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Un artista que mira su obra

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Gustavo Santaolalla. Foto: Difusión

El dos veces ganador del Oscar viene a Montevideo.

Gustavo Santaolalla no necesita demostrar nada. Ganó dos Oscar consecutivos (en 2006 y 2007 por sus bandas de sonido de Secreto en la montaña y Babel) y eso ya sería mérito suficiente. Además revolucionó dos veces la música de su país y fundó el rock latinoamericano.

Con Arco Iris estuvo en los comienzos del rock de su país al que alejó de cualquier intención beat y lo acercó al folclore. Expatriado en Los Angeles, inició una carrera de cierta trascendencia en el circuito new wave local con su banda Wet Picnic y produjo un par de discos importantes aunque hoy no tan recordados (uno de The Plugz, por ejemplo). Volvió a Argentina y armó de De Usuahia a La Quiaca, una gira artística y musicológica en la que se embarcó con León Gieco y que al mostrar un montón de músicos y música argentinos se convirtió en un hito artístico en su país.

En 1982, su disco Gustavo Santaolalla trajo la modernidad a un rock porteño que estaba trancado en una tradición limitante entre lo pesado, lo folk y lo progresivo. En la década de 1990 sus producciones para Café Tacvba , Julieta Venegas e incluso los uruguayos Peyote Asesino y La Vela Puerca, ayudaron a fundar una nueva manera de hacer del rock en español además de, como él dice, a vender millones de discos. Además hizo bandas de sonido, documentales y discos propios que siempre reflejaron sus inquietudes personales. Allí hay que ubicar a Bajofondo, su proyecto rioplatense que combina electrónica y tango y con el que está preparando un nuevo disco.

Mientras, tiene un proyecto nuevo, Desandando el camino, un racconto de mucho de una obra que por culpa de una agenda ocupada no siempre pudo presentar cabalmente. El espectáculo —que estrenó en el Teatro Colón y del que "un tercio" se puede ver en el programa Encuentro en la cúpula, disponible en YouTube— llega ahora a Uruguay.

Estará el 7 de junio en el Teatro Solís, con canciones de Arco Iris, Bajofondo, sus bandas de sonido y sus discos solistas. Las entradas se ponen a la venta en estos días. Antes habló en forma exclusiva con El País.

Si no puede ver el video, haga click aquí.

—La canción "María de los Ángeles" de su disco de 1982 es como la primera en la que un rockero argentino se atrevió con un candombe. ¿Cómo era su vínculo con la música uruguaya?

—Salió totalmente natural. Estuvo muy bueno, eso sí, a partir de la composición invitarlo al Rada con unos cueros. A mí siempre me fascinó Uruguay: soy fan desde antes que se pusiera de moda. Y sobre todo de la música uruguaya de Los Shakers, el early Jaime Roos, El Kinto, toda esa época. Eso me influyó seguro en esa canción.

—Cuando llegó a Los Ángeles tocó con Tito Larriva que después estaría en Cruzados, Steve Berlin que estaría en Los Lobos y que andaban por una mezcla musical similar a la suya. ¿En qué escena musical se involucró?

—Llegué en 1978 ni bien terminó el Mundial. Vine con un álbum que nunca salió y que a la semana ya querían publicármelo. Pero por no saber y no manejar bien mi estrategia me quedé un año y medio esperando que me firmaran, y ahí me di cuenta que la escena no me gustaba nada. Pero justo los Sex Pistols hacen su último show en San Francisco y con los Ramones dejan las semillas de lo que venía. Y yo dije yo me perdí los sixties pero esto no me lo pierdo. Ahí me corté el pelo y armé los Wet Picnic con Aníbal (Kerpel, músico argentino que venía de la banda Crucis).

—Y ahí produjo a The Plugz, por ejemplo.

—Sí, y en 1982 volví a mi país y saqué Gustavo Santaolalla, un disco que hoy es considerado uno de los íconos de la modernidad en Argentina. Se venía la movida nueva. ¡Los Virus iban a ver cómo grababa!

