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"Uso el método científico cuando compongo"

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Foto Natalia Rovira
NATALIA ROVIRA

Cómo vive, trabaja y piensa el ingeniero que también es estrella de rock.

Vive en una gran casa sobre una calle costera, de clase alta. Nada, ni el barrio, ni la fachada, ni el interior —anodino, casi impersonal— permiten inferir que allí vive una estrella de rock. Roberto Musso (Montevideo, 1961) no revela en la entrevista la contundencia de sus letras: duda, vacila, da vueltas. Pero ayuda a entender —es ingeniero, padre de una niña pequeña, líder del Cuarteto de Nos— por qué su arte sigue produciendo la misma sorpresa que a principios de los 80, cuando podía subir al escenario envuelto en papel de plomo y con globos de colores atados a cada articulación.

Es complicado separar a la persona Roberto Musso del colectivo Cuarteto de Nos. Pero el sujeto de esta entrevista sos tú, no el Cuarteto. Por eso te traslado la pregunta, ¿cómo vivís tú los procesos creativos?

—Para mí es muy difícil esa separación, es una pregunta que nunca me había planteado. Hacer canciones es en lo que más tiempo y energía invierto, y lo hago yo solo, acá en mi estudio en el fondo de casa. Y ahí no estoy pensando que estoy componiendo una canción para el Cuarteto. El proceso es sentirme yo, Roberto, haciendo las canciones que me gustan. Es lo que tengo ganas de hacer, y de lo que tengo ganas de hablar. Y en esa etapa capaz que el Cuarteto está más subyacente. Porque la cuestión de qué esperan mis compañeros que yo les muestre no está presente. Por eso digo que me siento con libertad. Yo no le muestro a nadie lo que estoy haciendo. Componer es un proceso súper íntimo para mí. Estoy un año y medio laburando, dale que te dale, más que cuando trabajaba de ingeniero. Metido en ese proceso que lo vivo por dentro, escuchando los demos que hago: los escucho en determinado momento, en determinado lugar, en distintos estados de ánimo. Y antes de mostrarle esas canciones al Cuarteto se las muestro siempre a mi esposa, que es la primera persona que las escucha. Recién ahí es cuando se las muestro a ellos, cuando me abro a los demás. Un momento precioso, pero también súper estresante para mí.

PLANILLA EXCEL.

Una vez explicaste cómo hiciste "Yendo a la casa de Damián": pusiste todas las opciones de palabras en una planilla Excel para ver posibles combinaciones. Y es algo tan alejado de lo que uno espera de la creación, tan de ingeniero. ¿Qué tan obsesivo, estructurado o metódico sos?

—Soy todo eso: muy metódico, estructurado, con una rutina para componer. No puedo componer en una gira, o en un lugar casual. Capaz que eso también va contra lo que se espera de la creación. Nunca es "anoche me tomé dos whiskies e hice está canción". Imposible. Necesito la rutina de levantarme temprano, tener todo el día para trabajar. Soy muy metódico en ese aspecto, y obsesivo en cuanto a que le doy mucha vuelta a las letras. No quiero que se repita una idea que ya hice antes, y quiero que cada frase aporte algo. A veces el productor me dice "por qué no repetís la letra del pre estribillo, nadie te va a decir nada, Roberto". Y no, tiene que ser distinta. Me gusta la concentración de información en las letras. Que cada palabra aporte.

Eficiencia digamos.

—Y también perdurabilidad. A una letra muy trabajada siempre le estás descubriendo nuevos significados, nuevos detalles, "ah, mirá por qué dijo esto acá...", y es una canción que capaz que hace diez años que venís escuchado. Y después bueno, lo de la planilla Excel es verdad. Para mí el método científico tiene mucho en común con el método creativo. A veces me dicen "pa, un ingeniero, nada que ver con la creatividad, con ser artista". Bueno, no sé. Sí. No. Digamos que en el ingeniero hay escondido un ser sensible. Porque lo que a mí me llevó a estudiar matemáticas es muy parecido, tiene un gran paralelismo con la creación artística. Es un mundo de ficción en el que te metés. Que después tiene que ser el soporte para una realidad. Pero el estudiar números complejos, integrales, ecuaciones diferenciales, yo no lo veo tan alejado de hacer una canción. Para mí son dos mundos abstractos con muchos puentes en común. Y el método científico, el de no tener miedo al fracaso, el de probar todo, errar y volver a intentar, es lo mismo que hago cuando compongo. O sea, arranco con una melodía, y no termina de cerrarme cómo suena, pero decido darle una chance, y si no me gusta un camino pruebo otro. Todo eso lo veo muy asociado a lo que aprendí en facultad.

