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Un hábito no tan tremendo

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Foto: Flickr

Especialistas le quitan gravedad a la costumbre de chuparse el dedo.

Muchos padres lo padecen hasta el punto de angustiarse, de enojarse y de perseguir al niño/a con una serie de frases repetidas tipo disco rayado que, lejos de ayudar —y esto conviene tatuárselo en el cerebro— empeoran la situación. "Sacate el dedo de la boca, basta de chuparte el dedo, dejá a ese dedo en paz" y otras decenas de construcciones sintácticas que significan lo mismo.

De bebé nos parece simpático, sin embargo, a medida que pasan los años, tanto a uno como al resto de las personas que nos rodean —los mortificadores seriales— nos comienza a resultar preocupante. ¿Se le van a deformar los dientes y la boca? ¿Cómo hago para que deje de hacerlo? ¿Acaso se convertirá en un/a grandulón/a que se chupa el dedo? ¿Por qué se lo chupa?

Lo primero para dejar bien claro es que no se trata de una conducta genética, hereditaria ni patológica, sino que es, en esencia, un reflejo innato que permite la alimentación, que provoca placer y que con el paso del tiempo puede tomar o no otros matices.

"A la necesidad fisiológica de comer se le suma el placer de la succión que permite descargar tensiones y que provoca un plus de bienestar en el niño", explica Graciela Cerruti, licenciada en psicología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez (Argentina).

De la misma manera, el pediatra Marcos Mercado indica que "los bebés necesitan de la succión para alimentarse, para conocer su cuerpo y el mundo externo; también es un patrón innato de autoconsuelo".

Factor emocional.

Sobre lo innato se instala luego lo emocional. Hay bebés que aceptan el chupete, otros que lo escupen desde el primer día y algunos a los que les encanta su dedo tanto que lo prefieren por encima de cualquier modelo de chupete, en general, alguno de los dos pulgares. Pero esto no se relaciona necesariamente con el estado de ánimo, sino con una búsqueda inmediata de satisfacción: "chuparse el dedo es una de las primeras experiencias de placer que, antes o después, seguirá su curso hacia modelos más evolucionados", explica Cerruti.

Lo que debemos entender es que se trata de un reflejo innato que todos traemos desde antes y desde siempre debido a nuestra naturaleza. La diferencia, en este caso, tal como indica el doctor Mer-cado es que "los humanos aprendemos a darle a ese reflejo un nuevo valor emocional que cumplirá una función esencial en la capacidad de adaptarnos al mundo en el que vivimos".

¿Eliminar el hábito?

En el caso de que el bebé haya preferido el dedo al chupete, la costumbre no será tan fácil de sacar. ¿Por qué? Porque el dedo no es un objeto externo, sino que siempre está ahí, muy a mano y muy posible de convertirse en hábito. Pero, ojo, que tampoco es cuestión de convertirnos en repetidores frenéticos del "no te chupes el dedo" porque, muy lejos de lograr el efecto deseado, en general, lo que logramos es lo contrario.

La licenciada Cerruti aconseja distraer al niño sin hacer mención de la conducta: "si hablamos del dedo es como decir no pienses en un elefante rosa o no rompas el jarrón porque el solo hecho de mencionarlo refuerza el comportamiento y le da mayor entidad. Lo que debemos hacer es descargar de sentido la conducta".

Los padres que sufren o se angustian al ver que su pequeño se chupa el dedo deben saber que "la cuestión no se resuelve diciéndole que no lo haga, sino que la mejor opción es distraerlo con otra cosa, proponerle una actividad alternativa para que se entretenga y no se aburra", asegura Mercado. En ese sentido, agrega que "la manera natural de ayudar al niño es ofrecerle otros objetos que estimulen el resto de los sentidos para que se olvide de lo que está haciendo".

¿Necesitarán ortodoncia?

La preocupación de los padres también debe ponerse en duda porque no siem- pre es la adecuada. "Si el pequeño se distiende con la succión del dedo en oportunidades puntuales como para dormir o frente situaciones conflictivas, pero el resto de su vida fluye naturalmente, es decir, se lo ve alegre y sin dificultades para relacionarse, no es necesaria la intervención de los padres", señala el pediatra Marcos Mercado.

¿Es cierto que necesariamente los niños que se chupan el dedo necesitarán ortodoncia en el futuro?

El doctor Mercado cuenta que hace décadas se realizaron estudios en el Hospital Infantil de Boston con tres grupos de pequeños: algunos que se chupaban el dedo, otros que usaban chupete y unos más que no tenían ninguna de estas dos conductas. ¿El resultado? Se descubrió que había pocas diferencias entre unos y otros respecto de necesitar a futuro tratamientos de ortodoncia.

"Hoy en día se sabe que es más importante lo hereditario. Circunstancias como la respiración bucal o la deglución atípica son mucho más propensas a deformar los dientes superiores", explica el pediatra.

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