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Para leer en reposera: Alan Pauls y una antología playera

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Alan Pauls
photoALEJANDRALOPEZ

Libros para enero

Dos libros para leer en traje de baño, porque hablan de playa y de esos lugares de gente con poca ropa.

En la década del sesenta aparecieron en Uruguay varias obras de ficción cuya trama se desarrollaba en lugares cercanos a la playa. Mario Benedetti las llamó, en forma algo despectiva, “literatura de balneario”. El autor uruguayo se preguntaba si, luego de varias décadas de literatura gauchesca y “una breve temporada de narrativa ciudadana”, no se vivía el advenimiento de esa nueva categoría de relatos y novelas que transcurrían en zonas balnearias, lejos de las rutinas de la ciudad. Temía que, de seguir por ese camino, la literatura uruguaya se transformara en un “gigantesco y soleado médano”. En tiempos en que muchos entendían que el arte tenía que estar comprometido con el momento histórico y político que vivía Uruguay, Benedetti consideraba una frivolidad hablar de balnearios y personajes que se aburrían en ellos. Afirmaba que “la calle es conflictual, el campo es conflictual; solo la playa es idílica”. La conclusión es un tanto simple y acaso hija de su tiempo. La realidad de las creaciones que se pueden incluir en la categoría mencionada por Benedetti demostró ser otra.

Las vacaciones son esos días parecidos entre sí, cuando el tiempo pasa a otra velocidad. Breves temporadas en que queremos ser otros, donde se genera una segunda rutina para olvidar nuestra vida del resto del año. Ese tiempo de aparente calma suele ser donde las personas enfrentan sus conflictos internos sin la excusa de las obligaciones como forma de escape. En muchas de las obras que se desarrollan en lugares junto al mar, el ambiente tiene un papel protagónico para desarrollar la trama de situaciones personales que son de todo tipo, menos idílicas. Una lista incompleta de autores que incursionaron en esa literatura de balneario debería incluir a Sylvia Lago, Hugo Burel, Mario Delgado Aparaín, Hugo Giovanetti Viola, Eloísa Armand Ugon y Laura Chalar, en obras donde el paisaje cercano al mar son un componente fundamental. En otros casos, como en “La cara de la desgracia” de Juan Carlos Onetti, Benedetti expresa con acierto que “el balneario es solo un accesorio”.

Varios relatos

A esa categoría a la que aludía Benedetti viene a sumarse Balnearios, libro que reúne varios relatos y que forma parte de la colección Cuadernos de Ficción de Estuario Editora. Las zonas cercanas a la playa sirven de marco para las historias. En algunos casos son refugio o ayudan a evaluar la vida o ambientan crisis de parejas. “Lo último que me contaste” de Leandro Delgado cuenta la llegada de una mujer con su hijo a una casa “entre las sierras y el mar”. Hay un sueño donde los personajes se mezclan, y un hombre que llega con leña a la cabaña. El relato comienza a correr finas cortinas para entender las razones por las que están ocultos en esa casa. “Tijerona”, de Hugo Fontana, desarrolla una charla de dos veteranos, en un chalet veraniego, mientras beben vino. Uno es escritor y el otro quisiera serlo. El primero vive una relación con una joven que también estuvo en esa casa, mientras que el segundo se ha divorciado y espera a posibles compradores de la vivienda, cerrando un ciclo de su vida. En “Un poco de respeto” de Martín Arocena, un escritor y su pareja viajan a un balneario brasilero. Mientras el escritor busca ideas, las dudas y celos nacen a través de la inseguridad que el lugar, y algunos de sus habitantes, le generan. En estos relatos se insinúa más de lo que se dice y se cumple la sentencia atribuida al norteamericano Erskine Caldwell, aunque parece que su autor es el argentino Andrés Neuman: “escribir un cuento es saber guardar un secreto”.

Balnearios es un atendible conjunto de relatos de autores de diversas generaciones y estilos, acompañados por once ilustradores que aportan buenos dibujos para acompañar lo que se lee. En algunos casos en invierno, en otros en verano, ese tiempo lento y con espacio para la reflexión está reflejado en estos cuentos. Con las irregularidades propias de toda antología hay casos donde la lógica del lugar ingresa al relato. Debe destacarse “El olor de las hormigas” de Agustín Acevedo Kanopa, “Mijail” de Carolina Cynovich, “Valizas” de Hosky o el diario que lleva el personaje principal de “Cuesta Blanca” de Diego Recoba. En algún caso la historia es accesoria a la explicación de la importancia del lugar como en “¿Qué es un balneario?” de Carol Milkewitz.

Un buen ejemplo de la forma en que un balneario sirve para desarrollar la trama de un cuento es “La Retirada” de Gustavo Espinoza. La acción transcurre en Parque del Plata, los personajes buscan una casa por calles intrincadas aunque, poco a poco, se devela lo que importa: los cambios y lo que permanece inalterable en viejas amistades mientras se acerca el desenlace inesperado.

De Villa Gessel a Brasil

La vida descalzo del argentino Alan Pauls es un breve ensayo donde el autor cuenta su relación con los balnearios desde su infancia hasta la edad adulta. Queda en evidencia el amor por la playa y por aquellos días que fueron cambiando su vida. Lugares como Villa Gessel, Pinamar, Cabo Polonio y alguna playa de Brasil, entre otras, sirven para buscar claves y pistas en el entorno de hombres y mujeres con poca ropa al lado del mar. Pauls plantea conclusiones en algunos casos ingeniosas y compartibles. La playa es un lugar bueno para soñar, donde ni siquiera los autocines fueron bien recibidos, y en el que nos paramos sobre la arena a la que consideramos algo puro, pero que está llena de impurezas. También derriba algunos mitos. El sexo en la playa es algo aborrecible por lo incómodo y que solo funciona en las películas.

El libro, que acompaña con fotos de su niñez, relaciona recuerdos fijados en su memoria con agua salada y mucho sol; allí aparece su temprana vocación por la lectura. Algo que se encuentra enfrentado con la playa —según el autor nadie puede leer ahí— y termina como la primera puerta que se abre para su futuro de escritor. Un relato en primera persona, entrañable y pequeño, con dos virtudes: la amenidad y la forma en que encara cada capítulo relacionando los lugares, en verano y en invierno, con los cambios de su vida y su vocación. En estos dos libros se demuestra que los balnearios son, como tema literario, bastante más que lo que pensaba Benedetti. Ambientes ricos en historias, lugares con su propia lógica donde la vida cambia, donde hay frustraciones y momentos de felicidad que toman otra dimensión a través del lente de aumento que brinda ese ocio con olor a mar.

BALNEARIOS. Cuadernos de Ficción, de varios autores. Estuario, 2017. Montevideo, 148 págs.
LA VIDA DESCALZA, de Alan Pauls. Literatura Random House. 2018. Buenos Aires, 115 págs.

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