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Cada día más locos

Aparecen las primeras investigaciones sobre los efectos cerebrales del uso de internet. Y los resultados son como para desconectarnos, por lo menos, por un rato. Capaz que es tarde.

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TONY DOKOUPIL(*)

La inquietud sobre los efectos nocivos de Internet para la mente son tan viejos como los hipervínculos. Pero incluso entre los escépticos, la idea de que una nueva tecnología pueda influir en nuestra forma de pensar y sentir, y mucho menos contribuir a una fractura de la sociedad fue visto como algo tonto e ingenuo, como culpar a la televisión por la conducta de los niños. En cambio, internet fue recibido como otro medio, un sistema de entrega, no una máquina diabólica. Hacía que la gente fuera más feliz y más productiva. ¿Y dónde estaba la prueba de lo contrario?

Ahora la evidencia se acumula al surgir las primeras investigaciones serias y arbitradas, y el panorama es mucho más sombrío que lo que soñaron los utopistas de la red. La actual encarnación de Internet -portátil, social, acelerada, penetrante- puede hacernos no sólo más tontos y solitarios sino más depresivos y ansiosos, con tendencia a los trastornos obsesivo-compulsivos y al déficit de atención e incluso llevarnos a la psicosis.

En el verano de 1996, siete jóvenes investigadores del MIT borraron los límites entre el hombre y la computadora, viviendo al mismo tiempo en el mundo físico y en el mundo virtual. Llevaban teclados en sus bolsillos, radiotransmisores en sus mochilas, y una pantalla frente a sus ojos. Se hacían llamar cyborgs; eran unos freaks. Como dice Sherry Turkle, psicóloga del MIT, "ahora todos somos cyborgs". Esta vida en conexión constante nos parece normal, pero eso no equivale a que sea saludable ni sostenible.

En pocos años, los estadounidenses, por ejemplo, se fusionaron con las máquinas, pegándose a una pantalla al menos ocho horas diarias, más tiempo de lo que dedican a cualquier otra actividad incluso dormir. Los adolescentes meten unas siete horas de pantalla en un día escolar. Cuando el presidente Obama se postuló para el cargo, el iPhone aún no había sido lanzado. Ahora los smartphones son más que los viejos modelos en Estados Unidos, y más de un tercio de los usuarios se conectan aun antes de levantarse.

El estadounidense promedio envía o recibe unos 400 mensajes de texto al mes, cuatro veces más que en 2007. El adolescente promedio procesa la asombrosa cantidad de 3.700 mensajes de texto mensuales, el doble que en 2007. Y más de dos tercios de estos cyborgs cotidianos dicen sentir vibrar a su teléfono cuando en realidad no está haciéndolo. Eso se llama "síndrome de vibración fantasma".

Los cambios digitales de los últimos cinco años traen a la mente un caballo que se escapó arrastrando a quien llevaba sus riendas. Nadie pretende retrasar el progreso pero la investigación está dejando claro que Internet no es "sólo" otro sistema de entrega. Está creando un nuevo entorno mental, un estado digital de la naturaleza donde la mente humana se convierte en un panel de instrumentos, y pocos saldrán ilesos.

"Este es un tema tan importante y tan sin precedentes como el cambio climático", dice Susan Greenfield, profesora de farmacología en Oxford que trabaja en un libro sobre cómo la cultura digital nos está reconectando y no para bien. "Podríamos crear el mundo más maravilloso para nuestros niños, pero eso no va a suceder si entramos en negación y las personas caminan dormidas entre estas tecnologías con ojos vidriosos de zombies".

¿Internet nos está enloqueciendo? No es la tecnología en sí misma o el contenido. Pero una revisión de los resultados en más de una docena de países llega a un patrón general. Peter Whybrow, director del Instituto Semel para la Neurociencia y Comportamiento Humano de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), afirma que "la computadora es como la cocaína electrónica", alimentando ciclos de manía seguida de períodos depresivos. Internet "conduce a una conducta que la gente es consciente no es buena, los deja ansiosos y los hace actuar compulsivamente", dice Nicholas Carr, autor del libro The Shallows, sobre el efecto de la red en la cognición y nominado para un Pulitzer. "Fomenta nuestras obsesiones, la dependencia y las reacciones de estrés", agrega Larry Rosen, un psicólogo de California que ha investigado el efecto de Internet durante décadas. "Alienta -e incluso promueve- la locura".

El temor de que Internet y la tecnología móvil contribuyan a la adicción -por no hablar del TDAH (el trastorno por déficit de atención con hiperactividad) y el TOC (el trastorno obsesivo compulsivo)- ha estado en la vueltas por décadas, pero sus detractores han prevalecido. "¿Qué sigue? ¿Abuso de microondas, adicción al humectante labial?", escribió un revisor de una de las principales revistas psiquiátricas, al rechazar en 2006 un estudio sobre el uso problemático de internet. El Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en Estados Unidos nunca incluyó la interacción entre máquinas y humanos.

