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Y se nos terminó el bochinche

Después de 38 años, Cacho de la Cruz dejó su programa infantil. "Es mejor irse cuando todavía la gente pregunta por qué". Entrevista y homenaje al animador de tres generaciones.

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Por: Miguel Bardesio y Ximena Aleman

Un dolor en los hombros le había hecho madrugar más que de costumbre. Su hijo de 10 años estaba en la casa, le preparó el desayuno y le organizó su día. Averiguó la dirección del cumpleaños de un compañero de escuela al que lo llevaría y la cancha visitante donde, terminada la fiestita, jugaría un partido de baby fútbol. Lo despertó, Santiago desayunó el suculento omelette de jamón y queso y volvió al dormitorio a encender la Play Station: puso un juego de lucha libre. Mientras tanto, el padre se preparó un mate dulce, tal vez el único hábito que conserva del Buenos Aires natal: toma cuatro termos por día. Encendió la radio. Ordenaba la cocina cuando sonó el timbre; eran las 10:00 de la mañana del domingo pasado.

Cacho de la Cruz, camisa azul suelta y bermudas, abrió la puerta. "Vení, pasá. Recién terminé de cocinar. Le hice algo al pibe". Apagó la radio y se sentó en la mesa del living, apeado de un mate que ceba en taza. "¿Tomás? Es dulce..."

En un costado de este ambiente, un mueble conserva decenas de estatuillas, medallas y diplomas. De la Cruz empezó su carrera en los medios en 1951 en Canal 7 de Argentina cuando en todo aquel país había poco más de 2.000 televisores. Recalado y enamorado de Uruguay, entró a Saeta (Canal 10) en 1959 y tres años después pasó a Canal 12, donde trabaja hasta hoy. Es uno de los actores y conductores de mayor trayectoria en la región.

Tiene 73 años y acaba de tomar una de las decisiones más difíciles de su carrera. Después de 38 años en el aire, se quitó la gorra, colgó el silbato y dio por terminado Cacho Bochinche, su programa infantil de los sábados. "Con gran dolor", dirá más adelante, después de enumerar argumentos de salud, económicos, logísticos y hasta de intereses generacionales de su público: los niños.

El último programa fue el 25 de diciembre de 2010. Cacho sabía que era el último, pero no quiso pensar, ni decírselo a nadie. La cámara se accionó y el hombre hizo lo que más sabe: condujo este programa como cualquier otro; solo hubo un cambio. En lugar de despedirse con un "nos vemos el año que viene", solo dijo "Chau". Ese fue su modesto adiós.

"No quise hacer despedida. ¿Para qué? Queda como que uno se hace el campeón que se va. No. ¿Para qué alardear? Me vine para mi casa". Los juegos, disfraces y muñecos -Ultratón incluido- se archivaron en la productora que De la Cruz tiene en el barrio Capurro. "No voy desde el año pasado. No quiero ver porque sé que me va a venir la tristeza. Mejor si no lo veo".

De vuelta al mate y al living, las diferencias entre dulce y amargo lo llevan a una anécdota sobre el tango Trenzas y de cómo él se burlaba de la letra ("trenzas / de "sabor" de mate amargo") en un show de humor que hacía en el Vapor de la Carrera hasta que un día, el mismo Homero Expósito, autor del tango en cuestión, era pasajero del buque y le explicó que no era "sabor", sino "color". Cacho tiene memoria y es un gran contador de historias, por eso está preparando un libro en coautoría con el periodista y amigo Diego Sorondo.

El siguiente relato no es tan gracioso. El año pasado, mientras caminaba por la rambla, dos jóvenes intentaron asaltarlo. Se defendió y en el forcejeo se dislocó un hombro. Pero la cosa quedó ahí porque a la larga los médicos descubrieron que tiene los dos tendones del hombro rotos. "A veces ando con mucho dolor. Anoche, sin ir más lejos, me tuve que levantar". La solución es una operación que se hará en diciembre porque antes está Chichita. Chichita sí volverá después de Semana de Turismo los domingos al mediodía y con algunos cambios. Llevará a los invitados también a la cocina y convocará a un concurso de talentos.

"Papá", interrumpe Santiago. "Salí campeón de la lucha", dice en referencia al juego de Play Station. El padre lo mira y pregunta: "¿Pero ese juego no lo empezaste hoy?" "Sí y ya gané", responde el niño. Cacho le pide al hijo que vuelva al cuarto, tiene que empezar la entrevista. "Papá, después jugás conmigo". "Sí, dale después jugamos, esperame un rato", le responde. "¿Vamos a la nuestro?"

