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Un documental que va tras las huellas de Roslik

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Goyoaga tiene experiencia como montajista y productor. Foto: Difusión

Julián Goyoaga investigó las viejas sospechas de ser ruso.

De Vladimir Roslik se sabe que fue asesinado en 1984 durante la dictadura, en una sesión de tortura. Se sabe que era médico y tenía un apellido ruso, como el resto de los habitantes de la colonia San Javier. Hay placas conmemorativas que llevan su nombre. Y plazas. Y una policlínica. Y un hogar de ancianos. Se escribieron dos libros sobre su muerte. Pero lo que nadie había narrado hasta el estreno del documental Roslik y el pueblo de las caras sospechosamente rusas fueron los efectos colaterales de esta tragedia en su familia y en el pueblo. "Durante 32 años fui la que trasladó el recuerdo, tanto así que creo que yo misma no he sido nunca", dice Mary, la viuda y protagonista, junto a su hijo Valery, de esta película.

Este es el primer largometraje de Julián Goyoaga, que antes había codirigido junto a Germán Tejeira los cortos Matrioshka (2008) y El hombre muerto (2009), produjo películas como Anina (2013) y Una noche sin luna (2014), y editó El cuarto de Leo (2009) y los títulos mencionados. "Con Roslik se podía caer fácil en la historia más periodística, en la cuestión policial del asesinato y amarillista de cómo sucedió y quién lo denunció, pero yo quería meterme en cómo lleva su familia aún hoy esto de que Vladimir se haya convertido involuntariamente en un personaje de la historia del país", explica.

Las primeras visitas a San Javier —donde vivía la familia hasta el asesinato— y a Paysandú —donde luego se establecieron Valery y Mary— ocurrieron en 2013, pero el equipo empezó a filmar dos años después. "Primero queríamos entrar en confianza con las personas que identificábamos como posibles personajes secundarios, y nos pasó algo sorprendente, que cada vez que hablábamos de Vladimir enseguida surgía la emoción. Cuando filmamos tuvo una carga importante pero había que saber llevarla porque tampoco podés tener una sucesión de gente llorando", cuenta.

El film está narrado desde el presente, acompaña los pasos de Mary durante su campaña política para ocupar el puesto de alcalde o los ensayos de Valery con su banda de metal. También registra encuentros con los vecinos, donde la figura del marido asesinado siempre está presente, como si se tratara del mártir de estos rusos nacidos en Uruguay.

Antes de su estreno oficial —en Montevideo y varias localidades del interior—, Roslik se proyectó en un antiguo cine de San Javier. "El que se muestre el secuestro mediante una animación fue una buena idea para bajar un poco la emoción, fue como una bocanada para recuperar el aire", opina Valery.

Goyoaga dice que haber recurrido a esta herramienta era casi natural dada la relación de su productora Rain Dogs con Palermo Estudio, autores de Anina. Explica: "Surgió también porque Valery dice que para él su padre es como un cuento que crece día a día. La animación tiene ese espíritu de cuento, que en este caso es uno que no tiene un final, que va dejando recuerdos por el camino mientras que otros se afianzan".

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Goyoaga tiene experiencia como montajista y productor. Foto: Difusión

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