Pero eso ya pasó. Cuando el próximo año se publique el nuevo manual incluirá, por primera vez, el "Trastorno de Adicción a Internet", aunque sea dentro de un apéndice etiquetado "para mayor estudio". China, Taiwán y Corea recientemente aceptaron el diagnóstico, y comenzaron a tratar el consumo problemático de internet como una grave crisis nacional de salud. En aquellos países en los que decenas de millones de personas (y hasta un 30% de los adolescentes) son considerados adictos a Internet, sobre todo a los juegos, la realidad virtual y las redes sociales, la historia es noticia. Una joven pareja descuidó fatalmente su bebé mientras alimentaba online a un bebé virtual. Un joven mató a su madre porque le sugirió que se desconectase (y luego usó su tarjeta de crédito para acumular más horas de conexión). Al menos 10 ultrafanáticos de la red han muerto de coágulos después de estar sentado muchísimo rato.

El gobierno coreano está financiando centros de tratamiento y coordinando apagones nocturnos para los jóvenes. China, por su parte, ha puesto en marcha una cruzada de madres para hábitos seguros de internet, volcándose a ese enfoque cuando se supo que algunos médicos estaban usando electroshocks y golpizas para el tratamiento de los adolescentes adictos a internet.

"Hay algo en el medio que crea adicción", dice Elias Aboujaoude, psiquiatra de la Escuela de Medicina de Stanford, donde dirige la Clínica de Trastorno Obsesivo Compulsivo y la Clínica de Trastornos del Control de Impulsos. "He visto muchos pacientes que no tienen antecedentes de comportamiento adictivo y se convierten en adictos a través de Internet y las demás tecnologías".

Su estudio de 2006 sobre los hábitos problemáticos de internet (aquel que fue rechazado con sarcasmo) fue la base de su libro Virtually You sobre las consecuencias del irresistible encanto de la red. Incluso entre un grupo demográfico de usuarios de mediana edad -el encuestado promedio tenía 40 años, era blanco, y ganaba más de 50.000 dólares al año- Aboujaoude encontró que más de uno de ocho mostraban al menos una señal de apego desordenado a la red.

Después estuvo el experimento "Unplugged" que la Universidad de Maryland realizó en 2010 y en el que se le pidió a 200 estudiantes que renunciaran a todas las tecnologías de internet un día y que escribieran en un diario sus sensaciones. "Claramente soy adicto y la dependencia es repugnante", informó uno de los estudiantes. "Es mi droga", escribió otro. Otros centros no pudieron realizar el experimento por falta de voluntarios. "La mayoría de los universitarios no sólo no están dispuestos, sino que son funcionalmente incapaces de estar sin sus enlaces", concluyó la Universidad de Maryland.

En los dos años transcurridos desde entonces, la preocupación por esa adhesión patológica a la red se ha intensificado. En abril, médicos le hablaron a The Times of India de un repunte de la "adicción a Facebook". Los últimos detalles de la obsesión estadounidense con la internet están en el nuevo libro de Larry Rosen, iDisorder. Su equipo estudió a 750 personas, detallando sus hábitos tecnológicos, sus sentimientos acerca de esos hábitos, y sus puntuaciones en una serie de pruebas estándar de trastornos psiquiátricos. Se encontró que la mayoría de los encuestados, con la excepción de los mayores de 50 años, revisaban sus mensajes de texto, su correo electrónico o su red social "todo el tiempo" o "cada 15 minutos". Más preocupante, fue que aquellos que pasan más tiempo online tenían "rasgos de personalidad compulsiva".

Tal vez no sea tan sorprendente: los que quieren pasar más tiempo online se sienten obligados a hacerlo pero no quieren estar tan conectados. No es el libre albedrío lo que impulsa a las personas a mantener sus BlackBerry al alcance de la mano cuando se van a dormir, según un estudio de 2011; ni es libre albedrío, de acuerdo otro estudio del año pasado, que el 80% de quienes salen de vacaciones llevan sus laptops o sus smartphones para poder entrar a internet; ni es el libre albedrío lo que lleva a los usuarios de smartphones a revisar sus teléfonos antes de dormir o en medio de la noche.

Nos puede parecer que estamos optando por utilizar esta tecnología, pero en realidad estamos siendo arrastrados a ella por los potenciales beneficios a corto plazo. Cada ring podría ser una oportunidad social, sexual o profesional, y obtenemos una mini-recompensa, un impulso de dopamina, por responder a la campana. "Esas recompensas sirven como sacudidas de energía que recargan el motor de la compulsión, al igual que el escalofrío que un jugador siente al recibir una carta", dijo la académica Judith Donath, a Scientific American. "Acumulativamente, el efecto es potente y difícil de resistir".

