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Femicidio mediático

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Ivan Jablonka. ©Hermance Triay

JABLONKA Y LA CONSTRUCCIÓN DE UN RELATO

El crimen de la joven francesa Laëtitia Perrais atrajo a buitres y carroñeros

LA DESAPARICIÓN de la joven Laëtitia Perrais, violada, descuartizada y arrojada a un estanque en enero de 2011 se convirtió en una cause célèbre, como la llaman los franceses. Medios de comunicación mediante, el caso conmovió a la sociedad francesa. Aunque casi enseguida la policía detuvo al asesino, el cuerpo (más exactamente la cabeza, los brazos y las piernas) tardó dos semanas en aparecer y recién en abril se pudo completar la desmembrada anatomía cuando por fin encontraron el busto atado a un bloque de hormigón. Durante seis semanas Laëtitia abrió los informativos de la noche y fue tapa de los diarios. Hubo concentraciones las llamadas "marchas blancas", el presidente Sarkozy recibió a la familia y la joven tuvo un entierro multitudinario.

Con la crónica policial como punto de partida, el historiador Ivan Jablonka construye un relato que se pretende a la vez literatura e Historia. El asesinato, la cobertura televisiva de la búsqueda del cuerpo, la reacción social, la espectacularización y utilización política del crimen, el juicio y la condena del asesino, y el drama sordo que reveló la historia de la víctima y de su hermana melliza son las piezas que componen el libro Laëtitia o el fin de los hombres.

En una época que valora los géneros híbridos, Jablonka reivindica la libertad del historiador para escribir. No por casualidad su obra anterior se llama La Historia es una literatura contemporánea. Manifiesto de las ciencias sociales (2014). Para el autor hay que conciliar las ciencias sociales y la creación literaria y ello supone escribir de manera más libre. Laëtitia o el fin de los hombres es un ejemplo de esa convicción. El libro fue muy bien recibido por el público y la crítica de su país. Ganó los premios Médicis y Le Monde, y el Prix des prix, que antes habían obtenido Emmanuel Carrère por Limonov y Pierre Lemaitre por Nos vemos allá arriba.

VÍCTIMA Y HEROÍNA.

La obra traza el fugaz itinerario de una joven de la periferia, de un pueblo pequeño no lejos de la capital y la rescata del anonimato al que estaba destinada de no haberse cruzado una noche con Tony Meilhon, un criminal reincidente que vivía entre la cárcel y el robo, el alcohol y la cocaína.

Jablonka no quiso que el asesino lo encandilara y ocupara el centro del relato. "No conozco relato de crimen que no valore al asesino a expensas de la víctima. El asesino está ahí para narrar, para expresar su arrepentimiento o para pavonearse. […] Mi libro solo tendrá una heroína: Laëtitia", advierte en las primeras páginas. Pero, además, el autor se propone tratar un hecho de la crónica policial como un objeto de investigación. El caso revela, tanto en la víctima como en el verdugo, costados sombríos de la familia y de la clase social a la que ambos pertenecen: tienen padres alcohólicos y abusadores, y pasaron por instituciones de protección social que no lograron rescatarlos de la desestructuración familiar.

Desde pequeñas Laëtitia y Jessica, su gemela, conocieron la violencia. Vivían en una casa en la que el padre borracho pegaba, y la madre depresiva crónica lloraba. Cuando las niñas tenían tres años, el padre violó a la madre. El hombre terminó en la cárcel, la mujer internada y ellas en un hogar sustituto. A partir de ese momento las hermanas estuvieron en manos de los servicios de protección a la infancia. Se transformaron en un caso judicial.

GARRA MASCULINA.

Jablonka recupera el expediente de las mellizas en los servicios sociales. Los documentos encierran una historia de bajo rendimiento y ausentismo escolar, de falta de higiene, de abandono e inocencia herida. La historia de las Perrais, remite, como sostiene Jablonka, a un hecho social mayor que ellas. Su vida resume la vulnerabilidad de los niños y la violencia de género que padecen las muchachas de su clase social.

