Publicidad

El escritor que habla como artesano

Compartir esta noticia
Camille Verhoeven

El comandante Camille Verhoeven vive una vida perfecta: está casado con la maravillosa Irene, con la que espera su primer hijo. Pero su felicidad se resquebraja tras un asesinato inusualmente salvaje.Ése es el resumen de la novela negra más original y poderosa de los últimos años. Es del francés Pierre Lemaitre. Irene fue su primera novela y ahora llega a UIruguay (Alfaguara, 550 pesos) La publicó en 2006, cuando ya tenía 55 años, y se volvió una estrella. Irene es el comienzo de su serie policial protagonizada Verhoeven, comandante de la Brigada Criminal de París, quien mide apenas 1,45 metros.

Lemaitre nació en París. Psicólogo consagró gran parte de su carrera profesional a la educación de adultos. "Yo también aprendí enormemente. Pude consolidar mi cultura, sistematizar mis conocimientos, cubrir mis lagunas", suele decir.

Criado en Drancy, uno de los barrios populares más desangelados de la periferia parisina, Lemaitre afirma que tuvo "una infancia feliz, pero triste". Todo lo contrario de su presente: "Soy un escritor absolutamente jovial. Ah, me encantaría sufrir? Pero la verdad es que me divierto muchísimo".

—¿Cuando empezó a escribir?

—Mis padres eran unos apasionados de la literatura. De ese modo me convertí naturalmente en un buen lector. Ser escritor fue para mí una certeza desde muy joven, pero la vida decidió otra cosa durante mucho tiempo. Sin embargo, infaliblemente, los hombres nos convertimos en lo que somos. Yo soy escritor.

—¿Por qué haber comenzado por la novela negra?

—El género policial es heredero natural de la novela popular del siglo XIX que acunó mi infancia. Fui lector de Dumas, de Hugo y de Tolstoi. Cuando me convertí en escritor, era normal que me sintiera atraído por ese género. Entre paréntesis, la novela negra, que propone una lectura que explora las capas de la realidad social de una época determinada, me procuraba el soporte novelesco ideal para transmitir mi visión del mundo.

—En alguna parte leí que para usted la escritura es fuente de júbilo. ¿Por qué?

—Adoro mi trabajo y por eso lo hago con júbilo. Y creo que el lector se da cuenta de eso cuando tiene uno de mis libros entre las manos. Pero para hacer una buena novela policial hay que respetar numerosas reglas. Ésa es su complicación. Cuando uno deja la novela negra por la literatura picaresca, por ejemplo, como lo hice con Nos vemos allá arriba, se encuentra de pronto con una libertad inesperada a la cual después no se quiere renunciar.

—¿Qué necesita para escribir un libro?

—Un tema, una trama, un punto de partida y un final.

—¿Me puede contar una de sus jornadas de escritor?

—Mucha gente me pregunta lo mismo y casi del mismo modo. Presumo que esa pregunta surge de una visión muy romántica del trabajo de escritor. Sé que muchos colegas son apasionantes cuando explican su forma de trabajar o describen su proceso de creación. Consiguen incluso cautivarnos evocando el sitio donde trabajan y sus hábitos. En sus plumas, el oficio se ve aureolado por una suerte de gracia. Por el contrario, cuando me refiero a todo eso, el tema no interesa a nadie. Eso se debe a que muchos escritores hablan como artistas. Yo hablo como un artesano. Entre ellos y yo hay la misma distancia que separa a Miguel Ángel de un relojero.

—Deme un ejemplo.

—Por ejemplo, el sitio donde se escribe. En la concepción romántica, un escritor es alguien que no puede trabajar si todas las condiciones no están reunidas: el lugar, la calidad del silencio, la mesa, la lapicera, el papel, la luz, lo que ve, lo que no ve? El escritor es un artista. En mi calidad de relojero, debo confesar que trabajo en cualquier parte. Prefiero que no haya mucho ruido. Pero, para ser honesto, si me dejo llevar por una situación, puedo escribir en el tren, en un hotel, en un bar, en mi casa, en la suya, no tiene ninguna importancia.

—En sus libros siempre parece prestar una particular atención a los gestos, a las acciones. ¿Acaso piensa en forma cinematográfica?

—Para poder escribir una escena necesito visualizarla. Pero yo no escribo novelas para hacer cine, ni lo hago de la misma forma que un guión. Por el contrario, mi forma de escribir atrae con frecuencia al cine porque hay que hacer menos esfuerzo conmigo que con otros.

—Al comienzo de Irène usted incluye una frase de Roland Barthes: "Escritor es alguien que acomoda las citas quitando las comillas". ¿Cree usted realmente que es posible hacer algo nuevo con lo viejo? La intertextualidad es un recurso que parece seducirlo, pues la utiliza ya desde su primer libro.

—Estoy convencido. Como le dije, creo en lo imaginario (el mundo interior, la visión del mundo que cada uno lleva consigo) pero no en la imaginación. No pretendo que no existe, pero le aseguro que yo no tengo ninguna. Si algo viene a mi pluma, puede estar segura de que lo he leído o escuchado en alguna parte, que lo crucé en la calle o en el subterráneo, en un film, una novela o un artículo de prensa. Hay quizá (¡más bien sin duda!) novelistas muy imaginativos cuya producción es totalmente original, pero yo no me incluyo entre ellos. Desde mi primer libro me divertí anotando, al final, el nombre de los autores de quienes recordé algo durante la redacción: una palabra, una expresión, una imagen, una atmósfera, el ambiente de una escena, etcétera. Esa lista no tiene nada que ver con mis autores preferidos? Son solo aquellos que crucé en el curso de mi trabajo.

—Usted trabajó durante años como educador de adultos. Presumo que es muy sensible a la política. ¿Cuál es su idea de una Europa ideal?

—Prácticamente lo contrario de lo que es en la actualidad. Hubiese soñado con una Europa cultural, es sólo económica; con una Europa democrática, está en manos de los tecnócratas; con una Europa solidaria, mire lo que fue la gestión de la crisis griega? Todo esto es terriblemente triste.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Camille Verhoeven

Pierre Lemaitre

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Arte y exposicionesnovela

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad