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El José Artigas de cada uruguayo, sea en bronce o borracho

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José Artigas

Ensayo histórico

Sonia D'Alessandro piensa las formas cómo los uruguayos nos reflejamos en el prócer oriental, y las disputas que hay en torno a su mito.

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Los próceres difuntos son objeto de disputa. Las generaciones reinterpretan y discuten sus dichos y hechos, no sólo por intereses en pugna, sino también porque a nuevos tiempos, nuevos puntos de vista. Esto es lo que estudia la docente e investigadora Sonia D’Alessandro García (Montevideo, 1963) en Artigas: de “el padre nuestro” hasta “el día que se emborrachó”.

El libro revisa los homenajes a José Gervasio Artigas en el centenario de su muerte (1950), la inauguración del mausoleo de Plaza Independencia (1977), y los festejos del bicentenario del inicio del ciclo artiguista (2011). La autora reseña como antecedente a estas fechas las honras fúnebres a Artigas cuando se repatriaron de sus restos en 1855.

El Prócer murió pobre y fue enterrado sin ataúd, de seguro en una fosa común, pero cuando el representante oriental Estanislao Vega fue a Paraguay en procura de un tratado que no se logró, y para repatriar los restos del General, la tumba tenía una lápida cuyo traslado costeó de su bolsillo y se conserva en el Museo Histórico. En 1856 tuvo lugar en Montevideo la procesión de la primera urna con los restos hacia el Cementerio Central, con larga lista de oradores. No hay certeza total sobre la identidad de los restos, pero la nación hace fe en la reliquia de su religión laica.

Himno

El culto a dioses y héroes requiere canto coral. Uruguayos de toda edad recuerdan haber cantado, en la escuela o el liceo, el estribillo “padre nuestro Artigas...”, que es “para la patria un dios”. El autor del “Himno a Artigas” fue un político batllista, poeta otrora popular y hoy olvidado: Ovidio Fernández Ríos (1883–1963). Es evidente la religiosidad laica del “Himno a Artigas”, no oficializado por norma alguna. La canción es el homenaje de Fernández Ríos y el músico Santos Retali (1881-1911) a una maestra, Juanita Catalogne. La pieza musical se popularizó con rapidez y pudo, como señala D’Alessandro, atravesar la dictadura sin mancharse, aunque se la cantara en actos oficiales. El arraigo de este himno debe mucho al maestro de canto Kiril Svetogorsky (1888-1948) quien logró que el Estado subvencionara una serie de librillos con partituras para coros, muy usados en Primaria.

Canciones

El tiempo trae cambios. En los 60 un maestro de Treinta y Tres, Rubén Lena (1926–1995), quiso presentar a sus niños un Artigas más cercano. Así nació “A Don José”. Lena buscaba cantores para sus letras y halló a Los Olimareños, que dieron a la canción pensada para niños una popularidad rara vez igualada. La han sentido suya los uruguayos de izquierda, pero también la usó la dictadura —en versión de los mismísimos Olimareños, para anunciar la disolución de las Cámaras, y luego a cargo de otros grupos, en muchos eventos— y en 2003 fue declarada por Ley “himno cultural y popular”.

D’Alessandro estudia cómo se muestra a Artigas en los textos de Fernández Ríos y Lena. Un Artigas divinizado se opone a un “Don José”, tan criollo como quienes lo siguen y así lo hace, desde abajo, ese oriental representativo “en la vida/ y en la muerte también”. Dos modos muy distintos de inmortalidad. Y sin embargo Lena reconocía haber leído con interés a Fernández Ríos.

Para reír

En 1996 el Cuarteto de Nos abrió su álbum El tren bala con la canción “El día que Artigas se emborrachó”. Tenían fama de irreverentes, y lo grotesco del tema no fue sorpresa. Pero para muchos tratar a Artigas de esa forma era casi blasfemo. El diputado nacionalista Agapo Palomeque llegó a plantear que la letra era pornográfica. Quince años después, el 10 de octubre de 2011, muchos uruguayos corearon la canción en los festejos del bicentenario de los hechos de 1811. Uruguay empezaba a ser capaz de reírse también con su héroe máximo.

Si el “bicentenario” fue una fiesta popular, los otros dos eventos estudiados por D’Alessandro fueron honras fúnebres. Pero muy diferentes entre sí. La situación del país en el 50, democrático y próspero hasta en el fútbol, hizo que el estamento político, la elite letrada y el pueblo participaran entusiasta, masiva y sobre todo libremente del homenaje a la urna con los restos ante el Obelisco, como lo prueban los registros cinematográficos. No hubo oradores.

En 1977, cuando el gobierno de facto inauguró el mausoleo de Artigas en la Plaza Independencia, la participación de militares, escolares y liceales fue obligada y reglamentada. Habló el Tte. General Vadora, Comandante en Jefe del Ejército, quien subrayó que Artigas era militar. Aunque la autora señala el autoritarismo de la situación, no deja de anotar que hubo una minoría no pequeña de uruguayos que participó de buena gana en los actos patrios del período.

El Uruguay democrático ha debido convivir con ese legado de la dictadura en Plaza Independencia. D’Alessandro estudia ese proceso, y la inclusión de frases de Artigas en el mausoleo, cosa a la que la dictadura se negó, para evitar que se las usara con fines ideológicos “foráneos”.

Hombres e iniciativas

La autora estudia el peso de las iniciativas personales de homenaje al prócer. No sólo por el caso de Fernández Ríos y Retali (y del difusor de su himno, Kiril Svetogorsky), o el de Rubén Lena, sino también por el del Gral. Edgardo Ubaldo Genta (1894-1983), autor entre muchos textos de la obra teatral “Artigas, Sol de América”, puesta en escena por la Comedia Nacional al inaugurarse el mausoleo. Genta en los años 40 impulsó el proyecto “Artigas en bronce simbólico”, causa de la profusión de bustos y cabezas de Artigas por todo el país. Y varios casos más. Artigas es de todos los uruguayos, pero también de cada uno.

Artigas: de “el padre nuestro”... es un libro valioso que, sin perder rigor, atenúa la aridez académica. Son de lamentar algunas erratas en nombres y fechas, a corregir en futuras reediciones.

ARTIGAS: DE “EL PADRE NUESTRO” HASTA “EL DÍA QUE SE EMBORRACHÓ”, de Sonia D’Alessandro García. Rebeca Linke Editoras, 2021. Montevideo, 320 págs.

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