Para Laëtitia y Jessica los hombres son amenaza y agresión. La "garra masculina" está presente en los golpes que Perrais descarga sobre su mujer; y más tarde reaparece en Jessica, en el abuso sexual del padre del hogar de acogida que las recibió al fin de la infancia. En Laëtitia la garra aprieta hasta la muerte. En un día Meilhon la conoce, la seduce, la viola, la estrangula, la apuñala y, finalmente, con una sierra la convierte en un amasijo de carne rota. Para él, Laëtitia no es más que un objeto sexual desechable.

La historia personal y familiar del asesino también es sórdida y desgraciada. La madre fue violada en la adolescencia por su propio padre; se casó con un hombre violento y alcohólico con quien tuvo una niña y dos varones. Meilhon fue el menor. El matrimonio terminó cuando la mujer, que había aguantado maltrato y palizas, supo que el marido abusaba de la hija. Meilhon abandonó el liceo, se fue de la casa y se dedicó a robar. Pronto, él mismo recomenzó el círculo de golpes y abandono. Tuvo un hijo que terminó, al igual que las gemelas Perrais, bajo la protección de los servicios sociales y fue dado a un hogar de acogida.

EJE PATRON-SARKOZY.

Jablonka trabaja sobre las tres injusticias que la protagonista sufrió en su corta vida: rastrea la violencia de la infancia, reconstruye la circunstancia del asesinato y analiza la transformación de su muerte en un espectáculo. Esta última operación tuvo dos protagonistas destacados: el Presidente de la República y Gilles Patron. La familia Patron, con quien vivían las mellizas, se convirtió en sujeto de entrevista permanente. Patron fue el hombre del momento. Convocaba a las marchas, se entrevistaba y fotografiaba con Sarkozy. Jablonka habla de un "eje Patron-Sarkozy".

Padre de tres hijos y abuelo de otros tantos nietos, Patron forjó un personaje público modelo. Locuaz, severo, dignísimo en su dolor, clamaba por el endurecimiento de las penas. "No pongan en libertad a criminales sexuales reincidentes, saben bien que lo van a volver a hacer. Aplíquenles la pena máxima, para que no haya más casos Laëtitia", exigió en una oportunidad, a los gritos, subido a una silla, micrófono en mano, frente al Palacio de Justicia.

El personaje se desmoronó cuando Jessica lo denunció por haber abusado de ella durante años. Patron admitió las relaciones sexuales con la joven pero argumentó que siempre habían sido consentidas. Aunque hubo fuertes sospechas de que también había abusado de Laëtitia y de amigas de las hermanas, la justicia no pudo probar el delito y lo condenaron solo por la violación a Jessica.

La intervención de Sarkozy en el caso fue tan directa e intensa que, a juicio del autor, inauguró una nueva era política en su país, la del crimino- populismo. El Presidente atacó con vehemencia a los jueces a quienes acusó de inoperantes y débiles y prometió sanciones para los que no cumplieran con su deber. Su ofensiva provocó una huelga general de la magistratura y mereció una tapa de Charlie Hebdo en la que en el estilo blasfemo característico de la revista, Sarkozy es representado como un buitre que sostiene un brazo de Laëtitia en el pico. Como si con la representación gráfica no alcanzara, la imagen tiene un epígrafe: "Desmembrada por un bárbaro, hallada por un carroñero".

Organizado en escenas breves, con saltos cronológicos, personajes secundarios y un lenguaje preciso y ágil que no desdeña, sin embargo, la información, Laëtitia o el fin de los hombres se lee como una novela policial y un ensayo de la sociedad francesa contemporánea.

LAËTITIA O EL FIN DE LOS HOMBRES, de Ivan Jablonka. Anagrama/Libros del Zorzal, 2017. Barcelona, 415 pág. Distribuye Gussi.

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