Vamos.

-¿Por qué resolvió terminar con Cacho Bochinche?

-Yo llegué a un consenso conmigo mismo. Es mejor terminar cuando la gente te dice: "ay, cómo, por qué" y no cuando dice: "¿cómo hincha este tipo con lo mismo?" Creo que estaba más cerca de empezar a hinchar que de lo otro. ¿Por qué? En los mismos niños hay una respuesta, lo veo en mi casa con este (señala al cuarto de Santiago)... A la larga, la gota erosiona la piedra, y es preferible irse cuando alguien lo lamenta y pregunta. Es como que me defienden. Esas son las generaciones de padres y abuelos que estuvieron o vieron el programa... fueron 38 años. Pero cuando esos no existan más, yo voy a ser un pelotudo tratando de alegrar en cámara a quién.

-Pero el programa tenía mediciones buenas, ¿no?

-Sí, el rating era bueno. Pero se suman más cosas. La propaganda en Cacho Bochinche fue muy buena en su momento. Yo tenía una serie de clientes que hoy, en muchos casos son multinacionales, que tienen sede en el extranjero. ¿Y qué saben esas empresas de lo que sucede en Uruguay? Mandan una directiva: de mañana en televisión no se puede publicitar y ta, no hay vuelta. Entonces, el apoyo de los anunciantes no era el mismo. Y el programa tenía mucha producción, muchas personas delante y detrás de cámaras. Uno veía dos muñequitos, pero cada uno había salido diez mil pesos, además de pagarle al que estaba adentro. Igual, yo le iba ganando a todo eso. Es la suma de cosas lo que me hizo terminar.

-¿Qué otras cosas puso en la balanza?

-Otra circunstancia fue que el Canal está creciendo mucho, están ampliando, con muchas obras. Con los juegos y la escenografía, yo les ocupaba un espacio que era la vieja utilería. Últimamente, veía como que me querían decir algo y no me decían. Hasta que un día agarré al jefe de operaciones y le pregunté: "¿qué pasa conmigo, loco? ¿por qué me preguntan si el juego es muy grande o chico?" "Sabés lo que pasa, Cacho, me están pidiendo el lugar, tengo los planos, todo". Entonces le dije: vamos a hacer una cosa, esperamos a fin de año y ahí"Para mí, Cacho tiene rollo para rato yo mudo todo. Y así fue, llevé todo para la productora en Capurro: juegos, muñecos, todo. Si siguiera con el programa, tendría que alquilar un camión todos los sábados y se sumaría otro costo.

-¿Qué tan difícil fue tomar la decisión?

-Es un gran dolor, porque de todos los programas que yo hago, o hice, era el que más disfrutaba. ¿Por qué? Porque yo pensaba los juegos, los armaba, los muñecos... Si había que ir a buscar un caño a San José o una base de hierro, yo iba... era como si yo mismo estuviera jugando con los niños. Pero hay que ser más realista que el rey. Yo tengo 73 años, y llega un momento en que te duele la cintura cuando te agachas a hablar con los niños. ¿Qué tenía que hacer últimamente? Tomarme ocho aspirinas con Coca-cola y me agachaba, pero llegaba a casa y dormía hasta el lunes. Estaba rendido. Algunos me dijeron: "Pero Cacho, faltan dos años para los 40 años, ¿por qué no lo dejás ahí?" No, las cosas se terminan, y chau.

-Seguramente, lo que quedó grabado en mucho fue Ultratón, ¿como surgió?

-¿Sabés lo que es? Es un tanque de combustible de 200 litros, que había en aquella época. Lo hicimos en un taller de autos con un amigo en el año 72 o 73. Los brazos son dos tubos de calefacción que traje de Buenos Aires porque acá no había en ese momento. Me acuerdo que entraba en la Aduana con esos metros de caño y los aduaneros me preguntaron para qué era. Les dije: "si les cuento no me van a creer. Es para hacer un muñeco así y asá, para los brazos". "Dejate de joder, pasá, pasá". Las manos son dos pinzas y lo más difícil fue la cúpula, con los ojos.

-¿El que usó el año pasado es el mismo?

-El mismo, el mismo. Le cambiamos la cúpula porque en un momento se había oxidado un poco. Pero Ultratón es una ilusión. No envejece porque viene de otra galaxia (risas). Había que buscar un ser que tuviera poderes, que volara y pudiera entrar en las casas y ver qué tan bien se portaban los niños a través de las ondas "serchianas", atravesar la "dionósfera"... los padres se mataban de risa y los niños abrían los ojos así de grandes.

-¿Es nostálgico? ¿Va a extrañar esas cosas?

