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En clave de ópera

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Curzio Malaparte

Una relectura de Kaputt permite comprobar que con el infierno también se puede hacer poesía.

EN LA primavera de 1941 Curzio Malaparte acompañó la invasión nazi a la Unión Soviética como corresponsal del Corriere de la Sera, convivió con los jefes nazis, recorrió los frentes de Ucrania, Rumania, Croacia, Polonia, Finlandia, y escribió Kaputt, una crónica literaria que regresa ahora en una buena traducción al español de David Paralela López como un dantesco fresco de la política de aniquilación alemana durante la Segunda Guerra Mundial.

Malaparte tenía sobrados vínculos con el fascismo y aunque sus ambiciones y su independencia no le ahorraron conflictos con Mussolini, los nazis lo recibieron como un adherente a la causa de los países del Eje sin imaginar hasta qué grado describiría su ferocidad. Ya ha sido discutido y esclarecido en parte, que no protagonizó todos los hechos que narra, inventó algunos episodios, escamoteó otros, y mantuvo una posición ambigua hasta el desenlace de la guerra. Terminó de escribir su libro en 1944, todo indica que después del desembarco de los aliados, y su debilidad moral acompaña la compleja jerarquía de esta obra que, junto a La piel, lo consagró como un notable escritor.

PESTILENCIA Y GOCE

Kaputt comienza por una conversación sobre caballos con el melancólico príncipe Eugenio de Suecia, frente a los ventanales de su residencia en Estocolmo. Es el inicio de una serie de relatos vinculados a los caballos en la guerra, le siguen "Los ratones" (la caza de niños judíos del gueto de Varsovia, las muchachas judías que atrapaban en los trigales de Cracovia para esclavizarlas en los burdeles), "Los perros" (que masacraban los nazis en Ucrania porque los soviéticos los entrenaban para correr debajo de los tanques con bombas atadas, donde los hacían estallar), "Los pájaros" (por asociación con los ojos, los que arrancados a sus enemigos guardaba Ante Paveli en un canasto de su escritorio, o los ojos desnudos de los soldados que habían perdido los párpados), "Los renos" (crónica de los nazis en Laponia) y "Las moscas" (la pestilencia de Nápoles al cabo de años de bombardeos).

Cada capítulo es introducido por las conversaciones de Malaparte con generales, diplomáticos y miembros de la nobleza europea, de modo que los relatos se despliegan como los cuentos de Las mil y una noches y alternan secuencias pavorosas con la gozosa serenidad de banquetes y cenas, conversaciones distendidas o alentadas por sórdidas borracheras. El contrapunto dosifica los tiempos, le permite a Malaparte cambiar rápidamente de escenario y sumar a la descripción del horror la decadencia moral de sus interlocutores, su propio desaliento, la abyección de un mundo que se destruía, literalmente, en las pretensiones de su racionalidad.

Entre todas las conversaciones destaca la que mantiene con el gobernador de Polonia ocupada, Hans Frank, durante un banquete nazi en Varsovia. Malaparte es un retratista excepcional, capaz de narrar la fisonomía de una cara, descomponer una mirada y una actitud, con el atractivo de un paisaje naturalista y la concentrada intensidad de las composiciones del expresionismo. Lleva el relato por la cornisa de una complicidad cínica y sofisticada, densa y visual, centrada en la insondable banalidad del mal y un falso pacto de caballeros que le permite escudriñar la distorsionada mentalidad del crimen: el humor, el orgullo, el miedo, la legalización de todos los derechos y privilegios del asesinato masivo.

La ambigüedad moral de Malaparte es un tópico no menos oscuro, emparentado con el de Céline o Drieu La Rochelle. Asume la posición del testigo para narrar el caos y la depravación con una condena subjetiva que pocas veces lo lleva a intervenir en la salvación de las víctimas. Su desmoralización contrasta con el vigor de las descripciones, con la riquísima gama de recursos narrativos y el poderoso atractivo de una prosa que por la amplitud de su registro, capaz de ir del fino retrato de los dedos de una mano al panorámico incendio de una aldea, tiene la conmovedora cualidad de narrar un fresco histórico, descarnado y a la vez profundo. Nunca es sentimental y sin embargo, su relato tiene mucho de operístico, por la concentración y la saturada afición a lo tremendo, la imagen pavorosa, el episodio truculento. El hedor de una yegua muerta que le impide dormir en una aldea, el olor del hierro calcinado de los tanques, el retrato de los cielos de Rusia o los comportamientos de la luz en Laponia cobran en la prosa de Malaparte una proporción precisa y alucinatoria, la experiencia y la imaginación se sobreimprimen en imágenes delicadas y brutales, a menudo coinciden sobre el límite de la abyección y llevan el relato por la amarga evidencia de un mundo que se aniquila sin esperanza y sin tregua.

SALVAJE ALEVOSÍA

Alrededor de ochocientas aldeas de Bielorrusia fueron masacradas por los nazis en 1941, su retrato fílmico más conmovedor fue realizado por el cineasta ruso Elem Klímov en su película Venga y vea (1985), y el más fastuoso relato de la invasión alemana en la llamada "Operación Barbarroja" pertenece a este libro de Malaparte que no se deja clasificar; puede ser leído como una crónica y como una novela.

"Muchos de ellos habían perdido los párpados. Quemados por el frío, el párpado se desgaja como una piel muerta. Me quedé mirando horrorizado los ojos de aquellos pobres soldados del café Europejski de Varsovia, aquellas pupilas que se dilataban y se contraían en sus ojos abiertos y extraviados, esforzándose en vano por evitar la embestida de la luz. Pensé que aquellos infelices tenían que dormir con los ojos abiertos en la oscuridad, que sus párpados no eran sino la noche; que transcurrían el día caminando con los ojos abiertos y fijos en la dirección de la noche; que se sentaban al sol esperando que la sombra de la noche bajase sobre sus ojos como un párpado; que su destino era la locura, y que solo la locura podía dar un poco de sombra a sus ojos sin párpados". Si se añade la descripción de un cielo que se teñía del color rosado de las uñas de los niños, se comprenderá de qué modo extraño los escenarios más criminales de la segunda guerra europea hallaron en Curzio Malaparte a un cronista excepcional, dotado de refinamiento y una salvaje alevosía para recordar al resto de los hombres que Europa conoció el infierno.

KAPUTT, de Curzio Malaparte. Galaxia Gutenberg, 2014. Barcelona, 531 págs. Distribuye Pomaire.

Curzio Malaparte
Curzio Malaparte
Venga y vea (1985, dir. Elem Klimov)
Venga y vea (1985, dir. Elem Klimov)

Curzio Malaparte y la guerraCarlos María Domínguez

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