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La poesía como arte dependiente

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Eduardo Milán

POÉTICAS

Una reflexión sobre las claves emancipatorias de la poesía.

Me interesa la poesía en lo que tiene de emancipación, como lenguaje y como práctica. El problema surge cuando la poesía no está considerada un arte emancipatorio. Hoy. Está considerada un arte dependiente. Dependiente de sí mismo. Y no está mal. La poesía parece reservar una manera de intercambio reducida como un lugar al que van los que quieren una cierta experiencia:

u201cVienen a la terraza
los que no necesitan acertar/
en el juegou201d

Sin embargo, la poesía es un enclave de emancipación. En principio es una emancipación de un concepto general de realidad que se elabora en cada época. El lenguaje de la poesía es clave en su proceso emancipatorio. A partir de ahí se puede sentir el pulso más o menos emancipatorio del lenguaje de la poesía como conductor de la poesía misma. Un domingo de dictadura militar en una mesa del bar El puerto del puerto de Montevideo en julio de 1974 uno es uno, Stanislaw, de los dos marineros que puede sentir el pulso de una época al borde del abismo -el otro es Lem. Si hay un momento neoclásico (1970-1990) -que augura la rentabilidad del campo seguro, armónico- el lenguaje se ordena de acuerdo a ese parámetro estético. Si hay un momento barroco o neobarroco (1970-1990) el lenguaje se encamina a acentuar su cuerpo -modo de llamar a algo como lo que no es: u201cporque nadie sabe lo que puede un cuerpou201d- la suntuosidad expresiva por encima de la significación ordinaria. Si es un momento de auge comunicativo, una claridad de blanco sin relámpago, nuez del asunto todo -u201chay que salvar a la humanidad de este presente imbécilu201d- el lenguaje que se usa es el lenguaje coloquial, el que se habla pero nunca se habla como se dice: todo va a menos.

Ir a menos de la emancipación poética ante sus propios ojos -la emancipación se mira en el espejo-: ahí reside hoy en día -como el escribir por metáfora de antaño- la seguridad poética de esta época, el anti-riesgo que hoy es dominante. No porque se escriba de una sola manera sino porque se escribe de todas las maneras posibles. No con el brutal contraste que autoriza esta frase: de todas las maneras posibles cuidando cada una de no perturbar a la otra para que se pueda llevar a cabo -como antes llegar a buen puerto, ahora que el cabo es lo único que se puede llevar- esta especie de milagro falso -como todo milagro- de la coexistencia formal pacífica.

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