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Ceramista de mañana, periodista por la tarde

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Foto: Marcelo Bonjour.
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La larga y fecunda actividad de Jorge Abbondanza como crítico de cine, teatro y artes plásticas es conocida y está prácticamente fuera de discusión. Los muchos trabajos que desde la Facultad de Humanidades y Ciencias se han publicado sobre el teatro uruguayo y la dictadura, por ejemplo, toman a sus sagaces críticas de teatro como referencia ineludible.

Pero quizá su obra plástica no tenga hoy una difusión acorde a su nivel, pese a que se la puede encontrar, es cierto, en el Museo Nacional de Artes Visuales. Allí han vuelto a exponer algunas de sus piezas más notables, como la serie Desarrollo del grito, un conjunto de gran rítmica que abarca más de un metro y medio de lado, y cuyo efecto de grupo es hermoso. De la misma época es Todo en orden, que desde un lenguaje similar ofrece otro lugar de reflexión.

"Realmente se ven muy bien allí en el museo: las dos obras, de 1983, las hicimos para una muestra individual, para una galería que ya no existe más, que quedaba por Bartolomé Mitre entre Sarandí y Rincón. Las hicimos acá, en el taller de casa. Acá en el sótano tenemos un gran taller, que después que dejamos de trabajar lo fuimos desmantelando y quedó el sótano, que es muy grande, y muy lindo, con los hornos, que son lo único que sobrevivió", contó a El País Abbondanza.

Las obras fueron hechas en coautoría entre Abbondanza y Enrique Silveira, en el taller doméstico en donde nacieron infinidad de piezas. "El taller funcionó 45 años, no todos en esta casa. En esta casa fueron 30 años, más 15 en la otra casa, donde vivía la familia de Silveira, en la otra cuadra. Primero en la casa de la familia de él, en la que nos cedieron una parte, porque era una casa muy grande, y ahí trabajamos los primeros años. Y después vinimos para acá, compramos ésta, fijándonos en el sótano, más que nada. Eso fue en el 78", recuerda el memorioso crítico y artista.

"Hubo épocas variadas. En algunas trabajábamos para exposiciones, o envíos al exterior, y hubo otras épocas en que trabajábamos una cerámica más comercial, que se vendía acá en el mercado montevideano. Era un poco en la línea de los ceramistas más veteranos de Inglaterra en la actualidad, que hacen lo que ellos llaman las individual pieces, las piezas individuales, para muestras y acontecimientos muy paquetes, y por otro lado le venden a los bazares y a las grandes casas de Londres, producción en serie".

"Hay dos grandes vertientes. Primero fue una vertiente más, se podría decir, refinada, para la cual desarrollamos nuestros propios esmaltes, lo cual le daba a las piezas una textura y hasta una paleta, un cromatismo muy singular. La gente identificaba enseguida las obras nuestras, que eran de superficies mayormente lisas, pero con verdadera riqueza táctil. Y cuando llegaron las épocas más duras de este país, empezamos a pensar si no estábamos cometiendo un pecado de frivolidad, haciendo piezas muy, muy refinadas, destinadas a un comprador único".

"Entonces se nos ocurrió ampliar la visión y emprender esta serie de obras que se desarrollan sobre una gran mesa que en general consisten en decenas y en algunos casos cientos de figuras humanas, como reflejo un poco metafórico de todo lo que estaba pasando alrededor. Como para no quedar al margen de la realidad. Este es un aspecto que es más fácil que ocurra con la artesanía: en la pintura o en el dibujo es mucho más directa la expresividad, las alusiones o las referencias. Pero lo conseguimos. Fue algo que correspondió a una época, y que a la gente le gustó", rememora Abbondanza, evocando también el éxito de esa exposición en Buenos Aires. "Después nos invitaron de allá al Museo de Arte Moderno: y tú no sabés las cartas que nos dejaron los visitantes, porque el público de Buenos Aires es más abierto, no es tan cohibido como el de Montevideo. Fue entusiasmante".

Concretamente, sobre Desarrollo del grito, el artista reflexiona: "Yo la veo con un sesgo de dramatismo que corresponde a la época en la cual fue creada. No está reflejando directamente el momento, pero lo está acompañando".

Y agrega en cuanto a la técnica: "No están pintadas, solo bizcochadas, es decir, cocinadas pero sin esmalte. Es muy sugestiva la palabra bizcocho, que significa dos veces cocida, por eso se llaman así. Es arcilla plástica gris. Acá hay yacimientos de arcilla, con la que se hace la cerámica, en Durazno, ahí hay una localidad que por algo se llama Blanquillo, que es un terreno casi blanco, de arcilla plástica. Es fantástica de calidad para trabajar, y la conseguíamos a través de barracas. Y después hacíamos mezclas, con otros materiales, para dotarlas de más versatilidad, para trabajar las formas y eso. No era tan complicado, era pesado, desde revolver la tinaja con arcilla hasta cuidar el horno durante 15 horas por día".

Al ser consultado sobre cuántas obras salieron del taller, afirma: "Imposibles de contarlas, deben de haber sido muchos miles. Trabajábamos todos los días. Yo hacía cerámica de mañana, periodismo de tarde y radio de tardecita. Lindo pero había que galopar".

Un encuentro entre dos críticos del plata

"Un día habíamos convocado para el Primer Premio Figari a Jorge Glusberg, todo un personaje en la crítica y como agente cultural en Argentina. Tuvo mucha fama, tenía un instituto de arte contemporáneo. Yo estaba también en el jurado: deliberamos, se llegó a una conclusión, se le dio el premio al ganador, y cuando nos íbamos del museo, estaban estas piezas nuestras de cerámica por ahí colocadas. Y Glusberg, que había visto la exposición en Buenos Aires, me dijo, lo que me interesa es esto. Y yo le dije, pero eso lo hice yo. Y me dice, podrás creer que nunca te asocio que sos crítico y también ceramista", recuerda hoy con humor.

Las obras de Abbondanza y Silveira han sido expuestas en Roma, Washington y San Pablo, entre otros puntos, obteniendo destacados premios. Al ser consultado Abbondanza sobre por qué cerraron el taller, dice: "Porque el trabajo en cerámica, cuando uno quiere hacerlo con sus propias manos es bastante pesado, y llega una etapa en la vida en que ya no estás para esos bailes. Hay que decir la verdad. Son etapas en la vida, simplemente".

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Foto: Marcelo Bonjour.

Obras de Abbondanza y Silveira expuestas en Museo del Parque Rodó

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