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El legado exquisito de Shirley Jackson

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Shirley Jackson
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Erich Hartmann/©Erich Hartmann / Magnum

Literatura norteamericana

Críticas, relatos inéditos, ensayos y conferencias de Shirley Jackson, una sufrida ama de casa, reunidos en un volumen.

“El noventa por ciento de mi vida ha tenido lugar en mi cabeza” dice Shirley Jackson en una reflexión autobiográfica incluida en Deja que te cuente, colección de relatos inéditos, ensayos, críticas y conferencias recuperadas por dos de sus hijos (Laurence y Sarah) de la Biblioteca del Congreso en Washington, donde permanecían en cajas desde 1966 cuando el crítico literario Stanley Edgar Hyman —viudo reciente de Shirley y padre de ellos— los había donado. Desde esa época hasta hoy, el prestigio de Hyman fue mermando, y el de Shirley Jackson (1916-1965) fue creciendo. Se lo debe, en parte, al memorable relato “La lotería” publicado en The New Yorker el 26 de junio de 1948. Era la inclasificable historia de un pueblo cualquiera en el que un rito demencial revela lo que hay bajo la máscara de la sociabilidad. Le valió amores y odios y lo que hoy llamaríamos viralización absoluta. Después vinieron sus novelas góticas, exitosas y filmables (The Bird´s Nest, 1954; La maldición de Hill House, 1959; Siempre hemos vivido en el castillo, 1962, entre otras).

Los hijos de Jackson decidieron darle a este volumen el título del único texto inconcluso que figura en él, que no es de los más brillantes pero ejemplifica bien dos aspectos que guiaron la producción de la autora: la vocación por contar historias y la compleja agenda para realizarlas, considerando que tenía una casa de dieciocho habitaciones, cuatro hijos para atender, varias mascotas y un marido presuntuoso que la ayudaba poco y la engañaba mucho.

Cuando Jackson, depresiva y alcohólica, muere de un infarto a los cuarenta y ocho años, ya había tenido tiempo y experiencia suficientes para plasmar en ficciones el tono agridulce de la vida familiar, el rescate relativo de la escritura y la desazón existencial con toques de humor que sería su sello. Impactó en generaciones posteriores: explícitamente lo reconocen Stephen King y Joyce Carol Oates.

Deja que te cuente está estructurado en cinco partes: cuentos inéditos sin recopilar, ensayos y críticas, primeros cuentos, una sección autobiográfica sobre humor y familia y conferencias sobre el oficio de escribir. El conjunto permite entrar al mundo de Jackson y a sus personajes, gente ansiosa, oportunista, vengativa, vulnerable, desconfiada, vanidosa, todo junto; y a su universo de preocupaciones cotidianas, materiales y afectivas, que solo en sus novelas y en algunos cuentos trasladó al terreno de lo fantástico. Un alud de dificultades domésticas se cierne sobre el personaje de la escritora y solo porque la dosis de humor cínico es la justa es que no aburren: dificultad para relacionarse con hijos adolescentes que no escuchan a los padres o que se avergüenzan de ellos; para salir a comer afuera con o sin los hijos y no terminar arrepentido de cualquier decisión; para lavar los platos o encontrar un tenedor adecuado, etc.

Detrás de todo eso está esperando el tiempo de sentarse para escribir en el papel lo que se está escribiendo en la cabeza: “No soporto a la gente que cree que empiezas a escribir cuando te sientas al escritorio y coges la pluma y terminas de escribir cuando la dejas; un escritor siempre está escribiendo, viéndolo todo a través de un delgado velo de palabras, añadiendo descripciones rápidas a todo lo que observa, siempre atento”. La literatura le posibilitó a Jackson mostrar la tarea invisibilizadora de la rutina, y a la vez, salir de ella. Está claro en relatos como “Invitados a cenar” donde un hombre entra al apartamento equivocado y nadie se da cuenta, o en “Recuerdos del pasado” donde otro olvida el nombre de su esposa.

El otro gran problema de Jackson: Hyman. Judío ortodoxo educado en la Universidad de Siracusa, donde se conocieron, y redactor del New Yorker, su esposo fue crítico literario y de jazz y un teórico bastante perspicaz de la literatura, pero fue también —a juzgar por los biógrafos de Jackson y por ella misma— el administrador abusivo del dinero familiar y un infiel sin remisión. Terminó casado con una de sus alumnas meses después de la muerte de Jackson. Su figura disfrazada aparece en numerosos relatos, en particular en “No-Ap” donde un hombre no apto para la guerra se vanagloria de ello y flirtea con unas amigas de la esposa; y en un texto clave titulado “Una guirnalda de guirnaldas” donde lo masacra. El relato da cuenta de un crítico literario vago y arrogante que en vez de leer lo que tiene que comentar se lo da a leer a la esposa y luego copia y firma las opiniones de esta. La esposa hubiera preferido por marido un honrado vendedor de aspiradoras y su comentario filoso es: “me gustaría ser lo bastante inteligente para escribir críticas de libros”.

Primera línea

“Hemos llegado a conocer mejor a nuestra madre, y ahora podemos apreciar más la dedicación que la impulsaba, después de hacer las compras y las tareas del hogar y la comida, y de llevarnos a clases, a citas, al cine, a las reuniones de los exploradores y al dentista, a robar unas pocas y preciadas horas al día para sentarse a su máquina y escribir”, señalan los hijos en un posfacio. En cada una de esas actividades Jackson ponía en marcha un don primordial: la capacidad de observación. Esa que le llevó a construir “La lotería” viendo en los personajes los rostros y secretos de sus vecinos. O a recrear aspectos de la guerra poco tenidos en cuenta, como la espera de las esposas e hijos por los hombres, en una serie de cuentos entre los que destaca, por confección y sutileza, “Tan alto como el cielo”. Y por supuesto aquellos donde la observación es hacia adentro: la mujer que debe recibir y hasta agasajar a las alumnas de su esposo, tragarse la humillación y guardar la compostura (“Vida tranquila entre té y estudiantes”, “Gaudeamus Igitur”).

Tradicionalmente se dice que los mejores relatos de Jackson son “La lotería” y “El amante endemoniado”. Se pueden añadir algunos de este volumen, que confirman la imaginación, la atmósfera atrapante y la templanza de su narrativa. Es el caso de “Tesoros familiares”, una trama simple sobre cleptómana estudiantil, llevada con suspenso y donde se manifiesta (como siempre) el oído de Jackson para los diálogos. O de “Enfrentamiento”, uno de los varios relatos con perfil fantástico, que maneja la noción de destino y bucle en el tiempo a través de un asesinato que se repite día tras día. O de “La mentira”, quizá el mejor, en el que una mujer realiza un largo viaje a su pueblo para expiar una bajeza del pasado y aunque nadie parece recordarla cumple su cometido. Un plus del libro: cinco conferencias de Jackson sobre el oficio de escribir. Dijo: “Para un escritor, todas las cosas son párrafos en potencia”, y lo demostró.

DEJA QUE TE CUENTE, de Shirley Jackson. Minúscula, 2018. Trad. de Paula Kuffer. Barcelona, 455 págs.

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