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El actor en la soledad escénica

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Foto: Gustavo Castagnello

Unipersonales que brillaron y prometen seguir sorprendiendo.

Actualmente, cuando se habla de un unipersonal se piensa en stand up, en humor, en un artista joven diciendo una sarta de cosas más o menos cómicas. Pero el unipersonal tiene también su perfil trágico, dramático, y este año han sido mucho los actores uruguayos que salieron solos al escenario, a ofrecer textos muchas veces dolorosos, desgarrados, que dicen mucho del mundo (y del Uruguay) en que vivimos.

Uno de los unipersonales que más conmovió de lo que se vio en 2016 fue Encuentros en la Estación del Este, que protagonizó Dahiana Méndez bajo dirección de Margarita Musto. No necesitó mucho adorno la sala menor del Circular para desarrollar en el espacio este texto del francés Guillaume Vincent, que aborda el tema de la locura, desde una óptica sensible y lúcida, muy francesa.

No encaró el autor la semblanza escénica de un desquiciado. Prefirió tomar como personaje a una joven con serios problemas psicológicos, pero que conserva un lazo con la realidad, que trabaja y que vive como una ciudadana más. Dahiana Méndez animó este papel con énfasis en su costado más humano, concretando un trabajo actoral capaz de quedar en la memoria del espectador.

La contrapartida de ese personaje se pudo ver, por ejemplo, en De algún tiempo a esta parte, obra de Max Aub que Gabriela Iribarren hizo en la Alianza americana. La solvencia de esta intérprete le permitió llevar al público por un puñado de temas y referencias históricas que tuvieron por centro los difíciles años del nazismo. La dureza y la sensibilidad del personaje creado en escena (una viuda que vive tiempos duros y recuerda épocas de esplendor), dio pie para un montaje dinámico, que utilizó todo el escenario a través de un gran trabajo corporal, complementado con imágenes que jugaban en diálogo con el texto y la palabra.

Otro trabajo en solitario que marcó este 2016 fue La fiera, trabajo actoral de Mané Pérez que bajo dramaturgia y dirección de Mariano Tenconi Blanco, se vio en el Espacio Cultural Tractatus. La obra, con una interesante producción mitad uruguaya, mitad argentina, creó una versión local de un espectáculo argentino, en una dinámica modalidad que traza nexos entre las escenas rioplatenses. A su vez, el formato echó mano a la música en vivo y a la interpretación, impresionando por su fuerza escénica.

También Federica Presa, en Cabalgar, con texto de Patricio Ruiz, dio vida a un original montaje que trabajó los saltos de un personaje a otro, en una comentada labor. También actores de generaciones anteriores, como Claudia Rossi (con La mujer puerca), o Susana Groisman (con Juicio a una zorra) concretaron valiosas actuaciones unipersonales.

El unipersonal es un arma de doble filo. Sin una gran solvencia escénica, corre el riesgo de aburrir al espectador. Pero cuando se consigue alinear un texto potente y una dirección creativa, con un actor relevante, puede concretar un nexo muy fuerte con el público. En ese sentido, la actuación en solitario, este año, ha probado que tiene mucho para decir desde el escenario.

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Foto: Gustavo Castagnello

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