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La ruta a ningún lugar

PARA "EL PAISÍTO", BANDITA ANGOSTITA

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JULIO IRIBARNE / FERRERE ABOGADOS

Hace mucho que Uruguay tiene serios problemas de infraestructura. Mencionar este déficit basta para imaginarnos falencias en carreteras, energía, logística, residuos, puertos e incluso aeropuertos. Pocos piensan que estamos hablando de la carencia banda ancha. Si, de banda ancha. Ni más ni menos. Es que, en líneas generales, solamente una minoría se alarma y comprende que sin una banda ancha que nos permita estar al menos en condiciones similares a los países "adelantados", no podemos competir. El futuro de una gran cantidad de actividades que dependen de las comunicaciones vía internet está en clarísimo riesgo en este país.

EN CARRETA

Para ser gráficos, alcanza y sobra con hacer nuestra la analogía de Sergio Fogel que, basándose en el Netindex de Oookla y en el de Youtube explica que "si habláramos de automó- viles, y el auto promedio del mundo circulara por su carretera a 110 kmts por hora, el alemán iría a 222 kph en un Porsche. El español iría a 137kph. El chileno viajaría a 176 kph, ninguna maravilla, pero tampoco un desastre. El argentino se movería a 42 kph, paso de catramina. En Uruguay en cambio, andaríamos a 23 kph en nuestra carreta" ("El Porsche y la Carreta: el estado de Internet", 29 de abril de 2011). Estos datos ilustran la gravedad de la situación; andar "en carreta" afecta de una manera sustancial la calidad del trabajo de muchos compatriotas que, apostando a un futuro que jamás llega, continúan asumiendo que un país que se precia de ser "de servicios" algún día contará con las herramientas necesarias para brindarlos realmente en su mejor nivel. No sabemos cómo sobreviven y compiten los que producen tecnología o efectúan trabajos a distancia. Peor aún, en nuestro país, donde nos preciamos de ser exportadores de software y servicios, carreteamos mientras decimos que corremos.

DRAMA LENTO Y MALO

Si esta realidad continúa inmodificada, en muy poco tiempo – está ocurriendo ya mismo- valdrá más la pena tomarse un avión con un pendrive para presentar un nuevo producto que enviar una versión de prueba por internet. Diremos que el viaje tiene la ventaja de presentarnos personalmente y, lo que es más importante, será más rápido que utilizar nuestras velocidades de subida y bajada. Nadie nos va a creer y, menos todavía, nadie nos va a comprar. Lo más grave de todo, lo tragicómico, es que la causa de este desaguisado no es tecnológica ni tampoco económica. Conectarse a cables de fibra óptica que amplíen considerablemente nuestro ancho de banda dista de ser una empresa difícil e incluso, puede salirle hasta gratis a Antel si acepta la propuesta de algunos proveedores de este servicio que, nos consta, le han llegado en varias oportunidades. La base del problema es ideológica y corporativa. Cuando de avanzar tecnológicamente se trata, se vuelven a agitar los fantasmas de siempre. Hay que detener al mundo si es necesario para proteger el monopolio de Antel y a su gremio, aún a costa del sacrificio de los usuarios que precisamos trabajar para, entre otras cosas, poder pagarles el servicio y el sueldo. El problema es que, mal que le pese a Antel y a sus funcionarios, el mundo no sólo se niega a detenerse sino que avanza cada vez con mayor velocidad, dejándonos en una posición que hoy es precaria y mañana será malísima.

Recientemente nuestro parlamento aprobó la ley que regula los contratos de PPP. Si, como hemos dicho, una de las razones para no aumentar el ancho de banda era no ceder un mercado exclusivo de Antel a los privados, esta ley constituía una oportunidad estupenda para considerar el tema y resolverlo. ¿Qué mejor instrumento que asociar Antel con los privados interesados, permitiéndole cumplir el doble objetivo de mejorar sustancialmente el ancho de banda liderando al mismo tiempo el proceso?

VOLVIMOS A PERDER EL TREN

Los antecedentes hacían prever que esta situación iba a ser así considerada tanto por el Poder Ejecutivo como por nuestros legisladores. En efecto, no hace tanto fue dictada la ley 18.602 que modifica en su artículo 34 los cometidos de la Corporación Nacional para el Desarrollo estableciendo textualmente en su literal a) "actuar como concesionario de proyectos de infraestructura pública de transporte, energía, telecomunicaciones, y de cualquier otro tipo…a estos efectos la Corporación podrá crear o adquirir sociedades comerciales o participar en consorcios y/o en fideicomisos especializados en la explotación de las concesiones o proyectos que se le otorguen". Sin embargo, y sorpresivamente – o no tanto, a estas alturas- el proyecto aprobado de PPP excluye expresamente las telecomunicaciones de los contratos que puedan celebrarse entre públicos y privados.

Así las cosas, los uruguayos continuaremos intentando correr los 100 metros llanos con los pies atados, prisioneros de la mediocridad. Eso es lo que significa no percibir, ni entender, ni asumir que el mundo avanza con absoluta prescindencia de nuestra voluntad de cerrarnos la banda. Angostitos quedaremos, entonces.

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