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Anomalía en Irlanda

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Barry McCrea

Escritor y académico en letras, como todo irlandés vivió el Ulises de lejos, con sospecha. Hasta que emigró y los extranjeros lo obligaron a leerlo.

DURANTE mucho tiempo el Ulises fue un libro ignorado en la propia Irlanda. Barry McCrea, escritor irlandés y docente en la Universidad de Notre Dame, Illinois (USA), señaló en las Jornadas que "si el Ulises durante muchos años fue un texto literario clave para los extranjeros, para los irlandeses durante la mayor parte del siglo XX fue una anomalía. Preferían pensar en Yeats o en Heaney como escritores nacionales". Cuenta que creció en Sandycove, Dublín, cerca de donde se inicia el Ulises en la torre Martello. En Bloomsday (16 de junio) "solían darse pequeñas celebraciones alrededor de la torre. Pero Joyce no se enseñaba ni en la escuela, ni en el liceo, ni en las universidades. En parte por la presión de la Iglesia Católica, también por su dificultad y obscenidad, y además porque Joyce no correspondía a la imagen que Irlanda tenía de sí misma. De hecho la cultura de Dublín nunca se identificó con el alma nacional de Irlanda, al contrario. La Irlanda independiente siempre ha tenido un prejuicio anti-urbano. Las ciudades eran consideradas inglesas, protestantes, impuestas desde afuera. El alma real de la nación es rural". Cuando McCrea cumplió 23 años se fue a una universidad norteamericana a realizar un doctorado en literatura comparada. "Allí me reconocían por el acento, y al enterarse además que había crecido en Sandycove, se emocionaban. Me hablaban de los personajes del Ulises, me preguntaban por expresiones que no entendían. Y yo me sentía muy avergonzado... porque no había leído el Ulises. Tanto que no me animaba a confesarlo. Reía de forma enigmática, como dando a entender que sí, por supuesto, lo había leído muchas veces, muchísimas. Tantas, que ya no podía hablar más de ella. En mi primer verano del doctorado me fui a París y me leí el Ulises completo. Fue una extraordinaria revelación, ya que reconocí calles, expresiones, actitudes, acentos y sobre todo el lenguaje de mi Irlanda, y el de mis abuelos. Ante mis ojos se presentó una luminosa realidad literaria".

Con el boom económico irlandés de 1995 al 2007 el Ulises pasó a ser un texto nacional emblemático, un símbolo tanto para el sector público como para el privado. Instalado en el imaginario popular, en las casas, en las decoraciones callejeras, el nuevo Joyce apropiado ocultaba un hecho: que nunca fue aceptado en Irlanda. Quizá eso explique la paradoja de por qué tantos dublineses afirman hoy adorar y celebrar el Ulises, sin haberlo leído. Cuenta Eduardo Lago que en un Bloomsday reciente el periodista del Irish Times que cubría los festejos en Dublín preguntó a decenas de personas y no encontró uno que hubiera leído el libro. Hasta que se cruzó con los Caballeros de la Orden del Finnegans, grupo fundado por Lago, que merodeaba. Algunos, no todos, confesaron haberlo leído. Todos eran extranjeros.

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