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Un asunto venenoso

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Samanta Schweblin

Llega la obra nominada para el premio Man Booker 2017.

Cuando el emisario o protagonista del horror o el terror es un niño, el horror o el terror se multiplican. Lo sabe Stephen King cuando escribe It o Cementerio de animales, Henry James en Otra vuelta de tuerca o Truman Capote en "Miriam". Lo sabe también y lo ensaya la argentina Samanta Schweblin en un libro publicado en 2014, Distancia de rescate, traducido al inglés y nominado este año al prestigioso premio Man Booker International 2017 que terminó ganando el israelí David Grossman.

Distancia de rescate es un ejercicio breve, una pequeña novela o relato extenso en el que dos niños David y Nina dan marco a una historia siniestra. Schweblin (n. 1978) parte de una estrategia narrativa singular, que en principio apuesta a lo críptico pero una vez completado el libro se revela bastante sencilla: diálogo más flashbacks más cajas chinas. Consiste en una conversación entre dos personajes enfermos, uno (por lo menos) próximo a morir, o ya muerto, que van revisando a modo de recuerdo los pasos y circunstancias que llevaron o llevarán a ese desenlace en un pueblo perdido del campo argentino. En la larga y densa conversación entre Amanda (madre de Nina) y David (hijo de nueve años de Clara), se van insertando sin solución de continuidad otras dos conversaciones igualmente crípticas: la de las dos madres, Amanda y Carla, y la del encuentro final entre los esposos de ambas. Parece desarrollarse en un hospital, pero evoca en un punto los diálogos de inframundo de Pedro Páramo de Juan Rulfo, quizá la novela que mejor sobrevivió del llamado boom latinoamericano. Los "murmullos" que en Rulfo pautaban ese bullir soterrado de muertos que no encontraban paz son sustituidos aquí por la permanente alusión a los "gusanos" que hace David, uno de los protagonistas más perturbadores que ha creado Schweblin (y tiene varios, tanto en los relatos de Pájaros en la boca, 2009, como en los de Siete casas vacías, 2015).

Los personajes de Distancia de rescate procuran desentrañar qué es "lo importante", el "punto exacto", el "detalle". Aquello sobre lo que se discute esa importancia no está explicitado sino que lo da el marco ambiental del relato: brillantes y verdes campos de soja, latas de arvejas que no conviene comer, niños con manchas o deformidades, animales envenenados, riachuelos contaminados, agua con olor, etc.

Schweblin no precisa nombrar a las multinacionales contaminantes o progresistas de los transgénicos (el monopolio Monsanto), no precisa mencionar el glifosato u otros herbicidas potencialmente tóxicos, no precisa hablar desde un púlpito ecológico de la biodiversidad, el cambio climático o el planeta en peligro a raíz de los intereses económicos o la simple estupidez humana. Su "denuncia" está hecha a puro efecto literario, desde la historia mínima de dos madres que sufren por sus hijos y darían el alma al diablo por salvarlos, padres ausentes o distraídos, e hijos en quienes el Mal de algún retorcido modo se encarna. Ese paso al costado es lo que vuelve interesante su libro y revela una vez más sus dotes técnicas. Apoyada en pocos personajes encerrados en micromundos familiares, Schweblin se permite narrar de un modo que oscila entre lo naf explícito y lo trascendente de fondo. El resultado transmite un horror poco identificado aún: ese que espera con fecha de caducidad pero paciente en las góndolas de los comercios, perfectamente envasado, listo para comer.

DISTANCIA DE RESCATE, de Samanta Schweblin. Random House Mondadori, 2016. Buenos Aires, 124 págs. Distribuye Penguin Random House.

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