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Piñera se perdió la oportunidad de hacer cambios sociales importantes

| Se generan incentivos perversos, ya que los criterios de asignación no permiten un retiro gradual de los beneficios

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Pese al extendido debate acerca del desfasaje entre crecimiento económico y reducción de la pobreza en Chile, el economista Claudio Sapelli entiende que la distribución del ingreso ha mejorado, pero los planes sociales tienen deficiencias. Considera que Piñera ha sido continuista en ese rubro, que existen problemas de focalización en los incentivos y que aún hay poco estímulo a abandonar esos beneficios sociales. A continuación, un resumen de la entrevista.

-¿En qué condiciones los chilenos llevan adelante el debate político electoral sobre pobreza, equidad y distribución del ingreso?

-No ha habido tantas diferencias, como uno podría esperar, entre lo hecho por la administración Piñera y lo llevado a cabo por la Concertación. De hecho, soy bastante crítico de la política social del gobierno actual porque se perdió la oportunidad de hacer cambios importantes al respecto; o sea, en los hechos fue muy continuista.

En una serie de temas, el gobierno actual trató de colocarse a la izquierda de los gobiernos de la Concertación, posiblemente con la esperanza de dividirla, pero en definitiva lo que logró fue tomar varias medidas técnicamente cuestionables y empujó el discurso de la Concertación aún más hacia la izquierda. Entonces, la Concertación, que había gobernado veinte años, pasó a ser muy crítica del statu quo en una serie de indicadores, cuando claramente eran parte de su legado.

Personalmente, pienso que la política social puede evaluarse como buena o mala, pero no me parece importante o relevante discutir si es de centro derecha o centro izquierda. Si me preguntan si se ha implementado buena política social en los últimos años, mi respuesta es que, en general, no.

-¿Por qué razón?

-En parte, creo que ello es así porque el gobierno se ha hecho eco de lo que, a mi juicio, es un mal diagnóstico. Esto tiene que ver con la búsqueda de explicaciones para el malestar social que se ha expresado en los últimos años y que continúa ahora. El diagnóstico es que ese malestar social se deriva de una gran desigualdad. Evidentemente que no puede derivarse una buena política social de un mal diagnóstico.

-Usted dice que Piñera se perdió la oportunidad de hacer cambios importantes. ¿Qué cambios debió haber hecho?

-Yo fui miembro del Consejo de Trabajo y Equidad que nombró la Presidenta Michel Bachelet e hicimos varias propuestas consensuadas que no se han implementado (o se han implementado muy parcialmente).

En primer lugar, yo esperaría que una buena política social se centrara en algo como lo que se planteó en el Consejo de Equidad, con el nombre de Ingreso Ético Familiar. El Ingreso Ético Familiar que se está implementando, lamentablemente, tiene importantes diferencias con la idea original. Tal como está, la medida combina una asignación base a las familias de extrema pobreza, con una serie de bonos adicionales por cumplimiento de metas familiares. No es un instrumento revolucionario, sino más bien una continuidad.

Entre los problemas más complejos que enfrentará con su actual diseño está la focalización, que fue la gran dificultad de otros instrumentos, como Chile Solidario, y que no se resolverá completamente sin cambiar la actual forma de focalizar. Y el otro problema está en el hecho de generar incentivos perversos, porque los criterios de asignación no permiten un retiro gradual de los beneficios.

Además, hay otro problema adicional en las políticas sociales que es la enorme multiplicidad de programas existentes, que hacen muy difícil diagnosticar qué es lo que se está logrando y que, además, pareciera resultar en excesivos costos de administración. La idea era que, con la implementación del Ingreso Ético Familiar, pasáramos a tener un solo gran programa en lugar de todos los que existen actualmente.

Desfasaje en lo social

-¿Cuál es la explicación para la diferente velocidad que presentan los avances económicos y la desigualdad?

-No se puede medir el progreso en variables como la desigualdad, si en un país que ha mejorado mucho se mezclan todas las generaciones en una misma bolsa, que es lo que hacen las estadísticas tradicionales. Uno de los motores principales de la movilidad social y la igualdad es la educación y los progresos en ello se ven solamente en las generaciones más jóvenes. Por lo tanto, tenemos que ver qué está pasando con la desigualdad y la movilidad social en esas generaciones. Eso es lo que hago en mi libro "Chile ¿más equitativo?", publicado recientemente, donde concluyo que hay una importante mejora en la distribución del ingreso en las generaciones más jóvenes.

Respecto a la movilidad, hay una historia algo más compleja: se ve una mejoría que luego se detiene, producto de que el funcionamiento del sistema de educación superior en los setenta y ochenta hizo muy difícil el acceso a hijos de padres con poca educación. En esto en los últimos años ha habido una importante mejora, indudablemente.

-Con tan alto crecimiento de la economía, la pobreza ¿no debió haber caído más?

