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Entre el paisaje, los sueños y el impulso de rebelión prometeica

| Trece films en Sala Cinemateca y 46 fotografías en su galería traen la imagen de un artista

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MEGALOMANIAS. El poder, su 
abuso y su carácter autodestructivo recorren la obra de Herzog: 
rodaje de "Cobra Verde" 200x300
MEGALOMANIAS. El poder, su abuso y su carácter autodestructivo recorren la obra de Herzog: rodaje de "Cobra Verde"

GUILLERMO ZAPIOLA

Se trata de un doble acontecimiento. Por una parte, en la Galería Cinemateca (Lorenzo Carnelli 1311, subsuelo) se presenta la exposición fotográfica La fuerza del cine, una serie de 46 fotografías de gran tamaño tomadas por Beat Presser que registran al cineasta alemán Werner Herzog en acción. Se trata de la documentación gráfica de una aventura física a veces demencial: como se sabe, Herzog ha recorrido medio planeta y hecho de cada uno de sus rodajes un despliegue de esfuerzo, desafío y agotamiento (transportar un barco a través de la selva y la montaña, por ejemplo, en Fitzcarraldo) que merecía ser conservado. Eso es lo que hace esta exposición de fotos que llega ahora a Montevideo.

Por otra parte, en Sala Cinemateca (mismo edificio, un piso más arriba) comienza una amplia retrospectiva de la obra del gran cineasta alemán, incluyendo algunos títulos inéditos en el Uruguay. Ambos acontecimientos llegan a Montevideo gracias al apoyo del Instituto Goethe.

HERZOG. Cuando se le pidió cierta vez que valorara el fenómeno de auténtica renovación que significó, hace casi cuatro décadas, el Nuevo Cine Alemán (Kluge, Fassbinder, Reitz, los Schamoni, Schroeter, Schlondorff, Syberberg, Wenders, él mismo), y el papel que le tocó representar en ese movimiento, Werner Herzog afirmó: "Soy un sobreviviente". Y agregó: "Fue una especie de milagro, un misterio que no termina de explicarse. De pronto, en varias partes del mundo, el cine empezó a cambiar. La Nouvelle Vague, la Primavera de Praga, el Cinema Novo brasileño, el propio cine alemán. En el caso de Alemania, teníamos que inventarlo todo, el cine realmente no existía".

En su caso por lo menos, se trataba, además, de empezar literalmente de la nada: nacido en Munich pero educado en una aislada granja de las montañas bávaras, vio por primera vez una película a los catorce años y un teléfono a los diecisiete, y tardó en averiguar lo que era una naranja. El encuentro con el cine fue decisivo: "Comprendí que eso era lo que quería hacer". Con disciplina muy germánica trabajó como soldador en una acería para comprar una cámara, y a los diecisiete años realizó su primera película, un documental sobre el sistema penitenciario alemán. En esa misma época emprendió el primero de sus numerosos viajes, llegando hasta Sudán, "donde fue mordido por las ratas y pasó cinco días enfermo en un establo abandonado". También quiso conocer Albania, que en plena Guerra Fría era "el enigma de Europa, una mancha blanca en el mapa", y se lanzó mochila al hombro a través del continente hasta Grecia, "rebotando" empero en la frontera albana.

Un poco antes se había convertido provisionalmente al catolicismo, quizás como afirmación adolescente ante una familia atea. Estudió historia, teatro y literatura en Munich, llegó a los Estados Unidos gracias a una beca Fullbright, intentó aprender cine en la universidad de Pittsburgh (de donde fue echado a los tres días), y hasta trabajó una temporada para la N.A.S.A., aunque luego debió abandonar el país. Al parecer, sobrevivió durante algún tiempo contrabandeando televisores en la frontera mexicana.

Sigue siendo un apasionado del alpinismo y los viajes (su propia obra cinematográfica es un gran viaje a través del mundo), y asegura que "las cosas importantes de la vida", como declararse a una enamorada o conocer realmente a alguien, deben hacerse personalmente, y no mediante el teléfono o el fax. Se define como "un soldado del cine", arte cuyo futuro contempla con cierto pesimismo: "Todo es Hollywood, el cine europeo no existe, los jóvenes realizadores alemanes solo quieren hacer comedias". Deposita empero una cuota de confianza en los cines chino e iraní ("Abbas Kiarostami es tal vez la única gran esperanza para el cine mundial").

Herzog detesta la New Age y otros esotéricos que según él "hablan de la Naturaleza de un modo que no puedo soportar". También ha sostenido que la Naturaleza no es "erótica", como dijera alguna vez su difunto amigo Klaus Kinski. "La Naturaleza es obscena, un caos aterrador en el que los seres vivos se devoran unos a otros". También afirma: "No creo en el ‘cinema verité’. La verdad no se descubre en la superficie. Hay una verdad más profunda y misteriosa, que siempre estoy buscando. La fantasía y la mentira rinden, artísticamente, más que esa verdad superficial. Mi mejor documental es Fitzcarraldo".

OPINIONES. De las múltiples opiniones que la crítica internacional ha emitido a propósito de la obra de Herzog puede recogerse una afirmaciones del español Manuel Alcalá: "Werner Herzog es, en el panorama del Nuevo Cine Alemán, un cineúrgo típico, es decir un creador. Su cine produce la sensación de realizarse más por necesidad interna que para lograr la complacencia de los espectadores. De ahí su poco sentido comercial. Herzog necesita un cine metafísico, más allá de la incómoda realidad. Sus imágenes tienden, por lo mismo, a evitar toda distracción temática, obligando al espectador al repliegue de sus fantasías".

La trayectoria de un creador cinematográfico

n La retrospectiva Werner Herzog que comienza hoy en Sala Cinemateca está integrada por 13 títulos, que habrán de exhibirse a razón de uno por día hasta el próximo martes 29 de noviembre inclusive. La muestra arranca con Signos de vida (1967), un film inicial donde ya se insinúan los temas de la rebelión prometeica y el fracaso que caracterizarían buena parte del trabajo posterior del director.

El jueves va Fata Morgana (1968), un "documental de creación" sobre el desierto como paisaje místico y onírico. El viernes se exhibirá También los enanos empezaron desde pequeños (1970), metáfora de otra rebelión y otro fracaso donde no resulta difícil entender a los enanos del título, internados de una especie de centro de detención, como la metáfora de una humanidad confundida.

En días siguientes irán otros films como País del silencio y la oscuridad (1970/71), un documento sobre la ceguera y sobre el proceso de rodaje, Aguirre y la ira de Dios (1972), el clásico relato de rebelión prometeica en tiempos de la Conquista; El enigma de Kaspar Hauser (1974), caso real de hombre que vivió aislado durante un largo lapso, y las manipulaciones en su torno, quizás otra metáfora sobre la condición humana; Corazón de cristal (1976), sobre un maestro cristalero y los secretos de la creación; La balada de Bruno S. (1977), sobre marginales europeos en USA. Y no faltarán tampoco su personal Nosferatu (1978) y Woyzeck (1978/79), sus alucinatorios Fitzcarraldo (1982) y Cobra Verde (1987), y hasta su testimonio sobre Klaus Kinski, su actor fetiche, adecuadamente titulado Mi enemigo preferido (1999).

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