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El eterno retorno de Fogwill, un pensador despiadado

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Publicación de texto inédito

Escrito para la revista El Porteño y nunca publicado, el texto llega ahora al libro y muestra al provocador en su esplendor, siempre vigente.

El verdugueador, el provocador, el personaje. Fogwill el genio que señaló las miserias del pensamiento dominante, a veces de forma muy agresiva. El “marxista de la derecha liberal”, como lo llamó el argentino Osvaldo Lamborghini. El exitoso publicista durante la dictadura argentina. El sociólogo marxista sin agenda política y amante del mar y de la náutica, que se dio el lujo de tener un velero grande, veloz, costoso, y que disfrutó sin complejos.

El libro Estados alterados actualiza, a más de una década del fallecimiento del escritor, intelectual, novelista, docente y publicista Rodolfo Fogwill (Quilmes, 1941-Buenos Aires, 2010), una forma de ver el mundo que desarma el pensamiento dominante. “Estados alterados”, es un texto nunca publicado que le fue pedido por la revista El Porteño en el año 2000, y que aquí aparece en forma de libro. Él había colaborado con El Porteño con más de doscientos artículos entre 1982 y 1985 escribiendo sobre política cultural.

Un prólogo de Silvia Schwarzböck aborda en forma amplia el pensamiento fogwilliano, con abundantes datos, citas y giros conceptuales que iluminan. También detalla cómo la “cultura” argentina fue aceptando-rechazando a lo largo de los años sus ideas, hasta llegar hasta un siglo XXI donde la industria cultural argentina llegó a estar “por demás fogwillizada”. Es, por lo tanto, más que una introducción; da cuenta del lugar de Fogwill en el pensamiento argentino contemporáneo.

Comas violentas

Fogwill sostuvo que la dictadura militar argentina fue una operación de carácter “banquero-oligárquico-multinacional” que quedó disimulada por la violación de los derechos humanos. Es decir, que torturaron y desaparecieron gente para enmascarar —tapar, ocultar— el saqueo económico de la Argentina. Las demandas de justicia que siguieron, por su carácter de absoluto moral y al margen de toda negociación política posible, impidieron ver ese saqueo, esa “redistribución regresiva de la riqueza” comenta Schwarzböck. El movimiento de derechos humanos, en el pensamiento de Fogwill, aparece como títere de poderes corruptos.

Esta teorización es un aporte a la posible resolución de ese enigma llamado Argentina. Sin ocultar su condición de marxista:_“El materialismo histórico sigue siendo el único modelo desde donde puedo pensar los objetos de las llamadas ciencias sociales” afirmó.

El propio Fogwill se asume en el lugar de los derrotados. Entonces verduguea, provoca, ironiza o agrede. Sus frases o comas, son violentas como disparos. Busca desarmar el sistema. “El marxismo de Fogwill” dice Schwarzböck, “está armado con armas largas, pero para exhibirlas, sin necesidad de usarlas, en el salón literario. No era de esta índole (de una índole de salón) el verdugueo que los dadaístas, los surrealistas o los punks, confiados en la didáctica del sadismo, les impartían a sus admiradores. De ahí también la originalidad (o la argentinidad)_de Fogwill como verdugueador”.

Su vínculo con la literatura queda de manifiesto en la novela Un guión para Artkino (donde un escritor también llamado “Fogwill” vive en una Argentina socialista). O también en la novela Vivir afuera, que recibiera el Premio Nacional de Literatura (sin olvidar, nunca, la notable Los pichiciegos, sobre la Guerra de Malvinas). Pero concibe lo literario en un sentido más abarcador. En el texto “Estados alterados” Fogwill insiste que lo suyo “son notas sobre literatura”. Una y otra vez. Dice Schwarzböck: “El concepto de literatura, políticamente ampliado, es todo lo dicho (es decir, todo lo contrario de lo que se callan los victoriosos, todo lo contrario del orden mudo, que se impone por la violencia no simbólica, por la fuerza material)”. Fogwill pide dejar atrás los viejos prejuicios para buscar nuevos, lo que permitiría reconocer a todo tipo de enemigos. Escribe en uno de sus artículos previos de El Porteño: “Los vencedores callan (...). Los perdedores piensan, narran (...). Es que el orden social no necesita entender, sólo precisa hacerse entender”.