-No quiero pensar. Desde que llevaron todos los juegos a la productora no he querido ir. Sé que si voy me va venir tristeza, así que mejor no ver. El otro día hablaba con el encargado y me decía: "Usted no va para allá, ¿no?". No, por ahora no. "A mí me pasa lo mismo, cada vez que muevo algo, me viene una cosa". Pero ya está, es así. Así es la vida. Se acabó. Y si no lo ves...

-¿Por qué no hizo una despedida de Cacho Bochinche?

-Eso mismo me dijo Eugenio (Restano, gerente de programación de Canal 12) y le respondí que no. Es como si yo quisiera hacerme el campeón al despedir esto. Lo único que pienso hacer es un espectáculo en el teatro que sea "Para mis bochincheros de 50 años". Porque hay tipos que tienen 40 o 50 y vinieron al programa. Antes yo abarcaba un espectro muy grande, de niños hasta 10 o 12. Últimamente, eran todos niños de 4, 5... hasta 7. Los grandes no se enganchaban porque están en otra. Yo lo veo acá en mi casa. (señala hacia el cuarto de Santiago) Están para el aparatito, ya no quieren patearle al golero, patean en la Play Station.

-Laura Martínez continuría con el espacio infantil...

-Sí, yo le dije que armara algo para continuarlo y está en eso.

-De hacerse, ¿iría al debut de ese programa?

-Sí, claro. Además, tiene los juegos, los muñecos... todo a disposición. Si lo hace, creo que le puede ir muy bien. Ella tiene mucha llegada con los niños.

-Lo que sí retomará será La cantina de Chichita.

-Sí, después de Turismo salimos. Hay algo que aprendí de uno de los tipos que más sabía de televisión, que fue el ingeniero Horacio Scheck (ex director de Canal 12). Él decía: si un programa camina, no lo toques. Y si no camina, metele publicidad en todas las tandas. Chichita anduvo muy bien y lo vamos a mantener con algunos cambios. Pienso llevar a los invitados a la cocina a cocinar con esta ignorante que es Chichita y también hacer como una especie de concurso de talentos. Chichita está buscando montar un show en su cantina y convoca a magos, cantantes... es lo misma idea de Talento, el argentino o American Idol... u otros. Yo soy sincero: no hay nada nuevo en la TV, nada me sorprende. Todo es una vuelta de tuerca.

-Nada le parece original...

-No. Se terminó la inventiva. Ahora funciona un poco lo bizarro, acá, en Argentina, en todos lados. Nosotros hicimos también cosas bizarras como el Cante y gane o Diga bi, diga lo. Chichita tenía también personajes bizarros, como el hermano pobre de Ricardo Fort. Fue un éxito. Es el tipo de humor que funciona ahora.

-¿Cuánto ha evolucionado la TV uruguaya desde que empezó?

-Viste el dicho "si no puedes con tu enemigo, únete a él". Bueno, la TV uruguaya se aporteñó. Empezamos a hacer una televisión bárbara, fantástica. Pero nos ganó el enemigo. Porque somos cholulos de Buenos Aires. El humor uruguayo siempre fue para entenderlo, para pensarlo, disfrutarlo. Hacías un chiste con tercera intención y era para decir: ah, mirá, qué bueno este loco. Eso se terminó. Hoy hay que ir a mil por hora, dar la comida ya masticada a la gente.

-¿Cuánto mira de televisión?

-Soy un adicto. Estoy todo el día con el televisor prendido. Trato de ver qué puede darme, no me meto en el argumento sino en el cómo está armado.

-¿Qué siente cuando lo nombran en otros programas?

-Me encanta. El otro día vi que en Bendita TV me hicieron un compilado de todas las macanas de Cacho Bochinche a modo de despedida. Si eso es lo que vale, está bien. Yo lo agradezco profundamente.

-Su hijo Maxi está creciendo mucho, ¿sigue su carrera?

-Sí, pero todo lo que tiene se lo ganó él y nada más que él. Tenía 10 años y ya se grababa con la camarita. A este chico (Santiago) le encantar pintar, quiere aprender piano y también está preparando sus videos.

-¿Cómo le gustaría que se recuerde Cacho Bochinche?

-Qué sé yo. Cacho Bochinche era como el tío o el padrino que llegaba a la casa y tiraba papelitos, organizaba juegos. Esa siempre fue la idea... Que se recuerde como cada uno quiera. Para mí, fue una gran satisfacción hacerlo. No hay reconocimiento más grande que cuando ando por la calle, alguien dice: "mirá, ahí va Cacho Bochinche".

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