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Tan cosmopolita

Más de 260 alumnos de intercambio vienen cada año a Uruguay para cursar asignaturas y acercarse a una cultura y forma de vida muy diferentes a las suyas.

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Marta Aguilera

Hace unos años, cruzarse con un extranjero en Montevideo, era tan exótico como ver un gaucho por 18 de julio. Hoy ya no es difícil ver indisimulables jóvenes europeos o asiáticos deambulando por la ciudad, a veces con mochilas que indican un paso fugaz o con aspecto de quedarse.

Es que Uruguay se ha convertido en un punto atractivo no sólo para turistas sino también para aquellos extranjeros que llegan por programas de intercambio o para trabajar una temporada. Dicen que es por la cultura y la amabilidad uruguayas.

También es porque los intercambios han variado mucho en los últimos años. A comienzos de la década, las universidades apenas recibían 15 alumnos extranjeros, pero el boom fue en 2006, asegura Virgina Álvarez, coordinadora de relaciones internacionales de la Universidad Católica, que este año recibió 140 alumnos extranjeros.

Las cuatro universidades más importantes, la pública, la Católica, la de Montevideo y la ORT, recibieron más de 260 alumnos de intercambio este año. La ORT puso en marcha este semestre el programa padrino, ya implantado en algunas universidades europeas. "Alumnos de la universidad apadrinan a un estudiante extranjero y están en contacto con él desde el principio", explica Miriam Kemna, coordinadora del departamento de relaciones internacionales de la ORT. Para ellos son un punto de apoyo a la hora de escoger las mejores asignaturas y una puerta abierta para conocer gente en un país que no es el suyo.

Más allá de los programas de las universidades también se ha ampliado la oferta de entretenimiento y hospedaje en la capital. Y eso ayuda.

ALOJAMIENTO. Dónde quedarse es una angustia compartida por todos los que salen de viaje. Las universidades dan una mano en eso: les facilitan teléfonos de hostales, de familias que alquilan habitaciones y de pisos compartidos. Muchos prefieren arreglar el alojamiento desde su país porque así sus padres (que en muchos casos financian la aventura) se quedan más tranquilos, explica Willy, un estudiante español. Otros reservan un par de noches en un hostal para conocer gente, los barrios y luego buscar alojamiento, como hizo Julie, una estudiante de origen danés.

La aventura montevideana para muchos es básicamente céntrica y se extiende a barrios como Pocitos, Parque Rodó, Parque Batlle y Cordón. Las universidades están cerca son zonas más tranquilas, aunque más caras.

Por más que la gran mayoría prefiera compartir apartamentos, abundan los que viven con familias o en residencias de estudiantes. "Yo no quería estar con una familia pero era lo más barato y además la madre de la casa se iba en un mes", explica Elodie, una estudiante francesa que se quedará en Uruguay hasta el verano.

Las residencias estudiantiles no son una mala opción. "Por 350 dólares me dan de comer, de cenar y de desayunar, me limpian el cuarto y me lavan la ropa", asegura David, de México. Y es que todos quieren buscar algo barato para poder viajar por la región con lo que ahorren. "Ya que estoy acá no me puedo ir sin visitar Perú, Bolivia y Chile", asegura Javi, un español que vino para hacer una pasantía en el Instituto Interamericano de Derechos Humanos.

La proximidad con Brasil, Argentina y Chile, además de ser el país más seguro de la región, hacen de Uruguay un destino atractivo para los intercambios. Todos coinciden en que es un punto estratégico dentro de América Latina que no se puede desaprovechar.

Pero Uruguay no sólo recibe estudiantes de intercambio. Las pasantías y los años sabáticos también hacen de Montevideo un destino cargado de exotismo para los europeos. Estela es una francesa que tras nueves meses viajando por América Latina pasó los tres últimos en Uruguay, dónde se enamoró del país y también de un uruguayo. Dedicó todo su tiempo a colaborar en un hogar infantil en Ciudad Vieja. "Lo que más voy a echar de menos de Uruguay es su gente, el mate, las milongas y los artesanos", asegura la francesa.

AMISTADES. La mejor forma que tienen para conocerse es reunirse para organizar cenas internacionales, fiestas propias de cada país y el vernáculo asado.

