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Ser mujer y sobrevivir en el Japón machista: los relatos de Kyusaku Yumeno

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Kyusaku Jumenu

Relatos japoneses

Escribió cuentos sobre mujeres poderosas que enfrentaban las peores desigualdades de género. Hoy lo retomó el manga, el cómic japonés, con gran éxito.

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El infierno de las chicas no solo llama la atención por su nombre. También por la tapa, que muestra a quien podría ser una de las protagonistas, vestida en paños menores y con una ligera inclinación de cabeza. Y con una mirada que cautiva, tanto que es imposible resistir y seguir a ver las primeras páginas, y así caer en Japón, y volver cien años atrás, y entender un poco ese enigma de mujeres de las que le habla Kyusaku Yumeno al lector.

Yumeno (1889-1936) fue un escritor japonés de provincias, y por esa misma razón, tras su muerte prematura, reconocido tiempo después. Con El infierno de las chicas logró un efecto panfletario, casi devastador. Son tres cuentos variopintos y de extensión dispar, pero con un hilo conductor. Se trata siempre de cartas dirigidas, y en algún caso de notas de prensa. La otra novedad es anticipar el desenlace antes del desarrollo. Ya sea un suicidio misterioso o una muerte inexplicable, el lector deberá llegar al final para entender las claves del caso, los pormenores de una mente siniestra. Todo muy al estilo de Crónica de una muerte anunciada, pero en el Japón de cien años atrás. Saliendo del terreno de lo literario, las obras de Yumeno —y en especial El infierno de las chicas— inspiraron entonces lo que se conoce como el manga, las historietas al estilo japonés, que ya por entonces eran populares. La obra de Yumeno le ha dado al manga actual un impulso nuevo, a partir de una narrativa potente, un discurso removedor, pero sobre todo a partir de esas mujeres avasallantes que a muchos hicieron temblar.

Sobrevuela por momentos una representación del hombre y la mujer, con sus rasgos y sus estereotipos definidos, muy a tono con la realidad imperante según el epílogo final del editor (además de las notas al pie de página, que explican algunas claves en el contexto social que se narra). No importa el rol que cumplan unos y otros: van a seguir una determinada línea. Yumeno plantea una especie de lucha del hombre contra la mujer, o más bien de la mujer contra el hombre; más que eso, una reacción frente al status quo de la cultura machista. Mientras que ellos resultan simples y conformistas, ellas intentan cambiar un rumbo que parece marcado.

Un suicidio, una protesta

En la primera de las historias el lector se topa con un suicidio misterioso: una mujer anunciando que se va a matar. Luego, en una larga carta, un doctor le explica a otro doctor la cronología de los hechos, desenvainando así la raíz de la tragedia según la mirada propia. El doctor describe a la mujer con “esa extraña e insondable fascinación, esa terrible fuerza mágica con la que ella, Yuriko Himegusa, envolvía a los demás, como ahora sucedía con mi esposa y mi hermana”.

Yuriko es de oficio enfermera; como la mayoría de las mujeres de Japón, que no tenían mucha opción, según el editor. Yuriko no se sale del molde, pues viene de una familia pobre, de esas que mandan a las mujeres a hacer lo que sea para sobrevivir. Tiene además una fascinación por el teléfono, detalle no menor y que denota que ya por aquel tiempo Japón era un país tecnológicamente de avanzada.

Pero en especial a Yuriko le gusta inventarse historias, acaso a manera de refugio. Historias que pueden volverse un paraíso, o también un infierno, o pasar así nomás de uno a otro, según la mirada del doctor: “Y ese paraíso tan importante para ella, ese paraíso creado por la imaginación que era lo más valioso en el mundo, cual si fuera un juguete que hubiera caído en manos de un infante, quedó roto en añicos, triturado hasta no dejar rastros…”.

Un detalle en el que vale la pena detenerse es cuando se duda de Yuriko en cuanto a su condición de “roja”. Esto a propósito de la Sociedad de la Ola Roja, un movimiento femenino (no feminista) de los años veinte en Japón, también conocido Sekirankai, de corte marxista y que apenas duraría algunos meses, pero que igual dejó huella en la lucha por los derechos de la mujer.

El segundo cuento consta de una serie de cartas entre dos amigas, que empiezan y terminan con la misma advertencia, la de no trabajar como chica de autobús. Dice el editor que ser chica de autobús —cobradora— era otro de los oficios populares para las mujeres, además del de telefonista. Acá la tragedia no es un suicidio, pero casi: es una muerte anunciada prematuramente, casi inevitable, como una venganza sutil.

La maldad masculina

Los primeros dos cuentos son de formas moderadas, y el discurso es políticamente correcto. La violencia —los sentimientos más profundos— cuando no es muy sutil, directamente no aflora. Muy por el contrario, el tercer relato —incendiario, visceral, muy Dostoievski— se sale del cauce de principio a fin. Hay una escuela en llamas y un cuerpo carbonizado, y están las notas de diario que dan cuenta del asunto. Luego una larga carta de la chica al director de la escuela, antes de inmolarse. Pero claro, el lenguaje directo y cortante hace que ese director de escuela en el fondo sea el lector, y acaso la sociedad toda, en aquel Japón de un siglo atrás. Al director se lo define como un “emblemático representante de la maldad masculina”, integrante del colectivo varonil imaginario, “esos hombres del Japón con una visión de la moral ajustada a lo que les conviene solo a ustedes”.

Muchas de las reivindicaciones de la mujer, respecto a los roles adjudicados por esa sociedad masculina, quedan de manifiesto. La mujer destinada a la cocina, la costura y el cuidado de los niños. La mujer al servicio del hombre, retratada como geisha. Esta imagen en particular provoca sensaciones encontradas en la chica carbonizada, al ver el baile con el director en medio. “Por primera vez en la vida tuve ante mis ojos una enloquecida danza de hombres con mujeres hermosas, cuya visión me dejó tan estupefacta que sentí como si fuera a desvanecerme”.

En conclusión, estamos ante una trilogía de relatos atravesados por la tragedia, si bien guardan tonos bien distintos. Son relatos que no pierden vigencia en estos tiempos de proclamas sin contenido. Yumeno es un escritor que vale la pena conocer, no solo a él, sino al Japón de entonces, con toda la movida y todas esas chicas rebeldes plantando bandera.

EL INFIERNO DE LAS CHICAS, de Kyusaku Yumeno. Satori, 2021. Gijón, 231 págs. Traducción, epílogo y notas a cargo de Daniel Aguilar.

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