En el video de la canción "Roberto" que hizo Martín Sastre sos el único que tiene ojos. La metáfora es buena: para hacer letras como las tuyas hay que tener mirada propia, agudeza, estar atento.

—El tratamiento del yo en las canciones es fundamental para mí. Sobre todo cuando ya tengo muchas canciones donde el yo es protagonista. En el momento en que escribí "Roberto" quise que el yo estuviera en otro lado. Entonces se me ocurrió esa idea, que fuera como abrirme la cabeza y meter el micrófono adentro. Ese fue el disparador, una canción en la que el protagonista no fuera estrictamente la persona sino sus pensamientos. Una seguidilla de frases que uno a veces piensa. "No desees que mueran tus enemigos, es mejor que estén vivos para verte triunfar". Pensamientos, correctos o incorrectos, que pasan por tu cabeza, al punto que a veces decís "pa, no puedo estar pensando esto". Bueno, pero es tu cabeza. Me gustó esa faceta del yo. Creo que ese video está bien logrado, y mirá que no es nada fácil. La bajada a tierra de una canción mía a un video es insospechadamente difícil. Y éste está bien, se entiende lo de los ojos, lo de que está en un mundo al revés que los demás…

Te reconocen por la calle. Te sentirás observado, o te cuidarás. Hay cosas que no podés hacer más. ¿Cómo afecta eso a tu creación? Tiene un efecto sobre cómo transitás por los lugares públicos, y por tanto en cómo percibís las cosas. Tú ya no sos un tipo que va virgen por ahí, la gente no actúa natural si te reconoce.

—Claro, no actúa normal. Pero no siento que eso me clausure ninguna línea en la parte de la creación. Lo que sí ocurre, asociado un poco tangencialmente a ese tema, es el saber que hoy llegamos a un público mucho más masivo. No es que me condicione, pero estos últimos años ha hecho que me tome las cosas con un poco más de responsabilidad, por llamarle de algún modo. El saber que lo que hago va a ser escuchado por un chico de México, o de Honduras, y que se va a quedar pensando "qué me quiso decir Roberto en esta canción". Es una sensación extraña, que no sé bien cómo definir, y que en los hechos implica meter más trabajo.

¿Qué creés que le das al que escucha tus canciones? ¿Pensás que la gente exorciza cosas con tus letras?

—Creo que sí. Sobre todo esas letras donde el personaje no es el habitual ganador, que le va bien en la vida. En general la identificación viene justo por el lado más oscuro de los personajes, o más del perdedor normal. Me llevo muchas sorpresas con eso, desde gente que se tatuó una frase mía, a gente que te aborda después de un recital y te dice "vos me salvaste la vida, tus canciones me hicieron cambiar la forma de pensar".

IDIOMA MALÉFICO.

Uno escucha tus letras y son pequeños relatos. Sos un contador de historias. Y para que esos textos que escribís sean canciones, y además rapeables, hay una variable importante que es la sonoridad. Me resulta curioso eso de tener que elegir una palabra no exactamente en función de lo que dice sino de cómo suena, o de si rima. Me pregunto cómo es. A veces querrías usar una palabra pero no calza.

