Arrancó el año. Como siempre, hay luces y sombras en la economía. Si bien la sequía y el atraso cambiario son dramáticos para el sector agroexportador, hay otros factores muy relevantes que afectan a la economía del país que están mejor de lo esperado.
La seca es grave y los pronósticos meteorológicos no son buenos, se prevén solo dos episodios modestos de lluvias en el corto plazo. El gobierno extendió la emergencia agropecuaria hasta abril. Varios organismos estatales tomaron medidas para mitigar el golpe, entre ellas la postergación de vencimientos de pagos la BPS, la prórroga de pagos y reducción del costo de las facturas de UTE, la extensión de créditos vigentes por parte del BROU, así como el lanzamiento de nuevos créditos a tasas subsidiadas por Republica Microfinanzas y la ANDE, y de apoyos directos de los gobiernos departamentales. Es muy difícil proyectar el impacto económico que puede tener. Operadores del sector estiman que el daño puede superar los 1.000 millones de dólares en 2023. Todavía hay esperanzas de que pueda ser menor.
Al mismo tiempo, el atraso cambiario es un problema serio para todos los exportadores y no tiene fácil arreglo. Una baja en la tasa de interés en pesos por parte del Banco Central puede ayudar a frenar la caída del dólar, pero no a hacer milagros. El encarecimiento relativo del país es una realidad que se debe complementar con mejorar genuinas de competitividad. Los problemas complejos no se resuelven con respuestas simples.
Mientras tanto la temporada turística viene mucho mejor de lo esperado, a pesar de que la suba del dólar en Argentina hace que el diferencial de precios con nuestro principal cliente sea grande -cerca del 70% de los visitantes de verano del exterior llegan desde allá-. El turismo interno ha sido un gran protagonista en la temporada. La percepción generalizada entre los operadores es que enero fue muy bueno en los principales destinos turísticos del país, desde las costas del este, pasando por Colonia y las termas.
Por su parte, las señales financieras globales son mejores de lo que se esperaba hace unos meses atrás. Históricamente, una gran proporción del movimiento del PBI de Uruguay en el corto plazo se puede rastrear en la dinámica de factores del contexto económico internacional. Ahí hay cambios positivos.
A nivel global la inflación mundial empezó a ceder, luego de que el año pasado se aplicada la receta tradicional de la suba de las tasas de interés. Después de haber llegado a su pico en junio, la inflación en EE.UU. baja todos los meses. Con algo de rezago, lo mismo sucede en Europa. En ambos casos, las expectativas inflacionarias se revisan a la baja para el 2023. Los registros todavía siguen altos, la enfermedad no está curada; pero hubo respuesta a la medicina aplicada, lo que es importante.
Como consecuencia de lo anterior, el costo del financiamiento externo está ahora bastante por debajo de lo que se esperaba y mejoran las perspectivas de crecimiento de las principales economías del mundo. A su vez, los precios globales de los principales productos del sector agroexportador, que habían caído fuerte el año pasado, dejaron de bajar y se estabilizaron.
El índice líder de Ceres-nuestro termómetro mensual de actividad económica- subió en enero, luego de dos caídas consecutivas. Habrá que ver como sigue en los próximos meses, pero es una buena señal para el arranque del año.
Dicho todo lo anterior, a pesar de la sequía y el atraso cambiario, el 2023 puede ser un buen año para la economía del país.