-La respuesta tiene tres elementos; en primer lugar, la canasta de bienes con que se mide la pobreza tiene solo alimentos -porque no se ha cambiado en 25 años, algo técnicamente muy cuestionable- y los alimentos, por el boom del alza de los precios internacionales de los commodities, han subido mucho. En segundo orden, en muchos hogares hay hijos que en lugar de salir a trabajar están estudiando, lo que aparece medido como menores ingresos del hogar. En tercer lugar, muchos programas sociales recientes están mal diseñados, ya que incentivan a las personas a no trabajar, por lo que el resultado es que hay personas que prefieren la transferencia estatal y no salir a buscar trabajo. Si trabajaran ganarían más, seguramente, pero perderían las transferencias sociales y la posibilidad de quedarse tranquilos en la casa, mirando fútbol por televisión.

Polémica pública

-Recientemente, se generó una fuerte polémica en torno a la medición de la pobreza, una vez que se incluyeron nuevas preguntas en el cuestionario que permitieron mejorar los resultados al contarse ciertas partidas de asistencia…

-Este es un tema en que he trabajado bastante, y mi posición al respecto es que el cambio que se hizo en el cuestionario era legítimo y mejoraba la encuesta.

Otro tema es si dicha pregunta incluía ingresos nuevos (antes no declarados) o ingresos que ante la falta de esta pregunta aparecían en otras preguntas (como por ejemplo, una interrogante por la que se pedía información sobre todos los otros ingresos). Allí el gobierno opina lo segundo y hay analistas que opinan lo primero. En mi opinión, ambos tienen en parte la razón: alguna gente reportaba esos ingresos en el rubro "otros", pero había gente que se olvidaba. Pero si hay que optar entre una y otra, mi opción es por la cifra de pobreza sin incluir la nueva pregunta.

De todos modos no hay grandes cambios. Con la pregunta que se incluyó, la pobreza cae de 15,1% a 14,4%, lo que no es estadísticamente significativo y sin esa pregunta cae de 15,1% a 15,0%, una diferencia casi imperceptible. El gobierno cometió un error al centrar en este tema, el reporte de los resultados y no en la caída de la indigencia (o pobreza extrema) que fue muy importante. Con eso generó una polémica de la que no salió indemne.

-Seguir reduciendo esa desigualdad aún importante en la sociedad, ¿es el principal reto que tiene Chile?

-Uno de los desafíos actuales se observa en el tema de la movilidad. La sociedad chilena es muy móvil, los indicadores dicen eso. De hecho, creo que tengo la ventaja de ser uruguayo y no estar influido por prejuicios respecto de cómo evolucionó la sociedad chilena porque, en buena parte, esa es la sociedad del ayer y los indicadores hablan del futuro. En eso, en el futuro, el tema de la movilidad social nos presenta una cantidad de problemas completamente nuevos (y diferentes a los que se piensa cuando se realiza el diagnóstico equivocado). No estamos preparados para ellos.

Entre los problemas a los que estamos enfrentados hoy y a los que vamos a seguir enfrentados, está la posibilidad de que la educación terciaria sea un mal negocio. Me preocupa sobremanera que lleguemos a conclusiones del tipo que la educación superior es una gran estafa. Puede ser que haya algo de eso, en algunas instituciones de baja calidad pero vamos a tener que acostumbrarnos, porque eso forma parte de la madurez del mercado de los profesionales. Hasta hace poco recibir educación terciaria era "grito y plata", pero con el gran aumento de oferta de profesionales el mercado ha madurado y ahora no es así. Para algunos el título será un mal negocio, ya que invirtieron más de lo que luego ganaron en mejoras salariales. Lo importante es que en muchos casos ello es imposible de preverlo antes de que estudien, como pasa en las decisiones riesgosas en general. Creemos en la responsabilidad individual, cada persona tiene derecho a decidir si va a educarse o no, y después tiene que correr con los riesgos. Recibir educación terciaria, es la primera decisión riesgosa que uno hace en el terreno educativo y tenemos que ser consecuentes, aceptar las consecuencias de una decisión riesgosa: no todos ganan. Pero para que este diagnóstico sea correcto los que pierden tienen que ser los menos.

-¿Cuál es el problema en el terreno educativo?

-Creo que la crisis educacional que enfrentamos es muy compleja y la simplificamos demasiado considerando que es solo un tema de la calidad de la educación (aunque ese tema es muy importante). La crisis tiene que ver con el mayor empoderamiento de la clase media, con la madurez del mercado de profesionales, en que alguna gente que invierte en educación no gana mucho más con ello y por lo tanto no puede pagar el crédito que tomó (y que además en su versión anterior era muy oneroso).

Coincidencias políticas

-En el plano fiscal, hay muy pocas diferencias…

-Precisamente, una cosa que destaca en Chile es el lugar que ocupa entre las coincidencias el tratamiento del frente fiscal. El manejo macroeconómico, tanto de la política fiscal como de la política monetaria ha sido muy bueno y en ello ha habido continuidad. En esta área hay bastante consenso entre partidos y, en particular, entre los técnicos de los partidos. Eso da bastante previsibilidad a las políticas locales.