Recientemente se hizo posible ver cómo el uso de la web recablea el cerebro. En 2008 Gary Small, el jefe del Centro de Investigación de la Memoria del Envejecimiento de la UCLA fue el primero en documentar los cambios en el cerebro como resultado de un uso de Internet incluso moderado. Reunió a 24 personas, la mitad de ellos usuarios experimentados de Internet, la otra mitad novatos, y los pasó a todos por un escáner cerebral. La diferencia fue sorprendente: las cortezas prefrontales de los internautas estaban alteradas. Pero la verdadera sorpresa vino después. Los novatos se fueron por una semana, y se les pidió que pasaran cinco horas online y luego regresaran para un nuevo escáner. "Ya se les había recableado el cerebro", concluyeron.

Los cerebros de los adictos a Internet se ven como el cerebro de los adictos a las drogas y el alcohol. En un estudio publicado en enero, investigadores chinos hallaron "materia blanca anormal" -esencialmente células nerviosas adicionales- en las áreas encargadas de la función de atención, control y ejecución. Un estudio paralelo encontró cambios similares en el cerebro de los adictos a los videojuegos. Y ambos estudios coincidieron con otros resultados chinos que vinculan la adicción a Internet con "anormalidades estructurales en la materia gris", es decir, la contracción del 10 al 20 por ciento en el área del cerebro responsable del procesamiento del lenguaje, la memoria, el control motor, la emoción, sensorial, y otra información. Y lo peor, nunca se detuvo la contracción: cuanto más tiempo online, más signos de "atrofia" en el cerebro.

Mientras que los escáneres cerebrales no revelan qué fue primero, si el abuso o los cambios en el cerebro, muchos médicos ven confirmadas sus propias observaciones. "No hay duda de que estamos cada vez más impulsivos", dice Aboujaoudem de Stanford, y una de las razones es el uso de tecnología. Señala que el aumento en el diagnóstico de TDAH y el TOC aumentó 66% en la última década. "Hay una causa y efecto".

Y no se engañe: la diferencia entre un "adicto a Internet" y una persona cualquiera es casi inexistente. Uno de los indicadores tempranos para la adicción es pasar más de 38 horas a la semana online. Según esta definición, todos somos adictos y muchos lo logramos en la tarde del miércoles o del martes si es una semana muy ocupada. u

(*) Newsweek (traducción: F.R.C.)

SURGE UNA "DEPRESIÓN FACEBOOK"

Un artículo publicado en la revista Pediatrics señaló el surgimiento de "un nuevo fenómeno llamado "depresión Facebook" y explicó que "la intensidad del mundo online puede desencadenar depresión. Los médicos, según el informe publicado por la Academia Americana de Pediatría, deben hacer preguntas sobre los hábitos digitales en cada revisación anual de los niños.

ESTADOS DE ÁNIMO EN LA RED

Un reciente estudio estadounidense basado en los datos de uso de la web en adolescentes en la década de 1990 encontró una relación entre el tiempo online y los trastornos de sus estados de ánimo como adultos jóvenes. Los investigadores chinos también han encontrado un "efecto directo" entre el uso pesado de la red y el desarrollo de una depresión, mientras que académicos de la Case Western Reserve University correlacionaron el uso pesado de los medios sociales y los mensajes de texto con el estrés, la depresión y los pensamientos suicidas.

INTERNAUTAS LOCALES

Contacto en Uruguay

La película Matrix (1999) planteaba la distopía de una humanidad conectada a una gran simulador de realidad a la fuerza, y la subsiguiente lucha por liberarse del yugo de las máquinas. Qué ingenuos los hermanos Wachoswki, ¿no? Porque "conectarse" a un ambiente virtual es una actividad que los humanos realizamos voluntariamente y, al parecer, con gusto. En Uruguay también, y cada vez más. De acuerdo a la más reciente edición del estudio Perfil del internauta uruguayo, el tiempo que los usuarios pasan conectados a Internet -medido en horas por semana- registró en aquellos usuarios que declaran mayor tiempo de conexión el crecimiento más importante desde 2008. Si ese año quienes declaraban más de 20 horas de conexión a Internet constituían 8%, para este año esa cifra es más del doble: 19%. Algo más de uno de cada tres usuarios uruguayos (34%, o unas 540.000 personas) es considerado -según el estudio- como un Alto Usuario. Aunque la mayoría (86%) entra a la red desde su casa, casi cualquier lugar u ocasión es un buen pretexto para darse una vuelta por la virtualidad: 42% de los usuarios se conecta desde un cybercafé, 35% desde casas de amigos o familiares, 24% desde su lugar de trabajo y 23% desde el lugar de estudios. En esa parte del estudio, las conclusiones son claras respecto a las razones por las cuales se pasa cada vez más tiempo en el dominio virtual: "Ha aumentado muy significativamente el número de usuarios de más de diez horas semanales. Esto probablemente esté directamente ligado al crecimiento de las redes sociales". Actualmente, el uso de las redes sociales pasó a ser la segunda actividad de los usuarios uruguayos, apenas dos puntos porcentuales por abajo del rubro principal: "buscar información sobre temas de interés", que es mencionado por 79% de los encuestados como principal actividad on-line. El futuro, si esta tendencia se mantiene, será virtual y compartido.

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