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Características del modelo chino

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China es la segunda economía del mundo y uno de los principales socios comerciales de América Latina. En los últimos diez años, estas dos áreas económicas, que tenían un contacto muy reducido, multiplicaron de manera espectacular sus lazos comerciales. Según la CEPAL, de mantenerse las actuales tendencias, China se convertirá en los próximos cinco años en el segundo socio comercial de América Latina solo después de Estados Unidos y por delante de la Unión Europea. Ya es el primer socio comercial de algunos países de la región como es el caso de Brasil.

Como señala Osvaldo Rosales, jerarca de la CEPAL, se trata de una modificación estructural relevante en la matriz del comercio exterior regional, siendo la buena noticia que nos estamos conectando de manera cada vez más intensa con el motor de la economía mundial del siglo XXI, y la mala noticia, que lo estamos haciendo con un modelo exportador similar al del siglo XIX. En efecto, las exportaciones chinas consisten principalmente en bienes manufacturados, en tanto las de América Latina y el Caribe son sobre todo de materias primas. Pero además, las manufacturas chinas compiten con las producidas en los países latinoamericanos tanto en sus mercados internos como en los de terceros países.

China no se ha limitado a reforzar sus lazos económicos con los países de la región sino que ha desarrollado además una inteligente diplomacia, profundizando los vínculos bilaterales y también marcando presencia como observador en los organismos multilaterales americanos.

El problema es que, como bien se ha señalado, China posee una estrategia para nuestra región, mientras esta, al encontrarse dispersa políticamente, no ha elaborado ni aplica por tanto estrategias comunes para relacionarse con China.

Lo anterior demuestra la importancia de que los países latinoamericanos profundicen sus conocimientos acerca no solo de la economía china sino también de su cultura y de su régimen político, con una visión actual pero también prospectiva.

LA ECONOMÍA. A partir del triunfo de la revolución en 1949, China conformó un sistema político similar al de la URSS y adoptó, como ella, una economía centralmente planificada, con la producción a cargo de las empresas estatales.

En 1978 se inició un profundo cambio de ese modelo económico que generó un crecimiento espectacular, sin antecedentes en la historia.

Hoy China tiene una economía de mercado, regido por reglas de juego que no se diferencian sustancialmente de las vigentes en los restantes países capitalistas.

Sin embargo, el modelo político se mantuvo, en lo esencial, intocado. En efecto, el cambio en las relaciones de producción y en la estructura social no fue acompañado por la modificación de la "superestructura" política, como sucedió en cambio en la URSS y en los países comunistas del este europeo.

Se trata de un caso excepcional (seguido por el de Vietnam) en el cual un país comunista transformó su sistema económico estatista y centralizado en un régimen capitalista, pero manteniendo su conformación política anterior, sustentada oficialmente en la doctrina marxista y en la organización política y gubernativa preexistente.

La economía china presenta algunas particularidades, derivadas de su historia reciente, como la importante participación en el producto de las empresas públicas (asociadas muchas veces al capital extranjero). La propiedad de la tierra sigue siendo del Estado o de las colectividades públicas locales, pero el uso y gestión privadas de las parcelas adjudicadas a los campesinos, por períodos renovables de hasta 70 años, y el derecho que los mismos tienen desde el año 2008 de transferir a terceros libremente sus derechos o usarlos como garantía para obtener préstamos, hacen que la situación sea vista hoy como una privatización virtual por equivaler, desde la perspectiva de la vida de un hombre, al reconocimiento de la propiedad de ese recurso. La tendencia permite anticipar que el próximo paso puede ser muy bien el de admitir la plena propiedad privada de la tierra.

ESTRUCTURA SOCIAL La nueva política económica aplicada por China permitió que en pocas décadas, millones de personas salieran de la pobreza. Pero ese país, que era uno de los más igualitarios del mundo, experimentó lo que se ha calificado como una "explosión de desigualdad" que la colocó en ese aspecto por debajo de casi todos los países desarrollados e incluso de algunos de América Latina, como Uruguay.

China es considerada hoy, después de los Estados Unidos, el país en el cual hay más multimillonarios. Éstos realizan todo tipo de gastos suntuarios sin disimulo alguno: automóviles de alta gama, joyas, prendas de vestir de marcas exclusivas y viviendas de lujo, cuyas ventas aumentan todos los años. Ello revela la existencia de una aceptación cultural de la riqueza. Los precios de la vivienda están cada vez más fuera del alcance de los trabajadores y de los sectores medios. El rápido enriquecimiento de algunos es visto oficialmente como deseable. Es más, hace ya años se admitió formalmente la incorporación de los empresarios al partido comunista.

Las condiciones de trabajo en China se han relacionado con la necesidad estratégica de asegurar la competitividad de las exportaciones y de captar nuevas inversiones extranjeras. Los salarios, si bien han crecido en términos absolutos, representan una participación en el PIB muy inferior a la existente hace algunos años. El consumo privado como porcentaje del PIB también se ha reducido, quedando por debajo del que se registra en los Estados Unidos, en los países de Europa Occidental, en Japón y en Corea del Sur.

La situación laboral en muchas empresas es todavía bastante precaria. Las jornadas de trabajo pueden llegar a ser extensas, sobre todo por los abusos en lo relativo a las horas extras. Los salarios son muy bajos.

Cabe señalar que en 2008 entraron en vigencia nuevas normas relativas al contrato de trabajo que incorporan diversas mejoras y garantías en beneficio de los trabajadores.

China es hoy claramente una sociedad de clases, siendo además la movilidad social muy limitada. Sin embargo, según el informe económico sobre China de la OCDE de febrero de 2010, el aumento de la desigualdad parece estarse atenuando. Los sistemas de protección social de la etapa anterior sufrieron fuertemente el impacto de las reformas pero ahora se ha comenzado a poner el foco sobre la necesidad de perfeccionarlos y adaptarlos a las nuevas circunstancias.

Las políticas educativas chinas tienen también un sesgo capitalista. En las universidades públicas, además de exigirse superar un examen de ingreso estricto, se cobra matrícula, aunque compensada con un sistema de becas. Existe además una gran cantidad de universidades de gestión privada.

¿DÓNDE UBICARLO? Los fenómenos colectivos poseen una complejidad tal que lleva a quienes desean analizarlos a incurrir en simplificaciones, casi todas las cuales constituyen un reflejo inexacto de la realidad, de forma que muchas veces, más que contribuir a su comprensión, la dificultan. Los modelos políticos, económicos y sociales son construcciones intelectuales de por sí imperfectas. Pero además, se les atribuyen denominaciones que son utilizadas con resultados en general decepcionantes. En efecto, no es fácil determinar respecto de muchos regímenes, más allá de lo que interesadamente proclaman quienes los defienden o combaten, si son de derecha, centro o izquierda, o si tienen elementos del socialismo, del comunismo, de la social democracia, del liberalismo, del fascismo, del cesarismo, del bonapartismo, etc. En el marco de esa vasta gama de calificaciones, ¿Dónde ubicar al modelo chino? A ese tema nos referiremos en una próxima nota.

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