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El mate o el fusil

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Foto Archivo El País
ARCHIVO EL PAIS

Una crítica a la historia oficial del MLN, un relato de victoria que encubre una derrota militar y política.

TILDAR de innecesaria a la guerrilla del MLN, cuando el tupamaro ex Presidente José Mujica es el uruguayo más nombrado del mundo, es provocativo. La lectura del libro La guerrilla innecesaria revela la recta intención del periodista y cineasta Luis Nieto (Treinta y Tres, 1945). Esto importa, porque una cosa es tratar de que el lector piense la historia cercana desde un punto de vista inusual y otra, muy distinta, levantar polvareda para vender.

LO NECESARIO.

Dilucidar si una acción es o no necesaria es imposible. Tanto como resolver la cuestión entre libertad y determinismo. Asumiendo que los tupamaros fueron seres libres y capaces de decidir, la guerrilla no fue necesaria, pues ellos pudieron haber optado por no tomar las armas.

Pero Nieto, que entró al MLN en 1969, va más allá. Plantea que, en el Uruguay de los '60, trabajar en paz por mejoras sociales, aunque dificultoso, hubiera sido más viable y menos caro en vidas que la lucha armada. Por eso la guerrilla tupamara puede calificarse no sólo de innecesaria, sino también de errada y perjudicial. Lo anterior implica, para los guerrilleros —líderes o de base— la responsabilidad política y moral de asumir el error. Gesto que, según Nieto, la corriente principal del MLN —de peso en el gobierno del país desde 2005— no ha hecho hasta ahora. Nieto fundamenta su crítica a la violencia, crítica que compartió nada menos que el "Che" Guevara a su paso por Montevideo.

El 17 de agosto de 1961 Guevara, en un discurso en el Paraninfo de la Universidad de la República, ponderó las condiciones de aquel Uruguay para luchar por la vía democrática. Quienes al año siguiente iniciaron la guerrilla ignoraron ese diagnóstico y priorizaron al otro "Che", el de la Sierra Maestra cubana y luego, aunque dos veces derrotado, el que quiso exportar la revolución al Congo y Bolivia. El triunfo de la Revolución Cubana hacía tentadora la consigna de "crear muchos Vietnam" para combatir el imperialismo. Nieto acusa —y se acusa— de haber ignorado ese consejo. Su juicio sobre Guevara es benigno: lo juzga ejemplar en lo ético y errado en lo táctico. No es tan benigno con Fidel Castro y el proceso cubano, al que dedica la segunda parte del libro.

El capítulo trece, "El país de la socialdemocracia", sintetiza las ventajas del "Uruguay batllista" sobre el resto del continente en cuanto a democracia política y justicia social. Es el principal fundamento de la crítica que Nieto presenta a la guerrilla en la que participó convencido, y también a la gestión de gobierno del MLN dentro del Frente Amplio y, más aún, al "relato oficial" tupamaro, sostenido entre otros por el fallecido Eleuterio Fernández Huidobro y José Mujica.

El autor tiene una mirada de izquierda, no por pertenecer a partido alguno, sino por priorizar la búsqueda de justicia social. Juzga generoso el esfuerzo que llevó a la muerte, la cárcel o el exilio a tantos jóvenes de su generación, pero asume —basado en el triunfo del Frente Amplio— que la vía electoral hubiera rendido mejores frutos, sin costo de sangre.

Sin embargo, sobre la gestión del Frente Amplio señala que lo conseguido no está a la altura de los sueños de juventud, ni de las promesas que los dirigentes "tupas" hicieran, al salir de prisión, al reencontrarse son sus seguidores más jóvenes. Nieto expresa, así, la sensibilidad de cierto sector de esos militantes del MLN.

LOS RENUNCIANTES.

A comienzos de la dictadura el aparato armado del MLN, en gran parte desarticulado en 1972, hubiera podido retomar acciones violentas. Con apoyo en Cuba, que aportó entrenamiento militar, y en conjunto con guerrillas de la región reunidas en la "Junta de Coordinación Revolucionaria", volver a las armas estuvo sobre el tapete.

Lo impidió la dictadura argentina, que privó a estos movimientos de una retaguardia relativamente segura y cercana. La casi inmediata puesta en marcha del Plan Cóndor hizo que el exilio europeo fuese la única alternativa realista para estos militantes. Pesó también la desconfianza cubana hacia los trotskistas predominantes en la citada "Junta": la vuelta a operar en Uruguay se fue postergando y varios de esos uruguayos radicados en Cuba acabaron luchando en Nicaragua, con el Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Pero lo que a Nieto le interesa más es la acción de los "renunciantes", una minoría de la dirección del MLN en el exilio que, para evitar un baño de sangre y preservar la vida de los tupamaros presos, propuso dejar las armas y pasar a la acción política contra la dictadura. Fueron vencidos en la discusión, por lo que renunciaron primero a la dirección y luego al MLN. Muchos los tienen por traidores.

Entre esos "renunciantes" se contaba William Whitelaw, asesinado junto a su mujer, Rosario Barredo, en el mismo operativo que terminó con Gutiérrez Ruiz y Michelini en Argentina. Nieto plantea que con tales crímenes la dictadura no sólo buscaba comprometer a estos políticos con la guerrilla del MLN, al hacer aparecer los cadáveres en un mismo lugar. También plantea que el régimen militar insistía en mostrar como activa a esa guerrilla —algo que le resultaba funcional a su permanencia en el poder— a la par que buscaba desarticular el bloque opositor que, a la postre, se terminaría consolidando en torno a Wilson Ferreira Aldunate en la llamada "Convergencia Democrática".

Según Nieto, el MLN terminó tomando el mismo camino político que había rechazado, el de la vía pacífica. Eso le permitió llegar a ser gobierno, por lo que sería injusto censurar a quienes inauguraron ese camino y, buscando colaborar con Michelini, Gutiérrez Ruiz, Ferreira Aldunate y otros referentes partidarios, trabajaron contra la dictadura y evitaron un baño de sangre. Pero lo que se evita, luego no se ve.

Nieto advierte que la principal dificultad para una crítica de la historia oficial tupamara es que ésta tiene mucho de relato de victoria que encubre una derrota militar y política.

ISLA CARIBEÑA.

La segunda parte del libro critica al régimen cubano por su doble discurso sobre el tema de la acción violenta, los procesos democráticos como el de Allende en Chile, y por el propio fracaso del régimen para construir justicia social duradera, evidenciado en el recrudecimiento de la prostitución y el turismo sexual. Es interesante el capítulo dedicado a la infiltración del gobierno en los grupos opositores, para controlarlos y manejarlos a su antojo. Nieto sugiere que el fracaso cubano y el del MLN tienen como factor común la apuesta al maximalismo: si en Cuba, tras vencer a Batista, se hubiera reinstaurado la democracia y la Constitución de 1940, y si en Uruguay, en vez de las armas se hubiese optado por las urnas, acaso hubiesen sido mejores los resultados.

Hay, sin embargo, algunos detalles a señalar. Los buenos libros, como el pan, necesitan su tiempo para leudar. Expresiones como "cadáver muerto" o referencias a la "cruz de David" en lugar de la "estrella de David" que Hitler obligaba a llevar a los judíos, evidencian prisa y/o descuido en la corrección final. Hay errores de fechas. Se afirma, por ejemplo, que Sendic tomó el aeropuerto militar de Paysandú el 30 de diciembre de 1972 (pág. 114), cuando estaba preso desde setiembre de ese mismo año. Falta, en este sentido, un apéndice cronológico, pues son muchas las fechas que se mencionan, lo que confunde al lector. Además, las citas al pie de página son insuficientes. Afirmar que Sendic en 1984 había propuesto disolver el movimiento sin referencia específica a la fuente, es un claro error.

Con todo, a pesar de lo señalado, es un libro digno de ser leído. Y mejorado.

LA GUERRILLA INNECESARIA, de Luis Nieto. Planeta, 2016. Montevideo, 320 págs. Distribuye Planeta.

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