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"Soy un novelista histórico"

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James Ellroy

Entrevistarlo siempre es un desafío

JAMES Ellroy (Los Ángeles, 1948) es alto, algo desgarbado, y de ojos inteligentes en los que se adivinan algunas características: ansiedad, obsesión, concentración. Determinación férrea. Cuando habla, mira muy fijo a su interlocutor y luego parpadea un par de veces. Parece un hombre curtido en mil entrevistas. Admite que no le gustan los periodistas y mantiene una distancia prudencial, pero bromea a menudo, aunque nunca sonríe. No es un hombre simpático. A cambio es agudo, con un sentido del humor negro y perverso. Conversar con él es entretenido, aunque retador.

Es uno de los principales escritores de novela negra contemporánea, y uno de los continuadores de la evolución de la novela policial iniciada por Raymond Chandler, entre otros, en la década de 1930. Ha venido a España a promocionar Perfidia, su última novela, editada por Penguin Random House. Una obra ambiciosa, en sus propias palabras. La acción transcurre a lo largo de 800 páginas en diciembre de 1941, a raíz del ataque japonés a Pearl Harbor. En la sede de la editorial en Madrid, Ellroy saluda cortés al corresponsal de El País Cultural con un apretón de manos, y se deja caer sobre la silla. Se recuesta con las manos detrás de la nuca, apoya una pierna larguísima sobre la mesa y mira fijo al entrevistador.

—Así que, Perfidia

—And now (canta y desafina a propósito), my heart goes out, Perfidia, for I love you, the love of my life... .

—También canta.

—Aúllo como un perro (gruñe). Bueno, basta de tonterías. Estoy listo.

Perfidia no es un libro para leer con calma, tumbado en un sofá…

—¡A la mierda con eso!

—Justo hoy leí que su narrativa se lee de modo obsesivo porque usted es obsesivo, ¿es cierto?

—Así es.

—Tiene una prosa telegráfica, dispara las palabras.

—Pero en Perfidia relajé el estilo narrativo. Las frases son más largas que en mis otros libros. Lo hice a propósito, porque la historia lo requería. Los cuatro protagonistas son especialmente introspectivos y no podía apurarlos. Todos se comportan bajo el gran peso de la entrada norteamericana a la Segunda Guerra Mundial.

—Parece fascinado con Kay Lake, la protagonista de la obra, que ya apareció en La Dalia Negra. Y tiene usted fama admitida de mujeriego. ¿Es ella su tipo de mujer?

—La adoro. No hay otra mujer como ella. No hay una mujer sobre la tierra ni personaje literario que se le parezca. En el prólogo del libro, Kay rumia que hace 85 años salió a caminar por la pradera en plena ventisca, vestida solo con un camisón. Su padre la encuentra y piensa que está poseída. Y lo está. Está poseída de belleza y coraje extraordinarios. Es divertida, ocurrente, ridícula, le encanta el sexo, se viste como ninguna mujer. No la puedes comparar con ningún personaje humano… porque está poseída.

Perfidia es el primer libro de su segundo cuarteto de Los Ángeles. Uno de los temas centrales es el internamiento de los japoneses…

—He pretendido crear mi propia historia de Los Ángeles durante la Segunda Guerra Mundial. En el centro está el internamiento, que fue tremendo a pesar de no ser (si se me permite decirlo) el Holocausto, o los campos de trabajo del Gulag en la Unión Soviética. Si te fijas en las agresiones japonesas en el Pacífico, podrás entender por qué había tanta animosidad contra los japoneses. Fueron brutales. Los soldados japoneses forzaron a los chinos a violar a sus propias hijas, cortaron la cabeza a los bebés. Esto sirve para explicar, aunque no justificar, el internamiento. Había mucha paranoia.

—¿La guerra saca lo peor?

—Hacemos lo que sea para sobrevivir.

CRECER EN UN LUGAR COOL.

—Le llaman el Maestro de la Novela Negra y el perro endemoniado de la literatura americana.

