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Josef Stalin y sus poetas muertos

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Isaak Bábel, última foto

Aquellas purgas del 30

La paranoia estalinista envió al paredón a miles de compatriotas, entre ellos a casi dos mil poetas y escritores soviéticos. Los detalles los sigue revelando Vitali Shentalinski en un nuevo libro.

Las purgas de Stalin siguen siendo materia de estudio, y más cuando los propios archivos de su policía secreta están accesibles. Hay nuevas revelaciones sobre los casi dos mil poetas y escritores que mandó asesinar o recluir en el gulag hacia fines de los años 30 —la cifra exacta nunca se sabrá, pero se estima entre 1.500 y 2.000. Quien ha trabajado eso es Vitali Shentalinski (Siberia, 1939), periodista e investigador que reveló hace un par de décadas la escala de esa embestida con una trilogía, Esclavos de la libertad (2005), Denuncia contra Sócrates (2006) y Crimen sin castigo (2007), todos publicados por Galaxia Gutenberg. Diez años más tarde vuelve con otra revelación: lo visto y publicado es apenas la punta del iceberg.

El nuevo libro La palabra arrestada está dedicado a los escritores y poetas Isaak Bábel, Ósip Mandelstam, Mijaíl Bulgákov, Marina Tsvietáieva, Andréi Platónov, Anna Ajmátova, Maksim Gorki y Boris Pasternak. Cada nombre ocupa un capítulo, están apoyados en un extenso apéndice fotográfico —con fotos a veces inéditas— y relata no sólo el periplo vital de cada uno, su persecución, tortura, muerte, ostracismo o también, como en el caso de Gorki, viviendo una vida llena de privilegios e igual generando un importante expediente secreto.

El libro abre con el caso de Isaak Bábel. Arrestado en mayo de 1939, fue llevado a la sede de la policía secreta en Moscú. “Las puertas de la Lubianka engullieron el coche. Durante quince años —hasta 1954— no se tuvo ninguna noticia cierta sobre Bábel”. Los archivos revelaron los nombres de sus dos interrogadores y las actas de los interrogatorios (consideradas por el jefe de la policía secreta, Beria, como “auténticas obras de arte”). Con giros curiosos: esos interrogadores —que años después terminarían fusilados— buscaban convertir al escritor en espía francés, o también austríaco, y en el delirio se confundieron sobre lo que realmente buscaban, debiendo suspender la sesión. Bábel, una vez quebrado por la tortura, entregó una larga lista de amigos y colaboradores (antes de morir dijo ante el tribunal que esa lista carecía de validez). “Ahora sabemos la fecha exacta, incluso la hora, de su muerte: el 27 de enero de 1940, a la 1:30” revela Shentalinski. Dice estar convencido que en los archivos no quedan manuscritos inéditos de Bábel. En el capítulo dedicado a la poeta Marina Tsvietáieva, por el contrario, advierte que “aún queda mucho en la sombra. Su descubrimiento prosigue”.

Bien narrado y traducido, el libro es un tesoro de información.

LA PALABRA ARRESTADA, de Vitali Shentalinski. Galaxia Gutenberg, 2018. Barcelona 556 págs. Trad. de Ricard Altés Molina, Jorge Ferrer y Marta Rebón. Distribuye Océano.

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