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Aunque los “días mundiales” suelen ser en los hechos estrategias más engañosas que efectivas, de cualquier manera contribuyen a reflexionar sobre muchos temas importantes, aunque más no sea de manera breve y pasajera.

La semana pasada le tocó el turno a los humedales, valiosos ecosistemas que hasta hace unas décadas eran considerados una desgracia de la naturaleza, especialmente cuando concentrábamos nuestra atención en los pantanos y bañados.

Eran áreas inútiles, improductivas, caracterizadas por elementos negativos a la visión miope de la mayoría de las personas.

Pero, como suele suceder para bien de la humanidad, a medida que se fue tomando más en serio la información científica, quedó en evidencia que estos ecosistemas de una variadísima manifestación en la geografía, cumplen una función fundamental para la calidad ambiental de muchas regiones.

Antes la visión hegemónica era “conservación” o “producción”, ahora es “producción sustentable” o sea utilizando la conservación como uno de sus pilares.

Desde luego la definición de humedal es mucho más amplia que restringirnos a “bañados” y “pantanos”. Incluye toda zona que está inundada en forma temporal o permanentemente. Debido a la propia dinámica hídrica de los lugares que consideremos, el concepto incluye además a lagos, ríos, arroyos, cañadas, acuíferos, bosque ribereños y pastizales inundables. También a campos cubiertos por agua de manera intencional, como por ejemplo los arrozales.

¿Por qué son tan importantes? Porque la existencia de los humedales aporta varios beneficios de primer orden ambiental y productivo. Son estructuras naturales que cumplen una función relevante en el filtrado natural del agua dulce. Actúan como enormes esponjas frente a los excesos de lluvias, atenuando los efectos negativos de las inundaciones. Contribuyen de manera significativa al almacenamiento del carbono atmosférico, minimizando el calentamiento global. Albergan y propician el desarrollo de una extraordinaria riqueza en diversidad biológica. Según la Convención Ramsar el 40% de las especies del mundo viven o se reproducen en los humedales; tanto mamíferos, reptiles, aves, anfibios, peces (vertebrados), invertebrados, como una flora de amplísima variedad.

La acción humana ha provocado la desaparición del 35% de los humedales planetarios, principalmente por lo devastadora que resultó aquella visión despreciativa de estos ecosistemas. En la actualidad su peor enemigo sigue siendo el cambio en el uso del suelo porque se incrementaron significativamente las posibilidades tecnológicas, así como la intensidad de los sistemas productivos.

Nuestro país intenta afianzar una política de uso y manejo sustentable de sus humedales; incluso prohibiendo la desecación, drenaje, etc. de terrenos pantanosos o encharcadizos, bañados o lagunas que sean de importancia ambiental (Código de Aguas). Continúa elaborando un inventario nacional de humedales para mejorar significativamente el conocimiento sobre delimitaciones, valores ecológicos, amenazas y así redefinir monitoreos y estrategias de mejor uso y conservación.

Hay muchísimo por hacer porque nuestro país cuenta con una riqueza extraordinaria en este rubro, en general muy poco conocido por la sociedad (casi ausente en la educación y en la comunicación) y por ende, subvalorado.

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