—Yo me di el apelativo de "Perro endemoniado" porque me encantan los perros. Pero novela negra… No es lo que hago. Soy un novelista histórico.

—Pero fascinado con el crimen…

—En el primer cuarteto de Los Ángeles mezclé crimen e historia. En mi Trilogía, historia, crimen y política. Perfidia, que da inicio a este segundo cuarteto de Los Ángeles, es un romance histórico.

—La ciudad de Los Ángeles es un personaje más en casi todas sus novelas… mezcla las luces y el glamour con las sombras, la mugre urbana. ¿Eso le atrae?

—No es una atracción. Soy de ahí. Si fuera español, tendría un cuarteto de Madrid, o de Barcelona. Pero soy de Los Ángeles y tuve suerte en ese sentido, de que papá y mamá me incubaron en un lugar cool. Yo, como mucha gente, estoy obsesionado con mi lugar de origen y por eso es el foco de mi imaginación.

—Varias de sus novelas se han adaptado al cine. ¿Por qué se adaptan bien a la pantalla grande?

—Solo LA Confidential (1997, dir. Curtis Hanson) fue una buena adaptación. Es lo mejor que me ha pasado que no haya hecho yo mismo. No es una película profunda, pero no está mal. La Dalia Negra (2006, dir. Brian De Palma) es espantosa, hermano. No tiene pies ni cabeza. Pero para mí es una manera de ganar dinero. Vendí más ejemplares de La Dalia Negra en siete semanas que de LA Confidential en 18 años.

—En My Dark Places, su primera autobiografía (1997), se enfrenta al brutal asesinato de su madre. ¿Se sacó algún demonio de encima?

—No, hermano. Los demonios se exorcizaron tiempo atrás. Para mí, escribir no es una terapia. Yo aspiro a crear arte y escribir grandes novelas. Tenía una deuda moral con mi madre. Le debía la investigación —infructuosa, por cierto— que describo en mi autobiografía. Traté de honrarla, y nunca más escribiré otra autobiografía. Además ahora hay tanta información sobre mí por ahí que no sería interesante.

CRISTIANO RIGUROSO.

—Es un escritor muy prolífico.

—He escrito 19 libros, pero no es que tenga que escribir uno cada dos años, ni nada parecido… Varía. Empecé "bam, bam, bam"…. Cuando empecé a mejorar como escritor bajé la intensidad, me relajé un poco.

—¿De cuál de sus novelas se siente más orgulloso?

—De la última, Perfidia.

—¿Cuánto demoró en escribirla?

—Dos años y medio desde que agarré papel y lápiz. Literal, porque no utilizo ninguno de esos aparatos electrónicos. Ni tabletas, ni teléfonos inteligentes, ni computadoras. Pago a alguien que transcribe mis manuscritos.

—¿Cree que es importante escribir desde la experiencia?

—No. Se trata de imaginación e intereses, sobre todo morales. Tienes que encontrar la manera de expresar tus inquietudes. Se trata de eso, no de algo que hayas vivido necesariamente.

—Pasó una época muy dura (adicciones, indigencia) después del asesinato de su madre. ¿Eso le influyó a la hora de convertirse en escritor?

—Yo quería ser escritor desde chico. Lo de mi madre influyó en el contenido, en lo que escribo. Su muerte propició a los diez años mi obsesión con el crimen. Dios fue muy bueno conmigo. Los dones que tengo me son atribuidos. Soy cristiano. Soy riguroso en el sentido de que sé lo que tengo que hacer, y lo hago. No tengo horarios, simplemente hago mi trabajo. Soy disciplinado.

—¿Cómo es su vida ahora?

—Básicamente escribir y viajar promocionando libros. En casa, me gusta sentarme a pensar en la oscuridad. No soy muy sociable.

—¿Cuál es su próxima parada?

—Me voy a casa una temporada corta, después a Francia, y termino con la promoción de Perfidia. De ahí, me pondré con la siguiente novela.

—Suerte con eso.

—Gracias y que Dios te bendiga.

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