Citas violentas

Dice Fogwill en “Estados alterados”:

“Habría que afinar los prejuicios. Perfeccionar las supersticiones. Exagerar los tics. Imitar lo indebido”.

“Gardel, tan diestro en sus relaciones con la industria como torpe con los pingos, si fue un producto de la industria consiguió administrarlo a medias. Eso explicaría por qué, a muchos nos parece auténtico Charly (García) en el himno que recién ahora me entero que es un me-too del himno americano, interpretado por Hendrix con más brillo y en una oportunidad más digna”.

“Sea en poesía, genética o física teórica, las instituciones siguen obedeciendo la ley de hierro que las condena a privilegiar su propia reproducción y la del gallinero que promete a todos el carácter transitivo de la verticalidad”.

“Si la República (española) se hubiere impuesto al fascismo, habría alineado a la guerra en una configuración distinta. (...) Guernica no existiría, o habría sido pintado sin caballos y se llamaría Barrio Renault, o Dresde, en alusión a atrocidades semejantes cometidas por los aliados”.

“La digresión es una operación literaria”.

“Necesitamos sintetizar prejuicios químicos que nos enemisten con enemigos ignorados. O que nos lleven, sin darnos cuenta, a alianzas inútiles. Eso quizá podría apartarnos un poco del camino de la utilidad, en el que tantos puestos de peaje nos distraen para esquilmar lo poco que tenemos en la cabeza”.

“Hace poco discutimos (con Horacio González) el tema de los revisionismos y de la adulteración de nuestras cifras de desaparecidos (si son diez mil o treinta mil, en Argentina). Y me pidió, o aconsejó, que respetase la construcción de un mito. Pero no transo. Conste que no me chupo el dedo y que tengo siempre a la vista la evidencia que no hay mejor mito que la desmitificación”.

“A diferencia de las novelas por encargo de autores latinoamericanos asfixiados por el éxito, el García Marketing de El general en su laberinto o el Vargas de La guerra del fin del mundo, los productos de Saer, que no pude dejar de recibir como libros para el mercado, profesionales, obviables, son obras que parecen nacidas de un programa perfecto, compuesto para generar obras de Saer que prueben nuevamente su capacidad para enfrentar los desafíos metodológicos de la novela, dándole la respuesta más elegante y menos haragana que merecen. Pero... ¿Pero qué? Hay que pensarlo. No te dejan”.

“(Hay un) deber literario de colocar algunos miguelitos bajo las ruedas del carro triunfal de la España monárquica y soberbia”.

“No merecemos perdón, pero todos merecen ser perdonados. Pero entre perdonar, y asociarse con Susana Giménez y que merezca nuestro perdón hay un larguísimo trecho”.

“No hay estigma de nacimiento que sirva para explicar el ulterior desempeño de un medio de comunicación”.

“(Mercedes) Sosa, tan solvente en lo suyo, roza el ridículo —¿o lo representa?— cuando canta una tontera oportunista de Gieco, sin más pertinencia vocal que su afinidad ideológica, mental”.

El jueves 11 de agosto de 1983, a las 00:45 horas, un artefacto con un kilo de trotyl voló en pedazos la redacción de la revista El Porteño en el barrio San Telmo de Buenos Aires. En eso Fogwill no tuvo que ver; en todo el resto sí, diría Leila Guerriero.

ESTADOS ALTERADOS, de Fogwill. Blatt & Ríos, 2021. Buenos Aires, 116 págs.

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