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László Foldényi sobre ciudades ideales que huelen mal

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Laszlo Foldenyi

Ensayo provocador

Al húngaro László Foldényi le preocupan esas ciudades o espacios que, de tanto mármol y ambición, terminan siendo monumentos a la muerte viviente.

La lectura de este libro es un placer. Trata de algo muy europeo: esos lugares reales e imaginarios donde, de tan estático, todo lo vivo parece muerto. Lo escribe el intelectual húngaro László F. Földényi, y se titula Los espacios de la muerte viviente; Kafka, De Chirico y los demás.

El libro atrapa porque aborda una temática árida, metafísica, con una prosa clara y de gran sonoridad poética. Quienes han leído a Földényi ya lo sabían de sus libros anteriores, caso del magnífico Dostoyevski lee a Hegel en Siberia y rompe a llorar (2006), o también Melancolía (1984), El sudario de la Verónica (2004) o Goya y el abismo del alma (2008), todos traducidos al castellano.

Los espacios de la muerte viviente comienza con un cuadro de di Giorgio Martini, Vista arquitectónica (1490), una pintura perfecta, de líneas pulcras, que retrata una plaza y unos edificios donde el tiempo parece haberse detenido. “Todo es estéril, piedra y mármol” escribe. No hay gente, “no hay huella alguna de vida”, como si no fuera un paisaje de este mundo, o peor, “el estado en que queda el mundo después de una guerra total librada con gases tóxicos”. Martini quiso pintar una ciudad ideal, divina en el sentido de San Agustín.

Ocurrió también con la ciudad perfecta de Beresniki, esa que Stalin fundó en los Urales en 1932 para glorificar los planes quinquenales soviéticos; pero, tras descubrir que estaba sobre riquísimos yacimientos de sal potásica, la ciudad ideal terminó agujereada como un queso, un infierno en la tierra. Lo mismo con el imponente recinto de Núremberg donde Hitler realizaba los mitines nazis, hoy una ruina comida por la hierba y la basura; la eternidad que buscó allí el arquitecto Albert Speer repta hoy entre preservativos desechados.

Földényi cree que estas obras monumentales buscan “regular la vida, eliminar los elementos imprevisibles”, pero terminan ellas mismas en ruinas. Aunque busquen verlo todo en un intento por controlar el futuro, tal el caso del panóptico de Bentham muy presente en la arquitectura de las prisiones (por ejemplo en la muy montevideana ex Cárcel de Miguelete). Fueron gestos o ciudades metafísicas cuya dinámica temporal Kafka logró retratar en varios textos con maestría irrepetible (ej., La muralla china), y que también se materializó en esa obra del arquitecto Fritz Ertl, alumno de la Bauhaus en Dessau, precisa por su ingeniería, urbanismo y detalles, y que hoy se conoce como Auschwitz. Sobre todo por sus cámaras de gas y crematorios.

Los espacios... es un libro sobre “los espesos vahos de algo que lo extermina todo, y torna letal la vida”.

LOS ESPACIOS DE LA MUERTE VIVIENTE, de László F. Földényi. Galaxia Gutenberg, 2021. Barcelona, 78 págs. Trad. Adan Kovacsics.

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