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Amante, esposa, musa y carcelera: Véra Nabokov, la mujer de Vladimir

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Véra Nabokov

Una mujer importante

Una novela aborda con lucidez la relación afectiva y creativa entre Véra Nabokov y Vladimir Nabokov, el creador de la famosa novela Lolita.

La mujer decidió que su marido dejara de escribir en ruso y lo hiciera en inglés (el inglés es mucho más fluido y se lee con mayor comodidad). La mujer decidió que su marido dejara de escribir cuentos y se dedicara exclusivamente a las novelas (los cuentos nunca venden tan bien como las novelas y no es cuestión de andar perdiendo el tiempo). La mujer decidió sentarse en la primera fila de todas las conferencias que su marido brindaba en distintas universidades (las universidades están llenas de jóvenes hermosas y todos saben cómo es el carácter de su marido: frágil, enamoradizo), aunque ya le había perdonado algunos deslices en su lejana juventud, siempre y cuando no terminaran en un descalabro como casi ocurre a fines de los ‘30 con Irina Guadagnini, una poeta rusa de ojos tan azules que podían competir con el color del Mediterráneo en las costas de Cannes. La mujer decidió dónde vivirían, cómo criarían a Dmitri, su único hijo, cuándo y de qué modo pagarían sus cuentas, cómo fijarían su estándar de vida y a qué idiomas traducirían las obras de su marido. Todo eso había decidido Véra, la esposa de Vladimir Nabokov.

Y la novela Un revólver para salir de noche, de la checa radicada en Barcelona Monika Zgustova (1957), que empieza siendo una aproximación a Nabokov (1899-1977), autor, entre otras obras centrales de la literatura moderna, de Lolita, Ada o el ardor y Habla, memoria, termina convertida en una apología de su todopoderosa cónyuge, Véra Yevséievna Slónim (1902-1991). Zgustova viene escribiendo sobre mujeres que protagonizaron, en algunos casos alimentando la incidencia de las cercanías masculinas, hechos destacables a lo largo del siglo XX. Así ocurre con Vestidas para un baile en la nieve, testimonio de nueve mujeres que vivieron en los gulags soviéticos, con Las rosas de Stalin, que aborda la vida de Svetlana Alilúyeva, la hija del dictador Iósif Stalin que en 1967 se refugió en Estados Unidos, y con La intrusa. Retrato íntimo de Gala Dalí, sobre quien fuera la esposa de Paul Éluard y luego de Salvador Dalí.

Mi cuento de hadas

Vladimir y Véra habían nacido en San Petersburgo en el seno de familias acomodadas y de estirpe aristocrática, pero recién se conocieron en el exilio de Berlín, en mayo de 1923, en un baile de disfraces organizado para recaudar fondos con destino a las familias más desposeídas tras huir de Rusia. Él ya había publicado poesía, y venía de un duro desengaño amoroso al ser abandonado por su prometida Svetlana Siewert, con quien tenía planeado casarse. Véra era una joven de algún modo misteriosa, culta, que se sabía de memoria algunos poemas de su nuevo galán y que se atrevió a recitárselos para su sorpresa. Vladimir, tras algunas semanas en que no se pudieron ver, le envió una carta: “Sí, te necesito, mi cuento de hadas... Porque eres la única persona con la que puedo hablar sobre la sombra de una nube, sobre la melodía de una idea y sobre cómo hoy, mientras iba a trabajar, he mirado un girasol a la cara y él me ha sonreído con todas sus semillas”.

La pareja se casó meses más tarde, en abril de 1925. Siempre en Berlín, trabajando ambos muchas horas diarias —Véra era secretaria y traductora en una editorial, Vladimir ya ejercía como docente. En 1934 nació Dmitri. En 1940, establecidos brevemente en París y tras larga insistencia de parte del escritor, partirían rumbo a Estados Unidos apenas tres semanas antes de que los nazis bombardearan la capital francesa. No tardaron demasiado en adaptarse a su nueva residencia ––ambos manejaban el inglés desde niños— y él comenzó a dar clases de literatura europea y rusa. Cuando en 1955 dio a conocer Lolita en una edición francesa casi marginal y catalogada como pornográfica, la vida del matrimonio comenzó a cambiar radicalmente. Mientras la novela era prohibida en Inglaterra y en España, las ventas comenzaron a multiplicarse. Vladimir había dedicado cinco años a su escritura, y los originales fueron corregidos, pasados en limpio y mecanografiados por Véra varias veces. Recién en 1958 el libro pudo editarse en Estados Unidos, y su éxito fue meteórico. Los Nabokov se volvieron ricos.

Lolita estuvo inspirada en un hecho real, ocurrido en 1948, cuando Frank La Salle, un mecánico de cincuenta años que se hizo pasar por un agente del FBI, secuestró y mantuvo en cautiverio a Sally Horner, una niña de once años, durante veintiún meses. Nabokov rodeó a su personaje de una serie de ambiguas figuras, pero sobre todo puso a su acecho a Humbert Humbert, un profesor de poesía francesa que la secuestra cuando ella tiene apenas doce años, dando comienzo a un largo periplo por un Estados Unidos crudamente reflejado. Nabokov luchó con la forma del libro y a punto estuvo de quemar el manuscrito, pero Véra lo rescató del fuego y lo conservó hasta que su esposo pudo ponerle punto final. En 1962 el director Stanley Kubrick lo adaptó al cine en un notable filme protagonizado por James Mason, Peter Sellers y Sue Lyon. Sally Horner falleció dos años después de su retorno a casa, en un accidente automovilístico. Lolita pasó a la eternidad.

Una Browning en la cartera

Zgustova ubica a los protagonistas de Un revólver para salir de noche ya en la madurez, cuando en la década de los sesenta se instalan —por decisión de Véra y bajo disgusto de Vladimir, quien hubiera preferido seguir viviendo en Estados Unidos– en el hotel Palace de Montreux, en los Alpes suizos, frente al bellísimo lago Léman, donde residirán durante dieciséis años gracias al generoso dinero recaudado por aquella novela. Están a un par de horas de Milán, donde Dmitri, cantante de ópera, integra el elenco de La Scala, y a pocos kilómetros de Ginebra, a mitad de una ruta que editores, traductores y periodistas transitan para hablar con el escritor, siempre y cuando la esposa, quien a toda hora carga con una Browning en su cartera, decida si vale la pena que su marido hable con ellos.

El devenir narrativo está estructurado en base a una serie de flashbacks que evocan los primeros encuentros de la pareja, los antiguos romances de Vladimir y el parentesco de sus personajes literarios con algunos integrantes de su propia familia y con él mismo. Todo se conjuga desde la descripción de una peripecia que va de la fama sin límites a una cotidianeidad hecha de paseos por las orillas del Léman, y en la serena vida en un hotel donde tienen todo a su alcance y no se preocupan por ninguna tarea doméstica. El libro está escrito con una cálida exactitud, y esos virajes en el tiempo son eficaces al momento de delinear un matrimonio de rasgos únicos. Zgustova no disimula la simpatía que Véra le genera, pero ello, en lugar de desviar la historia, la enriquece y le ofrece un punto de vista sugestivo y singular.

UN REVÓLVER PARA SALIR DE NOCHE, de Monika Zgustova. Galaxia Gutenberg, 2020. Barcelona, 150 págs.

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