—Tal cual. Por decirte algo: la palabra "debut" me encanta, la quiero meter en una canción. ¿Pero cómo? Tengo archivos de palabras que me gustaría usar en alguna letra, y siempre que estoy escribiendo los reviso. También me pasa que escucho o leo una palabra y digo pa, qué buena esta palabra, o qué buena esta sonoridad entre estas dos palabras que no tienen nada que ver. Siempre digo que para hacer canciones el idioma español comparado con el inglés es muy maléfico, porque tenés pocas palabras agudas, de una o dos sílabas. Y eso para la parte sonora y letrística es fundamental. En inglés tenés "cry", "shy", "dry", y acá es "llorar", "tímido", "seco". Eso es una contra para el compositor de canciones con estribillo fuerte. Pero en cambio el español tiene todo a su favor en cuanto a lo florido y la cantidad de sinónimos para un mismo concepto. Para el tipo de canción con interpretación abierta que yo hago eso sí me favorece.

Hay otra cosa relativa al hip hop, y es que muchas veces el autor está como mirándose el ombligo, diciendo lo que es y lo que no es, en una autoafirmación permanente que no entiendo bien a qué responde: "Sé de dónde vengo, sé a dónde voy, por eso sé dónde estoy, no me avergüenza lo que soy, sé cuál es mi lugar, y a dónde pertenezco".

—Es tal cual. A mí no me gusta tampoco ese estilo tan autorreferencial, ese hip hop digamos más gangsta, el de "tengo mujeres, tengo mi auto, mis joyas", todo ese hip hop bling bling. Intento desmarcarme de eso. Pero con "El hijo de Hernández", que es la que mencionás, quería hacer una canción sobre la identidad: cómo la vamos adquiriendo, qué vamos desechando, qué buscamos ser. Esa interrogante fue lo que me movió a escribir. Y me gustó arrancar diciendo primero lo que no soy como camino para después, en el manifiesto final, plantear lo que sí sé que soy. Por otra parte, estas canciones mías no son técnicamente hip hop. Llamémoslo hip rock, o hip pop. Cuando estudié el hip hop más genérico, del que me gustan mucho algunos artistas, tomé ciertos elementos y los adapté a lo que yo hago. Porque tampoco quiero vender un personaje que en el fondo no soy.

Hay cierto clima que se repite en tus canciones de los últimos años. Hay seriedad, enojo, el que relata se posiciona en un lugar muy concluyente, separa las aguas, da opinión. ¿Qué es eso, y qué dice de vos?

—En el disco "Habla tu espejo", de 2014, está capaz el punto más alto de ese estilo de canción que describís. Que es cierto, es donde está el yo más presente, y es el yo más Roberto. Creo que esta etapa refleja más al verdadero Roberto que la de "Otra Navidad en las trincheras". Pero a su vez, y de algún modo, "Otra Navidad en las trincheras", que es de 1994, reflejaba al Roberto de aquella época. Cómo explicarte, a mí siempre me ha gustado esa búsqueda. Creo que hay algo que la gente percibe, "el rock sincero del Cuarteto" dicen a veces. Y me gusta esa definición, porque es cierto, siempre he escrito canciones desde mí yo íntimo, desde lo que siento y me emociona, y no de cuestiones que me son ajenas. "Habla tu espejo" es del momento en que fui papá por primera vez, y en que mi mamá estaba con el mal de Alzheimer recrudecido. Todo eso me movilizó muchísimo. Yo nunca había pensado que fuera a escribir cosas así sobre mi vida. Nunca pensé que un día iba a hacer una canción sobre mi nena, o sobre la enfermedad de mi mamá. Y sin embargo salieron. Salieron y como que no pude frenarlas, frenar el escribir. De repente me encontré buscando las palabras, el concepto, todo lo que calza para llegar a una obra que no fuera un cliché, que no cayera en los lugares comunes de temas tan peligrosos, donde se transita tan en la cuerda floja.

Son dos mojones muy grandes, la paternidad y tu madre enferma. Uno escucha "21 de setiembre" y emociona saber que estás describiendo la enfermedad real de tu propia madre. Una canción profunda, dolorosa y valiente a la vez. Y al mismo tiempo es imposible no recordar aquella otra donde tú y todo el público coreaban "una vieja me emporraba, y ella me decía pará, no seas malo Robertito, no ves que soy tu mamá". Habrás pensado en ese contraste tan tremendo.

