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La poesía sincera, visceral, de Juan Felártigas

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Juan Felártigas

Poesía uruguaya

Sobre relaciones amorosas que no pueden durar. Primer poemario de Juan Felártigas.

Todo poema, lo mismo que todo libro de poemas concebido como tal, con una cierta unidad de tema y sobre todo de tono, es, entre otras cosas, un espectáculo que se despliega en la mente del lector. Aunque suele olvidarse, la poesía lírica también es ficción literaria. A Juan Felártigas (Montevideo, 1986), le vale su doble condición de docente de historia y narrador oral para hacer de su primer poemario, La rubia del Waldorf, un espectáculo solvente y creíble. Que la poesía sea ficción y artificio verbal no excluye que el poema deba ser y también sonar sincero.

Los textos de este libro arman una historia de relaciones amorosas que no pueden durar pero en las que la protagonista femenina, tras el abandono o la muerte, persiste inolvidable (o al menos no es olvidada por quien la amó en su momento). Tema tradicional: “Se canta lo que se pierde”, escribía Machado. El escenario está hecho de bares, cuartos de hoteles en varias ciudades, calles nocturnas, lluvia. Hay, también, una mirada puesta sobre la rutina, las más de las veces tediosa pero también a veces plácida. Así, en uno de estos poemas en los que el hablante se dirige a una mujer amada, reconoce lo siguiente: “Y sin embargo/ cinco días a la semana/ me levanto con los pies/ en los zapatos/ y las camisas planchadas.”

A tono con su confesas influencias (los poetas beatniks, Gelman, Roque Dalton, Bukowski, Baudelaire, los simbolistas franceses, pero también cantautores como Dylan, Cohen, Tom Waits, Lou Reed o Darnauchans), la de Felártigas es una poesía que apuesta a la sinceridad visceral (“Aguanta aguanta y luego/ deja las tripas en la mesa...”), que no se preocupa por la corrección y que, sin embargo, logra períodos de interesante musicalidad e imágenes muy sugerentes.

Aunque el autor no es un adolescente, no debe olvidar el lector que está ante un primer libro. El párrafo anterior apunta influencias, a las que Felártigas rinde todavía un homenaje explícito. No es un pecado tener maestros ni rendirles homenaje: Quiroga recomendaba a los nuevos cuentistas comenzar imitando a sus maestros. Pero este poeta no es un mero imitador, y en este libro hay un puñado de versos que bien valen la pena, como por ejemplo: “También contarte/ cuánto me gusta/ que huelas/ a mañana recién cortada/ y saquitos de té/ a callecitas de adoquín y niebla”.

En resumen: celebrar, con mesura, este primer poemario de Felártigas y aguardar el siguiente.

LA RUBIA DEL WALDORF, de Juan Felártigas. Yaugurú, 2020. Montevideo, 72 págs.

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