Chile es 1° y Uruguay el 9° en menor desigualdad en la educación

-¿Qué está pasando en torno a la educación? ¿Dónde está el problema, en primaria, secundaria, universidad?

-El problema de primer orden es desarrollar una educación preescolar de calidad y, apoyada en ella, ir mejorando cada una de las etapas. Por otra parte, se critica mucho a la educación pero no se reconocen los progresos, que han sido importantes.

-A pesar de los cuestionamientos sobre las condiciones por las que atraviesa la educación en Chile, ¿se mantiene a la cabeza en Latinoamérica?

-Permítame comentar un artículo reciente que estudia los niveles de logro en términos de años de educación y el nivel de desigualdad de la educación en América Latina ("Inequality in Education: Evidence for Latin America", de Guillermo Cruces, Carolina García Domench y Leonardo Gasparini). Se centra en niveles de medias y desigualdad educativa en el presente y en la evolución de los últimos veinte años.

Según este trabajo, Argentina, Chile y Uruguay tienen la mayor media de años de educación y la menor desigualdad. Pero, ¿en qué orden? En ambas características, la clasificación es clara: Chile primero, después viene Argentina, bastante cerca y luego, más lejos, está Uruguay.

Para este estudio se utilizó una medida interesante de la desigualdad que es el gap de educación entre el quintil 5 (más rico) y el 1 (más pobre). De acuerdo con ello, se pueden observar los niveles de educación de cada quintil en los tres países para luego ver su diferencia como medida de desigualdad.

La educación del quintil 1 (el más pobre) es la más alta en Chile, de 8,9 años, luego Argentina con 8,4 años y lejos Uruguay con 6,7 años (que igualmente es el tercero en América Latina). En el quintil 5 la educación es más alta en Chile, con 13,7 años, luego Argentina muy cerca con 13,6 y después Uruguay con 13 años.

La diferencia se utiliza como medida de desigualdad, en que Chile tiene el menor gap, después Argentina, pero Uruguay ya no es tercero, sino noveno en América Latina.

En términos del cambio de este gap en los últimos veinte años, Chile, Perú, México y Venezuela son los únicos países que lo disminuyen, mientras Uruguay es el país que más lo aumenta.

Mal diseño en programas sociales genera baja participación laboral

-El empleo está aumentando en Chile, ¿esa es la mejor vía para mejorar las condiciones sociales?

-El aumento del empleo es la mejor política social. Dos comentarios respecto de este tema. El primero es que sí, que estamos en pleno empleo en el sentido de que hay muchas empresas que están empezando a encontrar dificultades para conseguir gente, pero tenemos una tasa de participación laboral muy baja. Entonces, ¿cómo es que estamos en pleno empleo con una tasa de participación laboral tan baja? Ahí tenemos un problema. El segundo punto respecto a la situación actual del mercado laboral tiene que ver con el cambio de metodología en las encuestas. Es necesario un buen diagnóstico para tener una buena política. Ahora hay un mejor indicador de empleo y por lo tanto, presenta dificultades para compararlo con lo anterior.

El aumento del empleo es real, pero también el pleno empleo coexistiendo con bajas tasas de participación laboral es desconcertante. Me parece que si nos basamos en la euforia de la creación de empleo, no nos vamos a dar cuenta que desde el punto de vista de política pública, hay temas que nos debieran preocupar. Un problema potencial que es nuevo, es que el empleo parece ser más pro cíclico que antes y, enfrentados a la posibilidad de una recesión en el futuro, es un tema que nos debiera llevar a reflexionar.

-¿A qué se debe la baja participación en el mercado laboral?

-Entiendo que tenemos un problema en el diseño de los programas sociales porque dan lugar a lo que, para algunas personas, son altos ingresos no salariales y eso puede generar incentivos para que la gente tienda a no participar en el mercado laboral. También puede ser la falta de flexibilidad, o la dificultad para tener jornadas parciales, por el alto costo que significa, porque hay que dar los mismos beneficios que a la jornada completa o la muy fuerte regulación que hay para determinar propuestas innovadoras, en términos de jornada.

El 68% de tasa de participación laboral para los hombres y el 44% para las mujeres es muy bajo comparado, en algunos casos, con países de América Latina y, en otros, con países de la OCDE.

Ficha técnica

Claudio Sapelli, 56 años, es economista egresado de la Universidad de la República, Ph.D y M.A. en Economía en la Universidad de Chicago. Desde hace casi dos décadas está radicado en Chile, donde es Director Docente del Instituto de Economía de la Pontificia Universidad Católica de Santiago. Docente e investigador en áreas como organización industrial, economía laboral, de educación y de salud. Fue economista Senior del Banco Mundial (1990-1995).

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