—Es verdad, sí, y además vos ahora mostrás esa imagen, y es tan crudo, que cualquiera dice "¿qué es esto?". Lo pensé pero cómo decirte... "El cuartetazo" es una canción en broma, que responde al lenguaje de aquella época, que era bien recibido por el público, y todo el mundo sabía de qué se trataba. Es lo que decía al principio de la entrevista, un ejemplo más del paso del tiempo, el paso de las intenciones, de mis intereses sobre de qué escribir. De hecho si intercambiás esas dos canciones en el tiempo, ninguna puede habitar en ese mundo al que la mandás.

YO ME LLAMO.

Hay una cosa que se sale del personaje que es tu papel de jurado en el programa "Yo me llamo". No termino de entender por qué aceptaste.

La generación nuestra, sobre todo la del rock, siempre vio a la televisión como "ah, ese medio maléfico". Nunca me gustó ir a la tele a cantar por ejemplo, por el tema de que siempre el sonido es espantoso, y no hay cuidado por la escena. Cada vez que tuve que ir a promocionar algún disco fui a regañadientes. Pero cuando me llamaron para este programa fue una de esas situaciones que decís "¿Me gusta o no me gusta la idea?" Fui haciendo un proceso, lo conversé en el Cuarteto, pensé "si no estoy yo va a estar otro. ¿Qué puedo dar yo, desde mi lugar, al juzgar cómo canta un participante?". Y al final me sentí bien, muy cómodo. Me divertí mucho, y hasta me aportó y todo. Pero sabía que mucha gente iba a decir "pa, pero qué está haciendo".

Bueno, yo honestamente veo una contradicción entre tu propuesta artística, tus letras, tu actitud, y un programa masivo que premia al que se mimetiza con una estrella.

—Claro. Pero ahí está la eterna duda que es cómo aportar desde adentro del sistema, siendo tú mismo. Decís por un lado "pa, no me voy a meter en ese mundo, esa maquinaria trituradora". Y por el otro decís bueno, pero capaz que a alguien le sirve mi punto de vista. A mí me pesó mucho el pensar en los pocos referentes que tiene la juventud de hoy, ¿entendés?

Claro, pero ahí desnudás otra cosa: que resulta raro alentar a un joven a parecerse lo más posible a un éxito comercial.

—Está bien. Pero igual te digo: yo en ninguna de mis canciones me presento como el anti sistema. En el mundo de la música hay mucho de "ah, firmaron con una multinacional". ¿Y? ¿Qué pasa? Ninguna canción mía dice que eso esté mal. Reconozco que esta cuestión tiene sus aristas, pero la verdad, yo me sentí muy cómodo, y me divertí mucho. También se hizo un reclame de agua tónica, ¿te acordás? De hecho me costó más decidirme a hacer el reclame que aceptar ser jurado.

Bueno, pero ese reclame tiene una vuelta de tuerca, es más coherente con tu historia y la del Cuarteto: tiene ironía, se burla de la situación, te salva un poco. Pero creo que el programa se llevaba de patadas con escribir letras como "No llora" para tu hija Federica.

—Bueno… pero aún así a esa canción la estrenamos ahí, en ese programa. Mirá lo que son las cosas.

¿Cómo te llevás con la madurez, con la perspectiva del envejecimiento?

—Capaz que lo que más me incide es la paternidad. Me moviliza más el hecho de ser padre —la apertura hacia nuevas emociones o sentimientos— que la edad en sí misma. Siempre hago el paralelismo de cuando vas a jugar un partido de fútbol después de mucho tiempo, y al otro día te duele todo, músculos que ni sabías que existían. Y bueno, ser padre alimenta emociones que ni sabías que estaban en vos, que se despiertan y viven, y las conocés por primera vez.

La paternidad te obliga a proyectarte.

—Claro. Por eso digo que la paternidad me obligó a pensar en la edad. Porque yo quiero que Fede crezca. Quiero verla cuando tenga 25 años, ver qué salió de todo esto, ¿no? Y entonces ahí sí, me proyecto, me digo "ta, quiero estar".

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Foto Natalia Rovira

CON ROBERTO MUSSO, líder del cuarteto de nosPablo Fernández

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