 (Sudamericana, 1988) hizo públicas las tramas de un director de la CIA que ya es leyenda, William Casey (administración Reagan), relato que incluyó a los contras nicaragüenses, el terrorismo, Irán y Libia. Más cerca en el tiempo nos dejó Bush en guerra (Península, 2003), la crónica de cómo un presidente pudo llevar a un país entero a la guerra en base a presunciones no comprobadas, con un elenco que incluyó a personajes inexplicables como el vicepresidente Dick Cheney o el secretario de Defensa Donald Rumsfeld. Pero también supo trabajar en el arte con la excelente biografía Como una moto, La vida galopante de John Belushi (Global Rhythm Press, 2009).

El libro Bush en guerra permite, por ejemplo, un interesante paralelismo entre las presidencias de Trump y George W. Bush. Trump detesta a Bush, lo considera un representante por excelencia del establishment. Si hay algo que queda claro con Trump es que difícilmente lleve a su país a una nueva guerra, además de las que ya están combatiendo. Si con Bush el clima era muy belicista, con un gasto en recursos inédito, en el Trump que construye Woodward la situación es diferente, aún con Venezuela ardiendo en sus narices. Por ejemplo, le resulta inexplicable el gasto que hace Estados Unidos en las guerras de Siria o Afganistán. No comprende por qué se gasta tanto dinero en guerras y conflictos ajenos.

La última frase del libro cierra así: “Trump es un mentiroso de mierda”. La pronuncia John Dowd, ex abogado de Trump y figura muy cercana al presidente durante esta administración. Trump, que no aceptó ser entrevistado por Woodward, sí le devolvió el llamado. El veterano periodista que volteó a Nixon le dijo que casi todo lo que está en el libro proviene de fuentes de primera mano. El gran ególatra confirmó, así, que tenía un problema de lealtades.

MIEDO, TRUMP EN LA CASA BLANCA, de Bob Woodward. Rocaeditorial, 2018. Montevideo, 456 págs. Distribuye Penguin Random House.

El Donald Trump que ofrece Bob Woodward nace a partir de numerosos testimonios de colaboradores directos, pero también de la intuición y la experiencia de un periodista que lleva trabajando 45 años en el mundo político de Washington DC, donde los desprevenidos no sobreviven.

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