Cualquiera que entienda algo de elecciones sabe que el Frente Amplio (FA) no gana hablándole solamente a los compañeros que viven atrincherados tras el muro de yerba del comité.
El FA precisa abrirse y seducir a otros uruguayos, numerosos, que no tienen la camiseta puesta todo el día, capaces de criticar posiciones izquierdistas ideológicamente cerradas y apolilladas, y que tampoco adhieren convencidos a todo lo que ofrece el actual oficialismo. Los especialistas suponen, mal que bien, que hay un 35% para el lado FA, un 35% para el lado Coalición Republicana (CR) -sumando simpatías a sus distintos partidos-, y que el triunfo se juega en ese aproximadamente 20% -medio millón de personas, para redondear- que no es tan politizado, que decide casi siempre hacia el final, y al cual no se le llega con las mismas consignas y discursos que conmueven y convencen a los 35% de cada lado ya asentados.
Nada de esto es nuevo. La inteligencia de Tabaré Vázquez lo percibió a inicios de los 90, y no solamente renovó el discurso izquierdista, sino que también procuró agrandar al FA, corriéndolo hacia el centro y la moderación, y sobre todo hacia la alteridad política, con el acuerdo que fijó el Encuentro Progresista y el fundamental apoyo de Rodolfo Nin. Así, en círculos concéntricos en torno al FA, se fueron gestando las alianzas que dieron los tres triunfos nacionales a partir de 2004, ya con las reglas del balotaje vigentes y por tanto con una verificable polarización de bloques.
Hoy, luego de constatar que octubre de 2019 la dejó en el mismo lugar electoral que octubre de 1999, la izquierda recorre el mismo camino. Mientras que el discurso del FA se atrinchera de forma de asegurar ese 35% a toda costa, quien sale a tropear resentidos, notables y referentes, de izquierda, de filo- izquierda, y desilusionados de haber votado a la CR (bocatti di cardenale mancino), es Richard Read. El objetivo es que toda esa gente que hoy no acompaña al FA termine haciéndolo desde otro lugar, más digno, más nuevo, más independiente, y que haga sentir identitaria y hasta moralmente mejor a quienes allí se integran.
Por supuesto, nada es gratis: el FA tendrá que ceder cargos relevantes a los nucleados por Read. Será la señal simbólica de que, efectivamente, se abrió a atender de verdad a los votantes de ese perfil, y la señal concreta de que ir por el lado de Read permitirá ejercer el poder si el FA triunfa. Para retomar con la imagen de lo ocurrido en los 90: Nin no debió su vicepresidencia y notable protagonismo en gobiernos del FA a sus votos propios, sino al lugar estratégico que ocupó para asegurar el triunfo de la izquierda.
¿Mucha gente adherirá a este movimiento? Por un lado, están los más vivos que verán que, de ganar, con Read se abre un camino relativamente corto para alcanzar posiciones políticas que, de otra forma, es decir yendo a la cola de la militancia del comité, se harían inaccesibles. Por otro lado, están todos aquellos que adherirán porque es la forma de poder volver a sumarse a algo que aman de corazón: la izquierda. Finalmente, la competencia más importante será con la CR y entre las mayorías populares urbanas: allí es dónde hay que desenmascarar la falsedad del Richard´s game.