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Madre rebelde

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Foto Federico Rubio

Los padres deben recuperar la autoridad para decidir en áreas sensibles de la crianza de sus hijos. Un libro valiente, por una madre que no calla.

El libro Basta de tanto de Adela Dubra llegó a El País Cultural hace casi un año y se instaló en el anaquel de los libros "con posibilidad de ser reseñados". Allí quedó.

No parecía un material atractivo: desde el título se anunciaba un texto políticamente incorrecto sobre cómo criar hijos. Quienes criamos hijos hemos sucumbido a la tentación de "dar consejos" a amigos, colegas o vecinos, tras lo cual nos sentimos unos reverendos idiotas. Como si la intensa experiencia emocional del vínculo padre-hijo no debiera tomar estado público y, tras cometer el delito, esa revelación traiciona una intimidad, desnuda algo que debió permanecer secreto.

El libro, también, había sido recibido por el mundillo editorial como un texto para "madres chetas" (a pesar de que la autora señala en el mismo libro que es para madres con sus necesidades básicas satisfechas). Con el correr de los meses pude comprobar de forma empírica cómo el libro ganaba un espacio entre las lecturas de las madres embarazadas provenientes de realidades socioeconómicas muy diferentes. Cada vez más mujeres expectantes —profesionales, solteras, artesanas, amas de casa, empleadas, empresarias— optaban por Basta de tanto para entender ese mundo nuevo que se les anunciaba. En una conversación casual con el entrenador de mi hijo, cuya esposa esta embarazada, me dice —sabiendo que me muevo en el mundo de los libros— que ella está muy entusiasmada con esta autora. Le envío un email a Dubra para saber cuántas ediciones lleva; "cinco", me contesta. Algo poco habitual. El libro en el anaquel del Cultural se había convertido en una acusación.

En Basta de tanto la autora escribe puro y duro desde su propia experiencia de madre. Siempre fue muy crítica de ciertas conductas o estereotipos instalados sobre lo que significa ser "buen padre", esos que cargan de culpas la intimidad entre padres e hijos. Por ejemplo, mandatos sobre dar "teta a demanda", o colmar de juguetes a los niños, o dejar al pequeño dormir a cualquier hora convirtiendo a los padres en zombis muertos de sueño. Mandatos que colocan al niño en un trono de irrealidad, en un pedestal perverso. El mundo adulto para el cual se los prepara suele ser cruel sin anunciarse, no reconoce pedestales, y tiende a manejarse por la lógica implacable del toma y daca.

La autora es una madre rebelde: reclama que la autoridad vuelva a recaer en los padres. Pero no una autoridad legal o filosófica, sino algo mucho más profundo: la autoridad sobre la propia intimidad, allí donde ocurre el vínculo emocional sagrado entre padres e hijos. Es el derecho a decidir —luego de haber leído libros, artículos, o escuchado consejos de pediatras o amigos— apelando a la propia intuición, a esa cosa que sale bien de las entrañas como una emoción pura, auténtica. Esa intuición, que debe ser epifánica, será el ingrediente que convertirá el vínculo con el hijo en único, diferente a todos los demás, gestando una complicidad que sólo finalizará el día en que uno de los dos ya no esté. Esa, se entiende, es la mejor manera de aportar a lo colectivo para que la especie sobreviva.

La autora apela a otros consejos: por ejemplo, a los de un pediatra sabio como Fernando Mañé Garzón; o a un nuevo gurú inglés de la crianza de niños, Tom Hodgkinson. Ambos son entrevistados en extenso y hablan desde una fuerte subjetividad; en algunas cosas se estará de acuerdo, y en otras no. Pero son de una franqueza que confronta, reforzando la autonomía de los padres lectores. Porque la intuición filial no debe abrebar en el márketing, ni en la culpa, ni en los estereotipos, sino pura y exclusivamente en una palabra muy bastardeada en los últimos tiempos: amor.

BASTA DE TANTO, de Adela Dubra. Palabra Santa, 2014. Primera edición. Montevideo, 160 págs. Distribuye Gussi.

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Foto Federico Rubio

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