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El miedo al Coronavirus tiene origen muy antiguo

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Marcelo Pakman

La pandemia y sus razones abstractas

Marcelo Pakman cuenta en un breve libro el por qué de ciertos comportamientos contra el virus.

Nos encerramos durante dos años para dejar el Coronavirus fuera. Lejos. Levantamos una pared invisible para que no nos infecte ese virus ajeno, malvado, que viene de lejos, y si es chino mejor. Mientras tanto olvidamos que todos poseemos dentro nuestro una barrera formidable, el sistema inmunitario que nos defiende, y en el cual vale la pena confiar. Un sistema que interactúa de forma constante con el mundo, con todos sus virus y bacterias. En algún momento lo ayudamos a reconocer a este virus, el Coronavirus, con la vacuna. Le dimos la información para que lo identifique. Al final ese virus tan malo y ajeno resultó útil, y enriqueció al sistema inmune dejando su “identidad biológica” en condiciones óptimas.

La primera actitud, la del encierro y la pared invisible, es una visión estrecha de la vida, una que “olvida que nosotros somos entes biológicos y que la enfermedad manifiesta, un producto del encuentro con el virus y no una guerra contra el virus” explica Marcelo Pakman en el libro A flor de piel, Pensar la pandemia, donde deja en evidencia las contradicciones y paradojas de los seres humanos actuando en la última pandemia. Y lo hace pensando por qué nos encerramos y escondemos del virus (lo que, paradójicamente, nos dejaría más expuestos). La clave, según el autor, está en los mitos ancestrales, en cómo éstos condicionan nuestras conductas actuales. Pakman (Buenos Aires, 1953) es médico y conferencista habitual por el mundo, autor de varios libros, reconocido por articular la filosofía, la epistemología, el arte, el pensamiento crítico, la poesía y la psicoterapia.

Teseo y el Minotauro

Pakman entiende que todas las respuestas que el ser humano da al virus están teñidas por los mitos. Éstos, en la definición homérica, son la expresión hablada de los orígenes y los destinos. Surgen del contacto de los humanos con los dioses. Son un relato, una historia, y establecen una serie de reglas y tabúes que buscan regular la vida en las comunidades humanas. Muy útil en tiempos antiguos cuando la ignorancia prevalecía, y todos eran hijos del miedo atávico a la muerte. Esos mitos sobreviven y llegan hasta hoy vestidos con diversos ropajes.

El mito que mejor explica al ser humano escondido de esta pandemia es el de Asterión el Minotauro y Teseo. El Minotauro es un monstruo con cabeza y cola de toro y cuerpo humano, hijo de Pasífae y un toro blanco. Luego de una larguísima historia plena de traiciones, simulaciones, deseos sexuales, seducciones y sacrificios humanos, el relato finaliza con el Minotauro escondido en un laberinto (encarnando el pensamiento mágico, metafísico), donde es enfrentado por el joven ateniense Teseo, que representa la racionalidad. Teseo lo mata. Dicho mito fue recreado en el cuento “La casa de Asterión”, de Jorge Luis Borges.

En la pandemia todos fuimos el Minotauro, y también Teseo. En ese laberinto o escondite se dio el enfrentamiento entre aquél que estaba dominado por sus miedos y paranoias (“quien se esconde es un aprendiz de brujo”), y aquél otro que aceptó lo que decía el saber científico. “Cuando operamos llevados por nuestras mitologías (buscando) volvernos transparentes e invisibles, negando nuestra condición biopsicosocial, se dan fenómenos paradojales y se promueve una confusión entre lo interno y lo externo mediado por un fenómeno de autorreferencia. (...) Así es que Trump puede hablar (...) de usar desinfectantes para matar el virus dentro nuestro como si lo usáramos en un objeto inanimado externo, como si por el camino no nos fuera a matar a nosotros”. Esa autorreferencia genera paradojas y confusiones peligrosas que instala, a nivel político, las concepciones antiinmigrantes de muchos gobiernos. “Si la amenaza es sólo externa, se la puede atacar de forma frontal, denunciar, violentar, como si el país estuviera fuera del planeta, salvo cuando conviene incorporar a los trabajadores pobres como trabajadores temporarios, instrumentos del homo economicus que no acceden a una plena humanidad”.

George Floyd

Hay, en este pequeño y maravilloso libro de 96 páginas, mucho más. Pakman entiende que “la pandemia es un fenómeno complejo e impuro del que participan el virus, nuestros organismos, las condiciones sociales, culturales y políticas en que se desarrolla la infección”. En ese contexto, los gobiernos fueron implementando prácticas a la vez integradoras y excluyentes en el manejo de la salud pública. A su vez, el accionar contra el virus trajo consecuencias económicas devastadoras sobre sectores de la población que sufrían desigualdades preexistentes. O también, si un exceso de defensa al sentirnos tan vulnerables estaría creando las condiciones para una enfermedad autoinmune, tema precioso —y polémico. Pakman es un provocador notable, erudito, que instala ideas incómodas.

Siempre insistiendo con los mitos y otros rituales ancestrales. En el capítulo ocho titulado “Aquelarres”, trae a la actualidad esos rituales macabros que surgieron poco después de la Peste Negra en Francia (siglo XIV), donde se daban negociaciones mágicas con la muerte para frenar la enfermedad. Goya en sus pinturas inmortalizó las que sucedían en España. “A la pandemia actual no le faltó su propio aquelarre” afirma Pakman. “En un momento en que el síntoma grave principal de la pandemia es la dificultad respiratoria que llevó a tantos a la muerte, un policía blanco mata por asfixia, en los Estados Unidos de América, ante la vista del mundo a través de una videograbación digital, a George Floyd, un afroamericano detenido por haber pagado en un negocio con un billete de veinte dólares que resultó ser falso. Otros policías se vuelven cómplices al no hacer nada por detener el crimen. Algunos testigos gritan que el hombre no puede respirar, pero todos se muestran tan impotentes ante los policías como lo estamos ante el virus ‘asesino’ con el que aquellos aparecen identificados. Siguiendo el modelo del aquelarre, ese acto hace efectiva una transacción con la muerte a la que se le entrega en sacrificio la vida de una víctima propiciatoria elegida de la comunidad de antiguos esclavos. Así se intenta reorientar la muerte hacia las víctimas habituales para liberar de forma mágica, con ese acto, a los que deberían ser privilegiados sin confiar solo en esperar su suerte”.

Las manifestaciones que siguieron a la muerte de Floyd llevaron a la gente a corear la frase “no puedo respirar”. Ni pensar. Eso complicó, y mucho. El Coronavirus dejó en evidencia —a pesar que las vacunas mostraron de forma clara los fenómenos inmunitarios en juego— que hay demasiado que no se sabe sobre el origen, sobre cómo muta el virus, y cuándo dejará de ser maligno o volverá a serlo. Este libro de Marcelo Pakman ayuda a pararnos ante esas enormes dudas con humildad, conscientes “del precario lugar de nuestra extraña condición”.

A FLOR DE PIEL, Pensar la pandemia, de Marcelo Pakman. Gedisa, 2021. Barcelona, 96 págs.

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