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Suárez podría quedarse sin ocupantes

| Desde 1985 hasta el presente los mandatarios electos residieron en la vieja casona del Prado

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Ella sigue allí, majestuosa y aislada, en medio del Prado e incólume desde hace 98 años, cuando fue construida. A pesar de los rechazos, la residencia presidencial de Suárez y Reyes sigue siendo un mojón de curiosos y un archivo de anécdotas, recuerdos y hasta algún escándalo de los presidentes que vivieron en ella.

En la campaña que hoy se traduce en votos, los dos principales candidatos dijeron que, de ser electos, no residirían en Suárez. El frentista Tabaré Vázquez decidió de antemano que si gana ejercerá el gobierno desde la mansión, dejando de lado el bloque de concreto del Edificio Libertad. Y agregó: "El ciudadano presidente de la República es un empleado público, que recibe un salario pagado por la ciudadanía, y no tiene por qué vivir en un palacio". No obstante, ha dicho que la usará como oficinas.

En tanto el nacionalista Jorge Larrañaga dijo contundente que de Suárez, ni hablar. "Por mi forma de ser no podría vivir ahí, aunque lo usaría para tareas oficiales. Siento que esas son rejas que tiene un presidente y yo quiero ser un gobernante cercano a la gente".

Rechazos aparte, la actual residencia principal de los presidentes comenzó a oficiar como tal en el gobierno de Luis Batlle Berres, fue utilizada brevemente por Andrés Martínez Trueba y debió esperar un largo período para recibir al próximo presidente. A diferencia de su antecesor Oscar Gestido, quien nunca quiso vivir allí y se quedó en su casa de Gabriel Pereyra, Jorge Pacheco Areco se mudó a Suárez sin dudarlo, al igual que Juan María Bordaberry, el siguiente presidente que la ocupó hasta 1976, cuando fue destituido por los militares. Lo seguirían dos presidente de facto, Aparicio Méndez y Gregorio Alvarez. Y todos los presidentes uruguayos desde el retorno a la democracia.

CASA-QUINTA. La residencia de Suárez nació de la tradición de casas quintas que se multiplicaron en varias zonas de Montevideo, pero particularmente en el Prado. Según se explica en el libro "Casas Presidenciales del Uruguay", de Miguel Carbajal y Alfredo Testoni, la historia de los terrenos en los que hoy se levanta la casa y sus jardines comenzó en 1832, cuando Juan Sánchez se los compró al gobierno. Durante los 110 años siguientes pasaron por varias manos particulares, que incluyen apellidos como Viana, Pérez, Apothelotz, Bonifacino, Púrpura y Bayley.

En 1907 se remataron 12 solares entre los que se encontraba el de Suárez, que fue adquirido por Adelina Lerena de Fein por 8.875 pesos. Allí los Fein Lerena mandaron construir una casa de tres plantas y para ello eligieron a un joven arquitecto de la época, Juan María Aubriot, que terminó la obra en 1908. A la muerte del dueño de casa la familia decidió vender.

La propiedad fue adquirida por Werner Quincke, alemán, quien la compró con una base de 80.000 pesos. La familia no vivió mucho tiempo en su nueva residencia; en 1925 los Susviela Elejalde compraron la casa, pero también estuvieron allí durante un breve período, porque en 1928 Federico Susviela, murió de cáncer de páncreas. Sus herederos, agobiados por una hipoteca e impuestos municipales impagos, decidieron ceder sus derechos ante la Intendencia de Montevideo.

Luis Batlle Berres fue el primer mandatario en convertir a Suárez en residencia presidencial. Según su viuda, Matilde Ibañez, la historia comenzó en 1925, cuando ella conoció a quien sería su marido en la esquina de Suárez y Reyes (actualmente 19 de abril). Cuando su marido se convirtió en presidente, la reclamó para el Ejecutivo y contrató al arquitecto Scasso (que también construyó el Centenario) para hacer varias reformas.

Con la vuelta a la democracia, en 1985, comenzaron los trabajos de recuperación, a cargo del arquitecto Enrique Benech y el artista Manuel Espínola Gómez. Diez años más tarde, durante la segunda presidencia de Julio Sanguinetti, se abordaron otros trabajos, incluyendo un rosedal y un pabellón de cristal y acero.

Una residencia familiar

Julia Pou de Lacalle llegó a Suárez y Reyes en 1990 cargada de pertenencias familiares, lo que incluyó artículos personales y muchas fotos, pero también al sillón más cómodo de su casa de Echevarriarza, la heladera y, por supuesto, el perro de la familia.

También cargaba con sus tres hijos adolescentes, que al principio rechazaron la mudanza pero pronto se adaptaron a Suárez, sobre todo al segundo piso que la familia adoptó como principal zona de residencia. "Ahí hay una salita que usamos de salón familiar. Pusimos nuestras fotos, nuestras cosas y pasábamos casi todo el día ahí", recordó la ex primera dama.

Pou dice que no dudó en mudarse a Suárez porque todavía vivía con toda su familia y pensó que sería cómodo tener muchas cosas resueltas, sobre todo en temas de organización.

Aunque se acostumbraron pronto a la mansión, Pou reconoce que a ella en particular nunca le gustó la oscuridad de la casa, los muebles de "jugar a las visitas", como decían sus hijos, y sobre todo el frío que calaba los huesos, porque aunque contaban con sistema de calefacción el presidente había dispuesto que se ahorrara en combustible. "La solución era meternos todos en esa sala familiar, donde hay un aire acondicionado frío-calor".

El País intentó consultar sobre sus recuerdos a Marta Canessa, quien prefirió no participar en la nota, mientras que la actual primera dama se disculpó por estar en plena organización de la exposición Hecho Acá.

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