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Poemas, textos y apuntes del artista de culto

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Leonard Cohen. Crítico, nunca panfletario.  Foto: Lorca Cohen

Inéditos de Leonard Cohen

El legado de un artista que murió lúcido, dejando una obra en progreso.

El escritor, poeta, cantante y compositor Leonard Cohen (Montreal, 1934–Los Ángeles, 2016) tenía casi listo este libro al morir. Es el trabajo de un artista que, con el físico gastado, dolorido y consciente de la inminencia del fin —de lo que da testimonio entrañable su hijo Adam, en el prólogo—, revisa sus papeles y ordena su legado. Concluyeron el trabajo de edición Robert Faggen y Alexandra Pleshoyano, expertos en la obra de Cohen.

El libro incluye una serie de poemas inéditos —aunque no todos de composición reciente—, las letras de los últimos cuatro álbumes de Cohen, una selección de los cuadernos de apuntes en los que trabajaba constantemente, una serie de dibujos, a menudo comentados por breves textos, y el discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias. Este legado, sin embargo, revela que Cohen, como todo poeta que muere lúcido, deja una obra en progreso que se habría enriquecido más con los años. Y permite un repaso de los temas constantes del autor, útil a la hora de leer o releer sus poemas y letras.

LA PELEA CON DIOS

De familia judía —aunque no practicaba de modo ortodoxo su religión; de hecho en los ‘90 pasó varios años en un monasterio budista zen californiano, donde se ordenó monje— nunca cortó sus raíces culturales y de fe, por lo que hace constantes alusiones al Antiguo Testamento. A menudo la voz lírica de estos poemas y canciones muestra una angustia que recuerda a la de Job, ante esa divinidad a la que no comprende pero a la que no renuncia, como por ejemplo en la canción “Lo quieres más oscuro”, que da nombre a su último álbum (2016). Para muestra, el inicio: “Si eres tú el que reparte las cartas / Me salgo de la partida / Si eres el sanador / Estoy cojo y hecho trizas / Si tuya es la gloria / entonces que la vergüenza sea mía / Lo quieres más oscuro / Apaguemos la llama // Magnificado, santificado / Santo sea tu nombre / Vilipendiado, crucificado / En la forma humana / Un millón de velas encendidas / Por la ayuda que nunca llegó / Lo quieres más oscuro / Apagamos la llama// Hineni Hineni / Estoy preparado, mi Señor” (La palabra hebrea “Hineni” significa “Aquí estoy”, N. de R.)

EL AMOR Y LA CULPA

En muchos poemas y canciones de amor, un hablante masculino reconoce haber fallado en la pareja, o recuerda, con culpa, historias de viejos amores que se fueron deteriorando por culpa o inconsciencia de ambos miembros de la pareja. Puede leerse en “Casa”, de los “cuadernos”: “mi casa de un antiguo matrimonio / éramos los celosos guardianes / ella de lo que yo no podía ser / yo de quien ella no debía amar”. Pero también en la canción “De todos modos”, del álbum Viejas ideas (2012), que concluye así: “Estoy desnudo y sucio / De todos modos / Los dos somos culpables // Ten piedad de mí, nena” . Sin embargo, también es capaz de mostrar a la amada como un ser milagroso, que hace crecer a su amante, incluso mucho tiempo después de terminada la relación (“La historia está escrita. / La carta está sellada. / Me diste una azucena / pero ahora es un campo.”, final del poema “Pleno empleo”).

EXPIACIÓN Y GRATITUD

En su madurez, Cohen se presenta en sus textos como alguien que, tras cometer errores y superar horrores, vislumbra cierta luz y cierta paz (“y no será vino y rosas / desde ahora hasta el final / pero nunca, nunca / volverá a ser tan oscuro”, puede leerse en uno de los cuadernos, fechado el 19/1/2002).

A menudo, esa tranquilidad, esa agradecida sensación de haber sido perdonado, surgen al recordar amores lejanos en el tiempo, el mejor ejemplo podría ser el ya mencionado poema “Casa”, al que le sigue un poema brevísimo, de apenas dos versos, pero de gran sabiduría: “El amor verdadero es lo que pasa entre dos personas / que ya no necesitan conocerse”.

EL HOMBRE Y EL PERSONAJE

De modo sostenido —en los poemas, las canciones, los apuntes de sus cuadernos, sus autorretratos y los textos que los comentan — Cohen supo cultivar una fina autoironía, que era la otra cara de una de sus grandes virtudes: la humildad. Muchos de sus textos muestran una enorme admiración y gratitud hacia otros artistas y cierta insatisfacción con los resultados de su propio trabajo, como puede apreciarse en los poemas que dedica al “cantaor” Enrique Morente o al escultor Morton Rosengarten . Sobre si mismo escribe, resumiendo su don y su vocación de ser poeta: “Tan poco que decir / Tan urgente / decirlo” (“Mi carrera”).

Siempre tuvo claras las diferencias entre su persona y el personaje que, como poeta y cantautor, componía para interactuar con su público, tanto de lectores como de oyentes. Esto puede verse, por ejemplo, en la letra de “Me voy a casa”, canción que abre Viejas ideas, que comienza así: “Me gusta hablar con Leonard / Es un pastor, un deportista / Es un perezoso hijo de puta que vive en un traje / En un traje // Pero dice lo que yo le digo / Aunque no sea bien recibido / No tiene la libertad / Para negarse.”

LO SOCIAL

Si bien son sus poemas y canciones de amor —y en menor medida sus textos más metafísicos— los que le han ganado a Cohen un público fiel, no es menos cierto, con la madurez, que el poeta profundizó una más que atendible veta político-social, crítica, pero nunca panfletaria. En este “legado” incluye varios textos de esta cuerda, algunos breves y ácidos (“Mi abogado dice que no me preocupe / Que la mugre ha matado la revolución / Me lleva a la ventana del ático / Y me cuenta su plan / De falsificar la luna”, “Mi abogado”, fechado en 1978), otros algo más extensos y de tono más enfático, como por ejemplo “Lo que va a ocurrir”, fechado el 16/2/2003, que recuerdan el lenguaje de los profetas del Antiguo Testamento (del que abrevara también Bob Dylan en su momento).

La edición es correcta en lo gráfico. La traducción de Alberto Manzano, experto en Cohen, es solvente. Los originales en inglés están en un apéndice y, aunque es incómodo de consultar, por estar aparte y por lo pequeño de la letra, vale la pena tomarse el trabajo.

LA LLAMA, de Leonard Cohen. Salamandra, 2018. Barcelona, 344 págs. Distribuye Gussi.

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