—¿Qué le fascinó de Los Ángeles que aún lo tiene ahí?

—Era tan fuerte lo que estaba pasando y poderme integrar con una banda de vanguardia con fans y todo, me hacía sentir en el paraíso. Por entonces a Los Ángeles, que ahora ha cambiado mucho para bien, le faltaba cultura y era bien provinciana aun siendo una ciudad increíble. Y me encantó porque tiene una cosa de naturaleza. Aún vivo en una casa con un jardín en medio de la colina. Y como no soy porteño, me da algo de aquella cosa de árboles y naturaleza de mi pueblo.

—Escuchando a Arco Iris, su primera banda, pensaba en cómo "Canción para un niño astronauta" parece Bowie simultáneamente con el Bowie de "Space Oddity". Y sin conocerse mutuamente...

—Eso lo compuse cuando tenía 18 años. Una de las cosas que me pasó ahora con Desandando el camino —este racconto donde reviso mi vida— es ver que las cosas que he hecho han sido tan eclécticas pero, desde la visión que me da el hoy, siempre contemporáneas. Hay cosas que suenan como Tame Impala o Bowie. No tienen tiempo.

—Siempre fue contemporáneo sin necesariamente quererlo.

—Creo que sí porque busco lo atemporal en lo que hago. No me interesó subirme a las modas sino que, con los gestos que te dan determinado momento histórico, hacer algo que trascienda eso y siga siendo válido.

—En ese sentido, por lo que ha mostrado del show que lo trae a Uruguay, los arreglos son muy similares a los originales.

—¡Son tomados de los discos! La instrumentación cambió (ahora tengo un vibráfono, por ejemplo) pero evoca a todo lo que estaba en aquellos discos. Eso sí, tocado con otra madurez, con otro peso.

—Usted ha sido un músico muy generoso promoviendo, por ejemplo, carreras de gente como La Vela Puerca o el Peyote Asesino. ¿Dónde aprendió eso?

—La vida ha sido tan generosa conmigo que siempre me ha gustado darle lugar a la gente. Si mi energía sirve para impulsar la energía de otro, me encanta proporcionar ese servicio. Me gusta. Hay otra gente más reservada y que se concentra solo en lo suyo, pero nunca ha sido mi caso.

—Tiene 50 años vinculado a la industria musical. ¿Eso no lo quita entusiasmo?

—Lo que pasa es que a mí siempre me ha interesado la música a full. La gente necesita de la música y es uno de los instrumentos para comunicarnos más completos y sofisticados por su abstracción y por su conexión directa con el espíritu. Lo he vivido con directores de cine grandes como González Iñárritu que expresan su envidia por los músicos porque ellos requieren de toda una logística y un tipo agarra una guitarra toca una cosa y se conecta con algo superprofundo.

—¿Cómo le pegó haber ganado dos Oscar?

—Sería tonto decir que no es nada: es una gran gratificación como reconocimiento a mi trabajo. Siempre hay que tener eso en consideración cuando te dan un reconocimiento que no es fruto solo de tu labor sino también de la de otras personas, y del que tampoco sos responsable porque es una energía con la que uno se conecta sin saber bien de dónde viene. Eso debería impedir que uno se convierta en un necio por un premio. A mí en lo personal no me ha cambiado. En lo artístico, que es donde uno es más inseguro, ayuda un poco porque si tenés un solo Oscar siempre puede haber algo de eso de que tuviste suerte, pero si tenés dos, ya te quedás tranquilo. Hoy me siento más allá del bien y del mal. Hago lo que quiero.

—¿En qué está Bajofondo?

—Se acaba de ir de Los Ángeles Juan (Campodónico) con quien estuvimos trabajando en la segunda etapa del nuevo disco. Ya habíamos grabado en el estudio de él en Montevideo.

—Y mientras está con este Desandando el camino

—Eso es algo muy personal. Y es lo que voy a presentar allí en Montevideo. Es algo muy ligado a mi vida a través de algo tan simple como una canción.

