Publicidad

Por el océano inexplorado

Compartir esta noticia
Amplias zonas aún permanecen vírgenes.

Es habitual escuchar a los oceanógrafos quejarse de que conocemos mejor la superficie de la Luna o Marte que las profundidades de los océanos. Y no están exagerando. La verdad es que lo poco que se conoce, y que ha servido para elaborar mapas básicos de las profundidades oceánicas, se ha obtenido en forma indirecta.

Es decir, mediante satélites que obtienen información del reflejo del perfil submarino en la superficie del mar, o por barcos que barren esos abismos con ondas de sonido para obtener por el rebote un rudimentario perfil del relieve del fondo marino.

"La realidad es que gran parte de esas profundidades todavía no ha sido explorada, mapeada y, menos, explotada", dice el alemán Martin Visbeck, oceanógrafo del Centro de Investigación para Geociencias Marinas de Alemania. El experto participó en un seminario sobre el tema que se realizó en San Jose, California, en el marco de la conferencia anual de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia.

Según el investigador, el 95% de los océanos se ha mapeado a una muy baja resolución, lo que no permite ver detalles. Esto es preocupante si se considera que el océano profundo puede aportar una cantidad aún no dimensionada de materias primas necesarias para el desarrollo humano.

"El uso de vehículos robóticos permitirá incrementar nuestros esfuerzos de mapear esos territorios", aventura Visbeck.

Hay toda una nueva generación de instrumental que ya está trabajando con ese fin. El Bluefin-21 es un dron o vehículo autónomo submarino (AUV) de la Armada de los EE.UU. que fue empleado para la frustrada búsqueda del vuelo 370 de Malaysia Airlines. El aparato, con forma de torpedo, es capaz de alcanzar profundidades de hasta 4.600 metros y escanear el área con un sistema de sonar de alta precisión. Al estar más cerca de las profundidades, la resolución de sus imágenes es de mucho mejor calidad que la obtenida desde embarcaciones en la superficie del mar.

En la Antártida, tras trabajar en los mares de Wedell y Bellinghausen, un robot autónomo australiano produjo en noviembre pasado los primeros mapas tridimensionales del hielo flotante, y determinó que su grosor en algunas partes llega hasta los 16 metros de profundidad.

Pero no solo es posible mapear superficies. El instituto oceanográfico Scripps de la Universidad de California en San Diego (UCSD), por ejemplo, trabaja desde 2009 en el desarrollo de un enjambre de pequeños exploradores robóticos autónomos del tamaño de una pelota de fútbol, capaces de hacer mediciones en tiempo real y seguimiento de procesos oceanográficos clave, como temperatura, salinidad o presión. También pueden ayudar en el monitoreo de áreas protegidas, el seguimiento de floraciones de algas nocivas y potencialmente hasta contribuir a monitorear derrames de petróleo o el sitio de accidentes aéreos.

Para el oceanógrafo europeo es imperativo reforzar este tipo de trabajo. De hecho, el próximo mes comenzará a operar el proyecto AtlantOS, una monumental cooperación entre Estados Unidos, Canadá y Europa para explorar el Atlántico, y que encabeza el mismo Visbeck. "Este proyecto nos aportará una visión mucho más clara y científica de lo que es este océano, cómo trabaja y los servicios que nos puede aportar". Uno de sus objetivos es un exhaustivo mapeo de las profundidades marinas de ese océano con la ayuda de vehículos autónomos.

En el caso del Océano Pacífico, todavía no hay una iniciativa similar, reconoce el biólogo marino de la Universidad Católica del Norte y del Ceaza, Javier Sellanes. La esperanza está en un abaratamiento de la tecnología de los vehículos robóticos autónomos ya que apenas han usado los que tienen un cordón que hacia la embarcación.

LAS CLAVES.

1 - En vivo.

El próximo mes comenzará a operar el proyecto AtlantOS, una monumental cooperación entre Estados Unidos, Canadá y Europa para explorar el Atlántico, porque aún hay zonas que no se conocen realmente, solo por distancia.

2 - Drones.

Hay toda una nueva generación de instrumentos que trabajan con ese fin. El Bluefin-21 es un dron o vehículo autónomo submarino que fue empleado para la frustrada búsqueda del vuelo 370 de Malaysia Airlines.

3 - Robot.

Pequeños exploradores robóticos autónomos del tamaño de una pelota de fútbol son capaces de hacer mediciones en tiempo real y seguimiento de procesos oceanográficos clave, como temperatura, salinidad o presión en la profundidad.

SABER MÁS

MÁS APLICACIONES

Antártida. Mapearon el hielo con un robot

En la Antártida, tras trabajar en los mares de Wedell y Bellinghausen, un robot autónomo australiano produjo en noviembre pasado los primeros mapas tridimensionales del hielo flotante.

Exploradores. Son del tamaño de una pelota

El instituto oceanográfico Scripps de la Universidad de California en San Diego trabaja desde 2009 en un enjambre de pequeños exploradores robóticos autónomos del tamaño de una pelota de fútbol.

Utilidades. Monitorean las áreas protegidas

Pueden ayudar en el monitoreo de áreas protegidas, el seguimiento de floraciones de algas nocivas y potencialmente hasta contribuir a monitorear derrames de petróleo o el sitio de accidentes aéreos.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Amplias zonas aún permanecen vírgenes.

Nueva generación de vehículos robóticos escudriñará profundidades del marEL MERCURIO / GDA

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

cienciaoceáno

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad