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Cada Romeo tiene la Julieta que merece

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Romeo y Julieta

BALLET

Este miércoles el Ballet Nacional Sodre estrena la gran tragedia de amor, y con esa excusa va esta mirada a las versiones de Romeo y Julieta en Uruguay.

El miércoles 20 el Ballet Nacional Sodre volverá sobre uno de sus títulos mejor logrados: Romeo y Julieta, un trabajo que cuenta con todos los elementos para atrapar a un amplio rango de público. Una historia emotiva, servida en escena de modo que los bailarines tengan que desempeñarse tanto en lo coreográfico como en lo histriónico. Más allá del oficio de los integrantes de este cuerpo estable del Sodre, este espectáculo tiene un pilar fuerte en la coreografía del británico Kenneth MacMillan (1929-1992), cuya coreografía de Romeo y Julieta, estrenada por Margot Fonteyn y Rudolf Nureyev en 1965, obtuvo gran resonancia internacional. Dato importante: María Noel Riccetto será Julieta en las funciones del miércoles 20 (estreno), viernes 22, miércoles 27 de setiembre, y miércoles 4 de octubre.

Curiosamente, Romeo y Julieta es una obra que a veces funciona mejor como ballet que como teatro, pese a haber sido creada por un dramaturgo. Sobre todo cuando se la hace en español. Un repaso a algunos montajes a partir de este clásico de Shakespeare permite recordar tanto aciertos como escenificaciones polémicas y muy criticadas. Entre estas últimas ocupa un lugar central la versión que la Comedia Nacional ofreció bajo dirección de Margarita Xirgu en 1950 en el Teatro Solís, que fue fuertemente atacada por la prensa de entonces. No tanto por el desempeño de China Zorrilla como Julieta, ni del de Horacio Preve como Romeo, sino por una concepción escénica acartonada, que hundía sus raíces en la traducción, muy española, de Marcelino Menéndez y Pelayo.

En los años 60 un aire fresco impulsó al teatro local, y en ese ambiente se concretó un Romeo y Julieta que tuvo mucha mejor recepción por parte de la crítica y el público. Lo llevó adelante Grupo 65, una compañía de jóvenes egresados de la Emad, con gente de talento que buscaba foguearse trabajando con directores de fuerte impronta artística. El montaje se hizo en 1967 en el Teatro Odeón (Paysandú 767, hoy en ruinas), con un Romeo a cargo de Roberto Jones, acompañado por Adriana Lagomarsino como Julieta. La puesta buscó desacralizar este clásico, y en ella figuraron muchos otros artistas que alimentarían la escena local en las décadas siguientes, como Sonia Repetto y Ernesto Clavijo, que entonces todavía era alumno de la Emad.

El Corto Buscaglia fue otro renovador de este título, cuando en 1992 presentó La tragedia de Romeo y Julieta, en Teatro del Anglo, en una original versión realizada por él mismo, utilizando a su vez una traducción de Pablo Neruda que le infería otra dimensión al texto. A su vez se redujo el original, quitándole varios personajes y situaciones del original. El elenco lo encabezó Ricardo Beiro (de la compañía Teatro del Sur) y Ana Pañella, demostrando el equipo cómo un clásico puede ser bien asimilado desde una cultura lejana a la que lo vio nacer.

En el siglo XXI Romeo y Julieta fueron sometidos a veces a una feliz distorsión, propia de los lenguajes de experimentación. Una de las versiones más renovadoras la ofreció una década atrás la compañía Ovidio Titers Band, a través de un teatro de animación que mezclaba actores y muñecos, trabajando abruptos juegos de escala que lograban un efecto encantador. Otra puesta, sumamente alejada del texto original, pero interesante en su concepción escénica fue Las Julietas, de Marianella Morena. Pero más allá de todos estos casos, sigue siendo claro que Romeo y Julieta es un texto famoso, pero difícil de llevar al escenario en su integridad y de modo exitoso.

Romeo y Julieta
Romeo y Julieta por Ovidio Titers Band. Foto: Difusión

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