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El infeliz desenlace del modelo K

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JORGE CAUMONT

Tras un modesto crecimiento en 2009, la economía argentina se expandió 9,2% en 2010, 5,2% en 2011 y el estimador oficial del comportamiento de la producción mostró un aumento de tan solo 0,6% en abril, luego de una expansión de 5,2% en el primer trimestre. La economía agudiza su enlentecimiento, el consumo y la inversión se deprimen como lo refleja la declinante respuesta del agro, de la industria, de la construcción y del comercio, y las exportaciones caen al igual que las importaciones. Tan solo el gasto público sigue en peligrosísima expansión con un déficit fiscal que crece y que se financia con emisión de moneda por el Banco Central. La recesión prácticamente se instala en el escenario económico de los argentinos. A ese ya decepcionante comportamiento productivo se suma una inflación creciente. Según el indicador oficial, el alza del nivel general de precios ha llegado a 9,9% en los doce meses hasta mayo mientras que las estadísticas provinciales y las de los analistas marcan una inflación de 23,9%, lo que deja una diferencia que en más o en menos, se viene arrastrando desde hace ya más de cinco años. Los salarios siguen a la inflación no oficial y trepan aún por encima de ella, por lo que ya en el primer trimestre el desempleo ha comenzado a subir. Y por si fuera poco, la balanza de pagos registra un déficit en el comercio de bienes y de servicios y, además, fuga de capitales que se intenta frenar por la imposición desde octubre del año pasado, de un "cepo" cambiario que restringe significativamente ya y cada vez más, la compra de moneda extranjera al tipo de cambio oficial. Acceder a la adquisición de dólares depende de la voluntad de las autoridades y se limita a autorizaciones para compras externas, por lo que se han creado varios mercados paralelos, en algunos de los cuales el valor del dólar supera en más de 30% al valor del oficial. El ritmo devaluatorio del gobierno, aunque ha subido en los últimos meses, se desplaza bien por debajo de la inflación y de los aumentos salariales, lo que hace del dólar la "mercancía" más barata o, dicho de otro modo, consolida un atraso cambiario que se torna insoportable para los exportadores y para los productores que sustituyen importaciones.

DESEQUILIBRIOS. Argentina vive hoy los tres desequilibrios macroeconómicos fundamentales para los economistas: enfila a la recesión, tiene inflación alta y creciente y su sector externo sufre problemas que, por el momento, se contienen autoritariamente pero que seguirán agravándose día a día. El desenlace de una situación de este tipo, que obviamente viene cambiando los efectos que derramaba hasta hace unos meses sobre la economía uruguaya, no puede sorprender a nadie. Sobre todo si no hay un vuelco fundamental en la forma cómo lidiar con esos desequilibrios. Hoy el gasto público y el cierre de importaciones de productos terminados y de numerosos insumos apuntan a mejorar la actividad productiva interna de acuerdo con el modelo que se maneja desde Olivos, pero no lo logra ni lo logrará. Hoy también, cambiando componentes del índice de precios al consumo o simplemente desconociendo sus aumentos, no se va a poder frenar y calmar una inflación que trepa para los consumidores y las empresas y que si bien puede no estar aún restando poder de compra a muchos asalariados que logran aumentos superiores a la inflación no oficial, de todos modos les abre un paréntesis en sus decisiones de consumo porque el futuro laboral no les resulta despejado. Hoy, y por si fuera poco, impidiendo la compra de dólares para atesorar, para importar, para viajar o simplemente para hacer lo que las personas y las empresas quieran aumentando su posición en la moneda norteamericana, no se va a frenar ese deseo que día a día toma más cuerpo entre la población. Por el contrario, se va a exacerbar y por ello es que los mercados paralelos cotizan al dólar bien por encima del valor que mueve la conducción oficial. De mantenerse el rumbo actual y de continuar los responsables de la economía insistiendo con el denominado "Modelo K", caracterizado por las acciones antes señaladas, más tarde o más temprano habrá un colapso económico con derivaciones sociales difíciles de prever. Más aún cuando la confianza en la gestión del gobierno se desploma y cuando el ala sindical quita su apoyo.

DESENLACES. De continuar, las respuestas actuales a los desequilibrios que vive Argentina llevarán a una fuerte recesión y a un mayor déficit fiscal que cada vez demandará más emisión del Banco Central para su financiamiento y, en consecuencia, con la expansión monetaria, a una mayor inflación que por querer controlarse sin aumentar el ritmo devaluatorio, desembocará en un insoportable atraso cambiario. Será entonces el momento de una fuerte devaluación, necesaria para devolver competitividad a los sectores productivos de exportación y sustitutivos de importaciones, que frene el crecimiento del desempleo licuando los salarios. Si junto con ese desenlace cambiario se persiste en la expansión fiscal con la consecuente necesidad de financiamiento inflacionario, se deberá seguir devaluando y la situación empeorará llegándose incluso a tener recesión con hiperinflación. Parecería que la forma de evitar la continuidad de estos problemas, lo que no significa que se logre de inmediato solucionar la situación de los trabajadores en materia salarial pero tal vez sí la pérdida de muchos puestos, es acompañar a la devaluación con una política monetaria contractiva para lo que es condición necesaria lograr un déficit fiscal sensiblemente más pequeño que el actual.

La respuesta devaluación-política monetaria contractiva-política fiscal contractiva, de ser creíble, puede generar una rápida respuesta favorable de la población. En pocos meses, la ruta de un crecimiento moderado se retomaría en forma paulatina. Si así no aconteciera, el desenlace puede ser similar al que previamente indicara.

EFECTOS. Cualquiera sea el desenlace, los efectos que tendrá sobre nuestro país son del tipo de los actuales, al menos por este año. Las compras de bienes uruguayos por argentinos seguirán en descenso, como también las de servicios de turismo y la inversión argentina en la construcción, en el agro y en turismo, tendrán un reflejo bajista importante sobre nuestro nivel de actividad y presiones alcistas sobre el tipo de cambio. Estas consecuencias, sumadas a las que provengan de la situación mundial y sobre todo de la también enlentecida y proteccionista situación brasileña, son preocupantes para nuestro país. Es inevitable implementar medidas como respuesta contracíclica a las presiones recesivas que ya estamos importando. La política fiscal de los últimos años obligará, lamentablemente, a que esas medidas se basen en un mayor endeudamiento público lo que agregará peso a la carga que ya tienen quienes deberán pagarlo en el futuro.

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