—¿Cuánto ha habido de planificación en su carrera?

—Muy poco y mucho. He tenido la suerte y la habilidad de escuchar atento a los llamados de por dónde ir. Ahora estoy estudiando el tema del desdoblamiento del tiempo y creo mucho en lo del doble yo cuántico que va al futuro y busca las mejores opciones, viene y te las presenta y vos terminás eligiendo por dónde ir. Eso implica estar muy atento y conectado con lo que estás haciendo. Fue como una transición: empecé como artista, luego continué como productor porque me di cuenta de que estaba tan obsesionado con lo mío que ya le hacía mal al proyecto y me hacía mal a mí. Ahí me fue muy muy bien y ayudé a muchos artistas vender millones de discos. Y cada tanto mi corazón me pedía hacer un disco mío aunque sabía que no iba a poder promocionarlo. Así salió Ronroco, Gas, Santaolalla. En un momento dado, vino un dedo y me dijo que me tocaba de nuevo a mí. Ahí gané los Oscar, armé Bajofondo, volví después de 20 años a los escenarios. Volví con todo.

—Está muchísimo más flaco. ¿Está todo bien?

—Siempre está todo bien. Para mí todas son oportunidades. Y siempre he tomado todo así. Ahora tengo una oportunidad de estar flaco y me encanta porque toda la vida he querido estar en este peso. Me llevó 65 años. A lo mejor uno no llega a las cosas de la manera más linda pero siempre está todo bien. Estoy muy bien y espero que se refleje en la música.

UN SHOW DE VIEJAS CANCIONES CON MÚSICOS RECIÉN LLEGADOS

El viernes 7 de junio, Gustavo Santaolalla trae a Montevideo Desandando el camino, un racconto de una carrera que, como sin quererlo, anda por el medio siglo. Habrá canciones de Arco Iris, de sus discos solistas, de Bajofondo y de sus bandas de sonido. Será en el Teatro Solís y las entradas se ponen a la venta en estos días.

—Tiene nueva banda. ¿Qué encontró en ella?

—Unos compañeros increíbles. Porque cuando las cosas funcionan es por varios componentes y estos son unos músicos alucinantes. Está mi mano derecha y hermano, Javier Casalla que hace 20 años trabaja conmigo. Me interesa mucho el tema de las voces que ya estaban en Arco Iris —me encantan las armonías— así que sumé a Barbarita Palacios y a Nico Rainone que además es contrabajista, bajista, chelista, guitarrista y cantante. Y está Andres Beeuwsaert en vibráfono, pianos y teclados, y el baterista Pablo González, un músico alucinante de La Rioja. Con ellos armé como una orquesta y enganchamos muy bien.

—¿Como lo encontró a su repertorio?

—Bien. Y tengo un montón de canciones que nunca se grabaron y me parece que están muy buenas. Tengo tanta cantidad de temas.

—Mostró algo de este espectáculo en Encuentro en La Cúpula. ¿Es eso lo que vamos a ver?

—La estructura del show es lo que hice en el Colón. Y hay cosas más conocidas como "Mañanas campestres", "Ando rodando", "No existe fuerza en el mundo", y una pequeña suite de Secreto en la montaña. Lo que se vio en la televisión es solo un tercio del espectáculo del Solís.

TRAYECTORIA.

En imdb.com, la guía más completa sobre el mundo del cine, Santaolalla tiene adjudicadas 37 bandas de sonido como compositor. Allí están Amores perros, 21 gramos, Diarios de motocicleta, Secreto en la montaña, Tierra fría, Biutiful y Relatos salvajes, entre otras. También ha hecho la música de un videojuego (The Last of Us) y del reciente documental de Leonardo DiCaprio, Before the Flood. Además de los dos Oscar, ganó un Grammy en la categoría Latin Pop por la producción de La Vida... Es Un Ratico de Juanes.

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Gustavo Santaolalla. Foto: Difusión

GUSTAVO SANTAOLALLAFERNÁN CISNERO

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