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Algo más sobre el déficit fiscal

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JAVIER DE HAEDO

En mi columna de hace dos lunes ("Déficit ajustado, en 3% del PIB") hice una estimación del déficit fiscal actual, más allá del resultado observado, pero a partir de éste e introduciendo algunos ajustes. Recibí numerosos comentarios de destacados colegas tanto de manera personal o por medio de twitter que compartían la lógica del análisis, cuyo elemento central implicaba tomar en cuenta el ciclo económico y el momento de él en que nos encontramos.

También fue plena la coincidencia de mis colegas en cuanto a que ese ajuste eleva la magnitud del déficit debido a que todos compartimos que estamos en la fase alta del ciclo. La divergencia de algunos colegas con mi columna fue de magnitud, dado que algunos de ellos estiman que el déficit fiscal, una vez ajustado, resulta aún mayor al 3% del producto.

Casi al mismo tiempo, el domingo 12, fue publicada en este diario una nota, oportuna e interesante, de Fabián Tiscornia ("Parecido al `98 pero con base diferente") en la cual se presentó un relevamiento entre economistas acerca de similitudes y diferencias entre las situaciones económico-financieras actual y de 1998. Claramente hoy, como entonces, nos ubicamos en sendas crestas de olas y hay similitudes que saltan a la vista: muy alto consumo, bajo desempleo, investment grade, entre otros. La referida red social fue nuevamente un ámbito para consideraciones posteriores entre los colegas cuya opinión fue relevada y por otros.

Vuelvo hoy al tema fiscal, entonces, primero para recordar qué ajustes hice al resultado fiscal para llegar al 3% "ajustado" que algunos amigos consideran demasiado bajo. Y, segundo, para recordar los números fiscales del año `98 y echar un poco más de luz sobre la comparación con la situación presente.

¿POR QUÉ "SOLO" 3%? Partiendo del resultado fiscal observado en los 12 meses a junio (1,9% del PIB) sumé el uso del Fondo de Estabilización Energética por 0,3% del PIB que constituye un financiamiento y no una fuente corriente de recursos. Sumé también los ingresos extraordinarios que se derivan de estar en un nivel de actividad que estimo 5% superior al "normal" y que calculé en 1,5% del PIB. Hasta ahí llegamos a un déficit ajustado de 3,7% del producto.

De esa cifra al 3% final llego tras considerar los mayores egresos derivados del mayor costo de producción de energía, que asumo en 0,7% del PIB, que es el desvío en el resultado financiero de UTE con respecto a un período base de normalidad en la generación de electricidad.

Es también importante indicar aquí los ajustes que no hice y que es posible que otros economistas consideren pertinente hacer, ambos referidos a la cuenta de pagos de intereses de la deuda pública. Primero, por el hecho indudable de existir hoy un precio del dólar muy inferior al de equilibrio si se consideran los fundamentos de largo plazo. Segundo, por el hecho igualmente claro de que las tasas de interés están muy por debajo de lo normal. Yo desestimo ambos efectos porque, por un lado, la deuda pública se ha pesificado en más de 50% si se la considera en términos brutos y más del 80% si se deducen los activos externos del sector público excluidos los encajes y, por otro lado, porque la deuda pública está emitida a tasa fija y con un calendario de vencimientos muy extendido.

1998 Y HOY. En el Cuadro Nº 1 se presentan los números fiscales de 1998 y de los últimos 12 meses a junio ("Hoy"). Las cifras están presentadas como porcentajes del PIB. Excluyo de los números actuales los correspondientes al BSE, que no están disponibles para 1998, lo que afectaría la comparación. Se observan unas cuantas cosas interesantes.

Uno, tanto los ingresos del Gobierno Central (GC) más el BPS como sus egresos primarios y corrientes (PC) suben considerablemente entre aquél auge y el actual: 5,1 puntos los ingresos y 4,2 puntos los egresos. ¿Han mejorado tanto la cantidad y la calidad de la provisión de los servicios públicos como para justificar que estemos pagando tantos más impuestos para financiar un presupuesto tanto mayor?

Dos, entre los egresos (ver Cuadro Nº 2), las remuneraciones suben 0,8 puntos porcentuales del PIB, los suministros suben 1,1 puntos y las transferencias suben 3,2 puntos. Bajan solo las pasividades, 0,9 puntos, gracias a la reforma del año 1996. Como se puede ver, el gasto no solo es hoy más alto sino también más rígido de lo que lo era en 1998. La rigidez del gasto es un problema ante una eventual crisis, porque acota las posibilidades de ajustarlo si es necesario, creciendo las chances de que la inflación resulte el instrumento más probable de ser utilizado llegado el momento.

Tres, el resultado primario y corriente (RPC) de las Empresas Públicas (EEPP), cae de 2,4 a solo 0,7 por ciento del producto. Sería de 0,4% si no fuera por el uso de los recursos del Fondo de Estabilización Energética. El valor promedio de este resultado entre 1994 y 2011 fue de 2,1% del PIB. Además de lo ya referido a UTE como extraordinario, tanto Antel como Ancap tienen hoy peores resultados que en 1998 que exceden lo coyuntural. En condiciones climáticas normales y con tarifas algo más ajustadas, este resultado debería mejorar. De hecho, en las proyecciones incluidas en la Rendición de Cuentas se lo estima en 1,8% del PIB en un escenario de normalidad.

Cuatro, los pagos de intereses son hoy aproximadamente el doble que entonces, por lo que de resultados primarios parecidos, se llega a déficits diferentes: 0,8% en 1998 y 2,1% hoy día.

Ahora viene al caso proceder al ajuste de ambas cifras. Ya me referí en mi columna anterior y reiteré en ésta, mi estimación del actual déficit ajustado en el orden de 3% del producto.

¿Y en el caso de 1998, qué ajustes habría que hacer? En ese momento se estaba en el auge del ciclo económico. Estimo en casi 1% del PIB los mayores ingresos que entonces hubo debido a esa situación. Pero también había otro ajuste a realizar, en los pagos de intereses. El dólar, asimismo, estaba por debajo de lo normal y la deuda solo estaba pesificada en un 10%. Una "normalización" del tipo de cambio real generaba entonces un aumento de otro punto del PIB en la cuenta de intereses.

Por lo tanto, con los debidos ajustes, estamos hoy con un déficit fiscal muy parecido al de 1998, algo mejor o algo peor, no resulta significativa la diferencia.

Pero más allá de estar algo mejor o algo peor que entonces, lo importante es comprobar que no estábamos bien entonces ni lo estamos hoy y que tampoco lo volveremos a estar en el futuro si no aprendemos, de una buena vez, que en cada cresta de la ola hay que tener superávit en las cuentas públicas.

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