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Por qué Netflix no cultiva la memoria

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Poéticas de Milán

Todo lo que falta en el documental de Santaolalla que estrenó Netflix.

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Vi Rompan todo y se me cayó Bajofondo. O casi. En el supuesto caso de que un bajo-fondo pueda caer. El documental de Netflix sobre la historia del rock en América Latina. Que no es la historia del rock en América Latina. Falta Brasil, donde hubo y hay rock. Y muy bueno. Arnaldo Antunes y Titás, Paralamas. Y antes Os Mutantes. El documental de Netflix es, si es la historia, la historia del rock en español. Pero tampoco. Empieza con Los Shakers que cantaban en inglés. ¿Y si entran Los Shakers por qué no entran los que cantan en portugués, nuestro inglés vecino? Y no es, en caso de que fuera esa historia, toda la historia: faltan Mateo, Dino y Jaime Roos, como mínimo. Es decir, la otra cara del Uruguay que aparece. De la época de los infaltables que faltan aparecen Fattoruso y Rada, sin cantar. No aparece Opa, donde estuvieron juntos ambos, además de Osvaldo Fattoruso. O sea, falta Uruguay. Se me cayó Bajofondo. Porque en Bajofondo está Gustavo Santaolalla, productor ejecutivo del documental de Netflix. Y Bajofondo, amigo como Santaolalla del rock que se mezcla con formas musicales autóctonas desde Arco Iris, muy buen grupo de rock que se mezclaba con formas tradicionales folcklóricas. ¿Y el candombe qué es? ¿No hay una tradición de música negra en el Río de la Plata? Si aparecen Los Jaivas de Chile representando esa mixtura. Un gran cultor de la memoria —no Netflix— Borges, uno de los mayores escritores del siglo XX, dice en Historia universal de la infamia: “En 1517 el P. Bartolomé de las Casas tuvo mucha lástima de los indios que se extenuaban en las minas de oro antillanas y propuso al emperador Carlos V la importación de negros que se extenuaran en las minas de oro antillanas. A esa curiosa variación de un filántropo debemos infinitos hechos: los blues de Handy, el tamaño mitológico de Abraham Lincoln, los quinientos mil muertos de la Guerra de Secesión, los tres mil trescientos millones gastados en pensiones militares (…), la admisión del verbo linchar en la décimotercera edición del Diccionario de la Real Academia (…..), el moreno que asesinó a Martín Fierro, la deplorable rumba ‘El Manisero’, el napoleonismo arrestado y encalabozado de Toussaint Louverture, la habanera madre del tango, el candombe”. Y Eduardo Mateo, Dino y Jaime Roos, digo yo.

                                       A Carlos Da Silveira

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