Pero no para todos es igual de fácil. "Para un pasante es bastante más difícil", explica Baptiste. Este francés vino sólo un mes para hacer una pasantía en el hospital Maciel. "Casi todos mis compañeros tienen 30 y tantos años, y los que no, están casados y con hijos. Es una actitud muy distinta a la que tienes en una clase donde hay más gente que es extranjera como tú", apunta.

Pero al final todos acaban conociéndose. Sino es por los hostales es por las fiestas que los extranjeros organizan en sus casas, dónde se oye a más de uno decir "esto parece la ONU". Julie, Fairley (Francia) y Lisa (Austria) viven juntas en Pocitos y aseguran que su casa es "un lugar de reunión donde siempre hay gente tomando mate y charlando". Aunque a veces, reconocen, les gustaría salir más a boliches.

En Montevideo hay bares para casi todos los gustos: salsa, cumbia, techno, rock pero lo que no hay es un bar para los intercambios o las famosas "fiestas Erasmus". "Y menos mal", suspira Fairley, "porque si no era muy difícil que nos integráramos con los uruguayos". Y es que ella se queda dos semestres y en enero se van casi todas sus amistades.

Estudiantes y pasantes, todos tienen algo en común: están solos en Uruguay y les resulta muy difícil integrarse en la vida de los uruguayos. "Es normal, ellos tienen su familia y sus amigos, y nosotros venimos acá sólo por un semestre", asegura Lisa.

Cuando salen, deambulan por boliches como Tres Perros, Living, Primata, Up, El Club. Y en las últimas semanas se ha puesto muy de moda El Pisotón, un lugar chiquito y con mucho encanto, ideal porque ahí hay tango. "Cuando vine la primera vez apenas había extranjeros, pero desde que ha empezado el semestre, cuesta encontrar uruguayos acá dentro", afirma Javi.

IDIOMA. Cuando das el salto a América Latina los prejuicios quedan atrás y dejas de pensar que el mejor español es el de España. Al menos eso piensan la mayoría de los españoles que han pasado una temporada de este lado del océano. Estamos unidos por un idioma que en cada país ha tomado una forma y le ha dado una identidad propia. El chiste de decir "coger" cuando buscan la palabra "agarrar", sigue siendo fácil y efectivo.

Pero nada es eterno, y lo bueno menos aún. Cuando te has acostumbrado a una vida en la que todo gira en torno al mate y al vos, lamentablemente, tenés que marchar.

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Uruguay es caro, igual que europa

En lo que coinciden todos, ya vengan de América del Norte o Europa, es que Uruguay es un país caro. El surtido y los alquileres son igual de caros o más, excepto la carne, que, coinciden, aquí es mucho más barata. Los extranjeros gastan un promedio de 800 dólares al mes entre el alquiler, los gastos comunes, comer, salir y escapadas de fin de semana. Muchos de ellos vienen becados, algunos con 800 dólares al mes y otros con apenas 150 euros. Una persona que alquila casas para extranjeros y que prefiere guardar el anonimato, reconoce que como es un alquiler de menos de un año y además va por intermediarios, cobra a los estudiantes un 20% más del precio normal. Entre 5.000 y 7.000 pesos pagan los seis estudiantes a los que les alquila en Pocitos y el Centro.

Cara y cruz de la moneda uruguaya

Cuando le preguntan cómo son los uruguayos, Julie siempre cuenta la misma anécdota: "El primer día fui a comprar una lapicera y la mujer que estaba delante de mí para pagar, me dejó pasar porque yo sólo llevaba una cosa y ella cuatro. Esto es increíble, en Dinamarca nunca pasaría". Y es que el uruguayo es atento y generoso, dicen. Esto se ve también en la cultura del mate, explica Dani, un español que vino a cursar sus últimas asignaturas de arquitectura en la Universidad de la República. "Lo comparten con los amigos, no es para uno mismo". Pero no todas las bienvenidas fueron iguales. A Elodie le robaron su notebook, el ipod y la cartera en su propia habitación. "Justo le decía a la mamá de mi casa lo buenos que son los uruguayos", recuerda, "y cuando volví a mi cuarto, la ventana estaba abierta y mis cosas no estaban".

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