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Lindo, funcional

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Deyan Sudjic

Deyan Sudic produjo lo que quizá sea la mejor aproximación a una Historia del Diseño del siglo XX.

UN LIBRO del director del Design Museum de Londres no es un libro cualquiera, y menos si trata de diseño.

Deyan Sudjic es arquitecto pero su carrera se ha desarrollado en el ámbito de la prensa especializada en diseño y arquitectura. Ha sido curador de la Bienal de Arquitectura de Venecia, publicó un libro bueno pero tibio sobre Norman Foster, y se mantiene en un sitio complicado desde hace muchísimos años, teniendo en cuenta lo fugaz que es el reconocimiento de un académico de temas arquitectónicos o de diseño de la actualidad. Porque en un mundo en el que perder un contrato debido a una mala crítica significa que otro se lleve algunos cientos de millones de dólares en honorarios, la posición de los especialistas que escriben es clave, y hasta peligrosa.

El mundo del diseño y la arquitectura actual es más o menos parecido al de siempre: los trabajos los consiguen los amigos de alguien, pero la opinión pública insiste en que los mejores son los que deben obtener los encargos. Siempre amigo de todos y haciéndose eco de esas demandas, Deyan Sudjic ha escrito de manera poco complaciente sobre los arquitectos estrella ("Arquitectura del poder"). Es que son negocios de tres mil millones de dólares siempre expuestos al tráfico de influencias donde la prensa y los críticos ponen el ojo. Además no hay arquitecto estrella que no esté envuelto en polémicas, y no precisamente por cuestiones de diseño. El escándalo es tan notorio que el propio Deyan Sudjic bautizó al español Santiago Calatrava como "el señor de las demandas", ya que suele ser noticia por los problemas judiciales en los que se ve envuelto antes que por los brillos de sus diseños espectaculares y superfluos.

DISEÑO Y CAPITALISMO

El "Diseño" como término especializado (y no apenas como derivado culto de disegno, es decir, "dibujo") es una disciplina antiquísima: seguramente la ejerció Apeles cuando planificó sus pinturas, o Fidias cuando trazó los planos del Partenón. Pero recién cuando en Alemania se fundó la escuela de diseño y arquitectura llamada Bauhaus (1919), se sentaron las bases de la profesión.

La historia oficial de aquellos pioneros fue elaborada en una serie de encuentros organizados por quienes manejaban la propaganda especializada de la época: Walter Gropius, Charles Jeanneret (Le Corbusier) y otros pocos. Las palabras claves de la propaganda eran funcional y racional. Se había decretado que el adorno ("ornamento") era —y no se daban cuenta del sinsentido— de mal gusto. Gente genial y muy honesta como Adolf Loos habían servido a los fines de esos propagandistas.

Todos ellos, escondidos detrás de las barricadas del socialismo y el hombre nuevo (o el espíritu nuevo) trabajaron sin descanso para el triunfo del capitalismo, la industria y la cultura del consumo. Quizá hicieron bien, porque la fuerza y el empuje del capitalismo fue esencial para el desarrollo del diseño, una disciplina asociada a la ingeniería que resulta esencial para la vida actual.

El libro B de Bauhaus de Sudjic logra enseñar lo bueno de la historia del diseño, escapando de cierto maniqueísmo. Claro que los pantalones Levis, la Coca Cola o los dispositivos Apple son diseñados con el fin de ganar dinero, y si los diseñadores fracasan en su objetivo serán despedidos sin más trámite. Pero gracias a Sudjic es posible entender que el diseño implica un poco más que esa mirada acertada pero insuficiente acerca de la producción capitalista y el consumo. Con Nikolaus Pevsner idealizamos a los pioneros como Morris o MacIntosh, pero al mismo tiempo sus libros nos iluminaron acerca de los cambios revolucionarios que se produjeron desde la revolución Industrial hasta las vanguardias del siglo XX.. Los libros erróneos y falsos de Sigfried Giedion llevaron a aborrecer la propaganda estúpida de Le Corbusier y sus secuaces. Aunque Le Corbusier era talentoso, y no habría tenido necesidad de explotar a las decenas de estudiantes y arquitectos de cuyo trabajo se aprovechó sin piedad. Incluso un pantalón Levis puede tener virtudes de diseño. Es más: es posible entender la cultura del siglo XX a través del análisis del diseño de la botella de Coca Cola que quizá, después de todo, no es tan estúpido. Esta es la principal virtud del libro B de Bauhaus: ayuda a entender el mundo de hoy, un mundo que para bien o para mal es el resultado de una serie de fuerzas complejas entre las que el arte en su formulación más mercenaria —el diseño industrial— tiene un sitio de importancia, a pesar de que no suele ser tema de las columnas de economía de los medios de prensa influyentes.

Como libro con espíritu de diccionario o de enciclopedia mínima alberga contenidos diversos, que la amplia cultura de su autor hace disfrutable. Es instructivo para lectores que tengan cierto juicio previo sobre el mundo del diseño, y quizá lo más aproximado a un buen libro de historia del diseño del siglo XX que se pueda imaginar.

B DE BAUHAUS. Un diccionario del mundo moderno, de Deyan Sudjic. Turner, 2014. Madrid, 356 págs. Distribuye Océano.

Forma y función

DOS POLOS resumen la tensión de la historia del diseño contemporáneo —es decir, del siglo XX— y ambos son tomados con vigor por Sudjic a lo largo del libro. En las entradas correspondientes a Ornamento y Función se explicita esa tensión entre lo superficial y lo esencial, claves de un conflicto que muchas veces termina siendo apenas el parteaguas de la cartera de clientes de los estudios de diseño:

O de ornamento:

La ornamentación es de todo menos superficial. Se trata de un tema muy serio: es el medio con el que las culturas y los individuos se definen. Tatuajes, camuflajes, hojas de acanto y grafitis pueden considerarse ornamentación. (…) A lo largo de los siglos, el estilo (que es la firma de un lenguaje visual) se ha definido sobre todo a través del ornamento. Lo que hizo que el siglo XIX fuera distinto de cualquier período anterior de la historia fue el surgimiento de la necesidad de repensar esa conexión. En su momento, la ornamentación fue la manera en que los artesanos concretos podían contribuir a una idea más amplia. Las máquinas acabaron con ese vínculo personal. (…)

F de función:

El funcionalismo es una idea extraordinariamente persistente que se resiste a desaparecer. Como propuesta pragmática que es, no hay duda de que el diseño empieza con una exploración sistemática de las necesidades prácticas. Sin embargo, el funcionalismo también es una idea filosófica sobre la naturaleza de las cosas, más compleja y menos útil de lo que sugiere la vieja consigna "La forma sigue a la función". (…)

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