Publicidad

Fernanda Melchor, Páradais y las violencias de aquí

Compartir esta noticia
Fernanda Melchor

Otra novela que cambia las cosas

Cómo retratar a las violencias cuando se cuelan por todas partes, es lo que logra Fernanda Melchor con su novela Páradais, una de las voces que renuevan la literatura latinoamericana.

A partir de que los centros de poder hegemónicos de la literatura encasillaron a la narrativa latinoamericana como una literatura de la violencia, ya sea la más evidente y explícita como la más sutil y cotidiana, se ha vuelto un desafío para las nuevas generaciones. Cómo seguir trabajando con una materia prima de la cual no parece posible escapar, porque convivimos con ella y se cuela en todo, y sin caer en el exotismo, los golpes bajos, sin una evidente etiqueta de for export. La narrativa de Fernanda Melchor ha encontrado un camino en este sentido, estableciendo un diálogo con la tradición, dotando a su prosa de una fuerte carga de oralidad, y con una alta dosis de sequedad y distancia con respecto a los personajes y los hechos, lo cual no da como resultado una prosa fría sino más bien algo que roza lo documental, lo forense pero que por momentos se vuelve extrañamente poético. Melchor no juzga, no baja línea, confía en los potenciales lectores, sabe que podrán empatizar y vivir en carne propia las múltiples violencias que atraviesan sus textos. Páradais, su última novela profundiza este rumbo y ratifica que estamos ante una narradora en permanente búsqueda, inquieta y con una obra tan importante y atractiva como difícil de capturar y encasillar por completo.

Bucear en las tensiones

Los countries y barrios privados son lugares de mucho misterio e impunidad y eso ha servido de material para variadas novelas y películas latinoamericanas de los últimos años. Es probable que en nuestros países tercermundistas, la presencia de una burbuja así, en terrible contraste con su contexto, genere más impacto, más contradicciones y paradojas en sus cruces y tensiones. Esas tensiones son aprovechadas por Melchor para poder bucear en la violencia de esas contradicciones y desigualdades y en otras más sutiles e imperceptibles, pero también peligrosas.

Fernanda Melchor
Fernanda Melchor por Ombú

Dos adolescentes, uno de clase alta, habitante del barrio privado, y otro, trabajador del lugar, generan un vínculo lleno de diferencias y rencores pero con el mismo objetivo, evadir vidas miserables e infelices. Esa desesperación callada, esa rabia guardada irá dándole cuerda a una bomba que inevitablemente estallará. En los últimos años novelas de Claudia Piñeiro, Laura Restrepo, Lucía Puenzo, y más atrás las de Fernando Vallejo, han puesto en funcionamiento la complicada trama de la lucha de clases, haciendo interactuar los extremos de la pirámide, con resultados nunca gratos. En la mayoría de los casos esa lucha de clases está implícita, oculta bajo una fachada de convivencia pacífica y tolerante que suele romperse invariablemente. Páradais comparte esa virtud. Las tensiones de clase están todo el tiempo presentes, es inevitable, no hay forma de que desaparezcan, no depende de la voluntad de los personajes ni de las decisiones que tomen, y ese ruido permanece en toda la novela, primero como algo sutil, un ruido blanco, y luego como el ruido de las cosas cuando se derrumban.

Esa sensación de ruido, de mantra perturbador, de zumbido de insectos sobrevolando la escena, está apoyado también en una prosa torrencial, con muchos rasgos de oralidad, con oraciones largas y encabalgadas que por momentos parece un rezo y por otros un lamento, una descarga catártica. Una extraña mezcla de sequedad con un barroquismo poético, presente en exquisitas descripciones de lugares y paisajes en realidad decadentes y patéticos, deshechos, contaminados, que perfectamente pueden leerse como poemas en prosa en medio de la narración y que dan a todo un aire onírico. En este sentido hay un juego en torno a la narración que vuelve todo aún más laberíntico y asfixiante, y es que por momentos, sin aviso, sin marcas, el narrador parece externo a la acción (aunque nunca lejano a ella), y por otro queda la duda de si no es uno de los personajes, Polo. Nunca es realmente notorio quién está narrando y lo que queda en evidencia es que determinarlo no es lo importante, haciendo la autora un uso envolvente y estético de los vaivenes de la voz narradora. Lo mismo con la acción, desde el primer momento se entiende que el relato va a girar en torno a Polo y a Franco, sus historias, sus mundos y sus acciones, pero por momentos el foco se desvía a historias laterales como las de los primos de Polo, que no sólo dan cuenta de la novela omnipresente y las desigualdades crónicas de una sociedad en decadencia, sino que de forma precisa le dan aún más complejidad y grosor a los personajes principales.

Ausencia de futuro

Los distintos tipos de violencia que la sociedad ejerce sobre un adolescente pobre de las afueras de Veracruz son como agujas transparentes que atraviesan al personaje y que cuando se cruzan entre sí generan un mal mayor, una violencia que muta y se transforma, que evoluciona. Directa o indirectamente lo cruzan la violencia patriarcal, el machismo, el embarazo adolescente, la falta de trabajo, el narcotráfico, la ausencia de futuro y de cualquier salida posible, la violencia económica de un capitalismo que considera al pobre como mano de obra y clientela. La forma en que estas violencias están presentes es uno de los méritos de la novela y gran parte de su potencia callada. Por ejemplo, el narcotráfico no es presentado directamente como un problema, pero está presente como un fantasma, como un aroma en el aire. Ni siquiera se los nombra, son “aquellos”, pero han cambiado por completo la vida del pueblo, deciden quién vive y quién no, y los jóvenes lo ven como la única alternativa para salir de una existencia sin esperanza.

La verdadera tragedia entonces, más allá de la causada por los personajes, parece ser la ausencia de futuro de una generación. Por distintas razones, y en situaciones de vida completamente diferentes, los dos adolescentes no ven otra salida que emborracharse sin sentido. No beben por placer, no disfrutan haciéndolo, realizan la acción con ira, con una pulsión de muerte fortísima que marca cada una de las acciones. Ambos quisieran morir, pero no tienen la energía más que para dejarse ir día a día. Polo y Franco son zombies, son muertos vivos que deambulan por el barrio privado, por las calles, por la existencia de los demás como fantasmas. Atravesando ese mundo fantasmal, de muerte y violencia, donde el narco marca las reglas y determina los vínculos. Ese nuevo estado ha vaciado de sentido el día a día, el sexo, el cuerpo, la vida. Las mujeres maldicen ser mujeres y ser madres, los hombres son muertos o ausencias, los niños una carga o una mercancía, la comida es basura, el río está contaminado. Es ante esta visión de un infierno a ras del suelo, que el nombre del barrio privado, y su adaptación fonética que da título a la novela, adquiere una dimensión terrible, el paraíso como una gran farsa, como la gran imposibilidad de la vida.

PÁRADAIS, de Fernanda Melchor. Literatura Random House, 2021, Madrid. 160 págs.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Méxiconovela

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad