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"El día que no me afecte, dejaré de hacer esto"

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Anna Surinyach. Foto: Fernando Ponzetto
Nota a Anna Surinyach, fotoperiodista y editora grafica española, en la Plaza Cagancha de Montevideo, ND 20170906, foto Fernando Ponzetto - Archivo El Pais
Fernando Ponzetto/Archivo El Pais

Hace ocho años que esta barcelonesa de 31 años es fotoperiodista para Médicos Sin Fronteras.

Recién llegada de Nigeria, pasó por Uruguay para presentar la muestra Éxodos: historias de refugiados, migrantes y desplazados que permanecerá abierta hasta el 31 de diciembre en el Centro de Formación de la Cooperación Española en Montevideo (25 de mayo 520), y charló con El País.

—¿Cómo surge la exposición?

—Intentamos contar las diferencias y parecidos que hay entre un refugiado, un desplazado y un migrante. Hay confusión en la sociedad y los medios sobre estos nombres, y los mezclamos. Por eso pusimos ejemplos, para que se pueda entender claramente qué es considerado un desplazado y qué es un migrante. No es encasillarlo, sino que aunque esté escrito que el refugiado tiene derecho a asilo, el desplazado tiene otros derechos y el migrante es por un tema económico, intentamos mostrar que la realidad no es así.

—¿Cómo encuentras la belleza en esos lugares horribles?

—Más que la belleza, es la dignidad de las personas que aparecen allí. Me formé en Médicos sin Fronteras y es algo que siempre remarcan: las personas en las imágenes no tienen que dar pena o compasión. Tienes que mostrar que son personas con sentimientos, expresiones y viven como uno. Entonces intento que siempre salgan con una expresión que al espectador, que está cómodamente en su casa, le genere un vínculo. Que sea una expresión que pueda haber visto en su sociedad.

Una foto tiene a un niño haciendo pompas de jabón con una jeringa. ¿Cómo reflejas la alegría en medio de movimientos de gente por conflictos políticos o sociales?

—Esa foto fue tomada en Sudán del Sur. Ese chico está en un campo de desplazados y los niños se las ingenian de cualquier manera y utilizan cualquier elemento que allí encuentren para hacer juguetes.

—Más allá de las distancias, las imágenes reflejan que todos somos humanos y tratamos de entretenernos, incluso en las situaciones más espantosas.

—Las imágenes no quitan que esas personas vivan en una situación inhumana y que tenemos que denunciar. Pero al final, esa es gente que está ahí viviendo, esperando. Siempre decimos que los campos son sitios de espera donde la gente está esperando, pendiente de saber si puede volver a su casa y muchas veces se convierten en sus viviendas habituales. Y los niños, como en todas las partes del mundo, encuentran las formas de divertirse, correr, saltar, reír, salen con amigos, juegan al fútbol, lo mismo que harían los chicos de Uruguay.

—¿Cómo haces para que no te afecten esas situaciones?

—Me afectan. Siempre digo que el día que no me afecte, dejaré de hacer esto; el día que vaya a un sitio y no sienta rabia o impotencia, me alejo. Porque para generar un sentimiento a la persona que mira la imagen tienes que sentir algo y sobre todo, viendo las situaciones en las que están, si a alguien no le remueve por dentro, pues, quiere decir que a lo mejor ni es persona.

—A esta altura estarás curada de espanto, ¿no?

—Es que con el tiempo te vas curtiendo y te vas conociendo mejor. Yo antes me iba y seguía viajando y hay veces que tengo que parar. Porque voy a un sitio y veo que me está afectando demasiado, tanto que no me deja sacar imágenes. Por eso intento reflexionar y tomar un respiro para volver a seguir sacando fotos.

—¿Sirve documentar lo que está pasando en esos sitios?

—Sirve para contar lo que está pasando y es una manera de denunciar lo que pasa para que un día no venga alguien y diga: "no he hecho nada porque no sabía lo que estaba pasando en el Mediterráneo". Claro que lo sabías, no lo has visto con tus propios ojos pero hay gente que ha estado allí para que eso no caiga en el olvido. Yo creo en esta profesión. Me afecta, pero creo que tenemos una función social.

—¿Cuál es la responsabilidad del fotógrafo en esos casos?

—Hacer imágenes en las que no le gustaría ver a un conocido o un familiar. Y si las haces, tener presente que esas personas tienen una familia y que no puede sentir que su dignidad está siendo robada. Pero si hago fotos que a la gente le remueve y no puede comer ese día, allá ellos. Una vez hice fotos de niños desnutridos y me decían: "¿Cómo fotografías a esos niños? ¿Y sus madres?" Sus madres eran las primeras que querían que los fotografíe, porque ¿cómo denuncian lo que pasa en Sudán del Sur? Ellas me enseñaban a sus hijos para que le muestre al mundo lo que pasaba. Eso es lo que tenemos que hacer.

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Anna Surinyach. Foto: Fernando Ponzetto

ANNA SURINYACH

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