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La función importa más que el profesor

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CARLOS MAGGI

PISA es el instituto internacional más autorizado para evaluar estudiantes; nadie medianamente bien enterado, discute su solvencia para producir indicadores precisos sobre la función docente y su eficiencia.

Cuando sistemáticamente, más de la mitad de los uruguayos de 15 años no saben ni entienden lo necesario, la culpa no es de los estudiantes sino de sus profesores, a quienes las autoridades no se atreven a controlar.

El estancamiento empezó hace años; fracasaron los gobiernos que se turnaron en el poder; ninguno de ellos pudo meter en vereda a los sindicatos.

Cuando hubo una reforma en serio, como la de Germán Rama; los sindicatos se encargaron de destrozarla.

La responsabilidad de las autoridades se dio por omisión; toleraron el bajón de la función docente.

Hay quien dice que los adolescentes salen de secundaria peor educados que cuando entraron.

Muestro una prueba: los especialistas del PISA que recogen en el mundo, medio millón de experiencias cada tres años, dan a conocer su "extrañeza" cuando hablan de los resultados obtenidos por nuestros estudiantes.

Andrés Peri, el representante del PISA en nuestro país dijo:

- Uno de los datos más fuertes que arrojó la evaluación del 2009 fue el porcentaje de repetición. Uruguay es el cuarto país dentro de los 65 participantes en cuanto a niveles de repetición."

Y un poco más abajo, agregó:

- "Los alumnos de bajo desempeño, los del porcentil 5, en Uruguay tienen un desempeño por debajo de los de Chile y muy por debajo de los de México. Eso me parece una cuestión "sorprendente."

Estas sorpresas en gente ducha en comparar el rendimiento estudiantil, provoca muchas preguntas: ¿Habrá que tomar medidas, cuando los especialistas se asombran ante lo desastroso que les parece el trabajo de nuestros profesores? ¿Será lo más acertado colocar representantes de los profesores en los órganos de dirección de la enseñanza?

El conocido "caso Guasco" aconseja proceder con mayor cuidado. ¿No será que los profesores son buenos y los gremialistas no les permiten ejercer a conciencia su profesión? Daniel Guasco habla por los profesores y es partidario de la ignorancia; no importa que los muchachos no sepan leer; importa que salgan imbuidos de ideología.

Cuando un sistema docente "se engripa" (como dicen los mecánicos cuando un motor se tranca y deja de funcionar), corresponde revisar a los agentes encargados de formar a los muchachos. Algo está pasando que no puede quedar como está.

¿Quiénes son los responsables directos de que esta máquina falle?

El gran mareo empieza en el Ministerio de Educación. El Ministro Ehrlich no se alarma cuando se entera que la formación de los muchachos fracasa, si son pobres. La subsecretaria María Simon participa de la tesis: que no sepan y que no entiendan no importa.

La suerte de los estudiantes más pobres, condenados de antemano, no es problema.

En la enseñanza uruguaya, las grandes discusiones públicas refieren al dinero o a la comodidad de los profesores; o a los "excesos" de autoridad de algún director de liceo, que intentó sin mayor éxito, controlar a los funcionarios docentes. Las estadísticas comparadas entre los colegios privados y los liceos públicos demuestran que no son los estudiantes los incapaces; su inteligencia y comportamiento no le envidia nada a nadie.

Hay en Casavalle, un barrio muy modesto, rodeado de cantegriles, un liceo que no tiene estudiantes repetidores, ni deserción. El liceo Jubilar es gratuito y está libre de estos dos flagelos que malean la enseñanza pública.

No es la pobreza la que atonta a los muchachos.

¿Cómo obtuvo su formidable éxito el Liceo Jubilar?

Le pregunté al director cómo pudo mantener las paredes sin un solo grafiti; y el director contestó:

- Es natural. La limpieza está a cargo de los estudiantes. El hecho de que nadie atienda a lo que se enseña ni cómo se educa en los liceos públicos, salta a la vista; los muchachos que se pierden debido a una educación extraviada, serían en buena proporción, ejemplos triunfantes, si su casa de estudio funcionara de otra manera. Las pruebas se acumulan y no dejan mentir.

Tal vez llegó la hora de pedirle cuentas a cada uno por lo que hace o deja de hacer.

Observo un hecho plausible: la negativa ante las reclamaciones de más dinero para la enseñanza. Es unánime la opinión en contra de las reclamaciones por un 6% del PBI. Un uno y medio del Producto Bruto, es mucho dinero y nadie está dispuesto a dotar de más recursos a una organización que no sirve.

Nadie que oiga ese pedido de más y más dinero, deja de preguntar ¿para qué? ¿Quién se molesta en trazar un plan para salir del pozo en el cual estamos?

Al revés están apareciendo los partidarios de dejar todo como está; y eso si: darle línea política a los muchachos derrotados. Javier de Haedo y Isaac Alfie escribieron el lunes pasado sendos artículos en el Suplemento "Economía y Mercado" de este diario con la misma amargura que motiva esta nota.

Haedo escribe:

- El PBI del cual la enseñanza se lleva el 4.5%, crecerá en el quinquenio más del 25%. En el 2015, habrá pues mucho más recursos en términos reales a valor constante, que en el 2010.

Alfie escribe:

- Los resultados no pueden ser más desoladores. Sepa el lector que mi sensación es un mezcla de bronca, impotencia y angustia. Los resultados nos auguran un futuro de mayor concentración de la riqueza y más cantidad de analfabetos funcionales; es decir: personas cuyo modo de vida terminará reduciéndose a la caridad pública o a transferencias desde el Estado. Por cierto, un triste destino.

De Haedo propone:

- Mayor transparencia en materia de resultados y que haya premios y castigos, en proporción; y otro modelo de gestión con mayor autonomía en cada unidad institucional donde las escuelas y los liceos compitan entre sí, en cuanto a recursos logrados según el rendimiento de los estudiantes.

Y concluye: esa es la verdadera autonomía que debiera tener nuestra enseñanza pública.

Alfie propone:

- Aumentar los días de clase y eliminar el ausentismo docente (un tercio). Pagar una parte del sueldo según el rendimiento de los respectivos alumnos. Que los padres participen en el manejo de los aspectos educativos; y que controlen toda actividad de política proselitista.

Ninguna de las sugerencias que se hagan en este momento de indignación y de congoja, debe ser echada en saco roto.

Son parte de un principio de sanidad que nació espontáneamente: Hay un alto a la soberbia, que no tiene vuelta atrás: ninguna institución de enseñanza pública recibirá mayores recursos si no se asegura previamente, el logro de algún resultado.

Es sano, considerar que se configura una estafa cultural cuando la enseñanza pública es gratuita, obligatoria; poco laica; y… para nada. Contemplar cómo aparecen defensores del fracaso, inquieta; pero eso es justamente, el principio de la regeneración.

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