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"Las historias lo buscan a uno"

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Javier Moro. Foto: Archivo El País
Nota a Javier Moro, escritor español, en Mvdeo., ND 20150914, foto Darwin Borrelli
Archivo El Pais

Premio Planeta en 2011 por El imperio eres tú, su novela histórica sobre la familia imperial de Pedro I en Brasil, Moro es un escritor que no le teme a los grandes temas.

Senderos de libertad, La montañas de Buda, El sari rojo, Pasión india rescatan historias personales en medio de la convulsionada política india, la corte de Maharajá de Kapurthala y otros escenarios exóticos en cualquier parte del mundo. En A flor de piel, su nueva novela y la excusa para una visita a Uruguay, rescata otro relato escondido que une a España con América. Sobre esa historia y el género de la novela histórica charló con El País.

—Usted ha dados cientos de entrevistas, ¿Es una parte que le gusta de su trabajo?

—Sí porque es la menos solitaria. Cuando estás escribiendo un libro son tres años solo en tu despacho. Ves a tu familia, a los tuyos pero tienes poco contacto con la sociedad excepto cuando estás haciendo investigación que es la parte más agradable porque te mueves, hablas con gente, sueñas con tu libro sin la presión de tener que escribirlo. Eso siempre es más agradable.

—Y esta parte también incluye muchos viajes.

—Me gustan porque veo mundo y conozco gente. Y es parte fundamental del trabajo: una cosa es saber hacerlo y otra es hacerlo saber, dicen los franceses y tienen razón. A los libros hay que difundirlos porque con los miles que se editan en español por año para que el tuyo destaque no es fácil.

—¿Cómo es su rutina en esa soledad creativa de escribir?

—Para un libro como A flor de piel, cuando tengo toda la documentación, me impongo una rutina. Si no, no te sale el libro. Y procuro trabajar pronto por la mañana porque es cuando más lúcido estoy porque escribir una novela más que un esfuerzo mental, es físico. Es un ejercicio de concentración intensa en el tiempo y eso agota mucho. Por lo tanto hay que organizarse un horario, porque si no cualquier excusa es buena para no tener que cruzar ese Everest que es una novela.

—Muchos escritores o músicos hacen un horario de oficina cuando crean, ¿usted es de esos?

—Absolutamente. Durante la escritura (que puede ser un año o dos años) tengo un horario monjil y corto los fines de semana solo porque tengo hijos. Es que me cuesta más volver a empezar por lo que tampoco me voy de vacaciones cuando escribo.

—Además de una disciplina monjil, como dice usted, para hacer una novela hay que cruzarse con un personaje y una historia interesantes. ¿Cómo se cruzó con Isabel Zendal, la protagonista de A flor de piel?

—De casualidad. Visitando al jardín botánico de Madrid, charlando con su directora sobre las expediciones cuyos documentos están guardados allí. Ella me habló de la de la expedición de la vacuna y yo, ignorante de mí, no la conocía. Resultó que ningún español la conocía lo que me llamó la atención por lo disparatado de su planteamiento y que fuesen niños a llevar la vacuna. Entendí lo importante que fue y lo poco retribuida que está esa hazaña en la memoria colectiva y queera un historión a contar.

—Al ser un suceso poco conocido habría poca documentación.

—Sí pero esos son los problemas típicos de la investigación. Sobre algunas cosas había documentación, sobre otras no. Pero eso se suple con imaginación que para eso es una novela.

—¿Se siente cómodo en el estante de la novela histórica?

—Sí. Prefiero el de historia novelada aunque A flor de piel es novela histórica que da más margen para la ficción. Historia novelada sería mi otro libro, El imperio eres tú, la historia de la familia imperial brasileña, porque ahí no hay invención sino dramatización. Allí me sobraba documentación, no había que inventar nada pero aquí he sufrido de falta de documentación desde el principio.

—¿Cómo hace para encontrar personajes así? ¿Quedan todavía gente con peripecias tan interesantes?

—He tenido suerte: escribo historias que están ahí o que nadie ve o solo veo yo. Lo de Sonia Gandhi, por ejemplo, era un historión y no estoy diciendo que mi libro sobre ella (El sari rojo) sea estupendo,la historia es estupenda y difícil de creer: una italiana que no quiere el poder y que se ve catapultada a una posición de poder en la India, uno de los países más poderosos del mundo. Nadie había escrito nada sobre ella. Dicen que las historias lo buscan a uno, necesito que una me encuentre pronto.

—Le interesan los personajes femeninos...

—No necesariamente. Son, eso sí, quizás más atractivos porque son más sofisticados porque así es la psicología femenina.

—La ficción parece estar vendiéndose menos, pero la novela histórica está en medio de un boom. ¿A qué se debe eso?

—Es la mejor manera de contar la historia. La novela histórica es la mejor máquina para remontar el tiempo: es barata y te puedes ir a cualquier siglo y estar allí. Yo Claudio, Memorias de Adriano, tantas novelas históricas que te transportan al personaje y a su momento. Pero siempre desde nuestro punto de vista. Es la historia que ilumina nuestro presente, es ver nuestra humanidad en la humanidad de los que vivían en tiempos anteriores.

—Y también, más allá de los personajes, tiene que investigarse el contexto social de lo que se cuenta.

—La novela histórica tiene que tener rigor. Es como en todo: hay buenos y hay malos. Hay algunas novelas históricas que son un timo porque se saltan todas las reglas de la historia y las reglas del género. El fondo histórico tiene que ser riguroso. La historia da datos, un método historiográfico pero no da el olor de las chozas en Galicia en 1803 o el ambiente que podía haber en un barco que cruzaba el Atántico en 1805. Eso lo da la literatura: permite llegar a una verdad histórica más eficaz que la propia historia. Porque apela a la emoción y eso deja una huella.

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Javier Moro. Foto: Archivo El País

Javier MoroFERNÁN CISNERO

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