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Dos joyas en forma de zoo al centro del país

| Animales bien cuidados y con un mayor contacto con el público caracterizan los parques de Durazno y Trinidad, en predios amplios y confortables. En ambos, por ahora, la entrada es gratis.

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LEONEL GARCÍA

Hay cosas que se notan enseguida en la Reserva de Flora y Fauna Dr. Rodolfo Tálice, en Flores, y en el Zoológico Municipal de Durazno Washington Rodríguez Piquinela. Entre ellas está la abundancia de verde, la limpieza, las instalaciones de madera, los árboles y, sobre todo, animales con aspecto de estar bien; esto es, al mismo tiempo, con más espacios y más contacto con los visitantes. Más aún: el público acostumbrado a los barrotes y jaulas minúsculas de algún zoo de estilo victoriano, caso Villa Dolores, perfectamente podría pensar que sólo podrían estar mejor en la selva.

En un inexistente ranking de zoos de Uruguay, tanto la Tálice -tres kilómetros al oeste de Trinidad por Ruta 3- como el Rodríguez Piquinela -dos kilómetros al sur de Durazno (capital) por Ruta 5-, separados por sólo 45 kilómetros en la zona central del país, estarían al tope. Abiertos todo el año, en estos días inician su "zafra" de escolares y excursiones de todo el país, visitantes de un día y viajeros de paso (muchos de ellos extranjeros). En ambos, el veredicto del público es muy positivo; y en ambos, la entrada es gratis.

"Soy fanático de los zoológicos, los parques. Cada vez que viajo visito uno. Y de lo que ves, tratás de copiar lo mejor". El veterinario Hugo Rusiñol es director y, también, el diseñador de la reserva Tálice. A él se deben los puentes y miradores, espacios amplios para los animales y caminos internos en las pajareras, las construcciones de madera rústica, las islas y lagos artificiales, y el contacto más directo posible entre la fauna que disfrutan los visitantes. Y entre sus fuentes de inspiración nombra al Parque de las Aves, en las Cataratas del Iguazú, o al Jardín Japonés de Buenos Aires.

Él también fue el responsable de la renovación iniciada en 2007 del zoo duraznense. Inaugurado en 1957 como un zoo victoriano, para entonces estaba en franca decadencia. Una inversión de casi 200 mil dólares permitió -entre otras mejoras- la construcción de dos grandes recintos de unos 4.000 metros cuadrados para leones y tigres, a cielo abierto y con un tejido perimetral de cinco metros de altura más tres hileras de alambrado eléctrico como medidas de seguridad. Y cualquier visitante que los vea nota que son las fieras más cómodas de todas las que viven en Uruguay.

FLORES. En la entrada de la reserva Tálice hay feria de artesanías, cafetería, sala de audiovisuales, y un centenar de pavos reales sueltos que dan la bienvenida al visitante. Más adentro, hay coatíes también correteando libres. Detrás de esa recepción, hay 60 hectáreas de parque y unos 1.200 animales de 110 especies.

Hay predominio de fauna autóctona, incluyendo pumas y jaguares (en jaulas amplias, pero electrificadas), extintos en el país. Hay un enorme recinto de 35 hectáreas con unos 240 ciervos y 80 carpinchos correteando en semilibertad o con sus crías. Hay un muy atractivo reptilario -en cuya construcción colaboró la embajada británica- que incluye una pitón tigrina albina de casi cuatro metros de largo, entre unos 60 ejemplares. Hay cachorros de puma y dromedario recién nacidos. Hay unos monos caí que cuentan con un islote de importante tamaño solo para vivir (y al que el público solo puede ver a través de un mirador) y otro solo para reproducción. Hay pajareras y jaulas de monos de malla hidrosoldada y cuatro metros de altura, con pasajes de madera internos para permitir el contacto directo con la gente. Hay mucho para ver.

"Hay que sacar esa imagen espantosa de animales encerrados bajo jaulas. Lo interesante es el contacto directo de las personas con los animales, sin molestarlos. Acá se ven animales felices que se reproducen de manera continua, lo que es el principal indicador de que están en buenas condiciones", enfatiza Rusiñol.

DURAZNO. También muy agradable a la vista, el de Durazno muestra hoy una mezcla de viejos y nuevos tiempos. De los 500 ejemplares de las 80 especies que ahí viven, los diez leones y los ocho tigres fueron los favorecidos de la gran reforma.

Lo mismo puede decirse de los ciervos, carpinchos, llamas, muflones y la ya histórica Pancha, un hipopótamo hembra que es para este zoo lo que fue Yothy para Villa Dolores, que comparten pacíficamente un predio de 20 hectáreas (cuando todo el lugar tiene 35), con dos islotes y dos lagos artificiales, que el público puede apreciar a través de un puente de madera de 120 metros de largo que culmina en un mirador ubicado a tres metros de altura. Una pajarera con un camino interno de 400 metros cuadrados, como las existentes en Flores, es otro de los grandes atractivos.

Los restos del viejo zoológico se mantienen en las oseras (una pequeña pileta, un dormitorio y un quincho son las únicas comodidades de una pareja de osos pardos) y las pequeñas jaulas de los jaguares. La directora, Mariela Maciel, asegura que hay proyectados nuevos recintos para estos ejemplares. "Está pensado en el nuevo presupuesto quinquenal, pero la obra está parada. Esperamos que en el año próximo se concrete". Si se lo compara con el zoo vecino tiene mucha menos infraestructura; en contrapartida, tiene en los grandes felinos animales más "marketineros".

COSTOS. Ambos zoológicos dependen de las intendencias. El de Flores, según Rusiñol, tiene un presupuesto mensual de entre 20 y 25 mil dólares; el de Durazno, dice Maciel, sólo en comida gasta más de 15 mil dólares al mes. Atraen un número similar de visitantes: el primero 15.000 al mes; el segundo, 4.000 por fin de semana.

Ubicados en departamentos que no tienen los atractivos turísticos de otros como Maldonado, Salto o Colonia, ambos son un imán todo el año. El dilema sobre si cobrar o no entrada está siempre presente. En Durazno se ha planteado, según Maciel, "porque resulta difícil el mantenimiento". La Intendencia, agrega, les ha pedido bajar el presupuesto. Por eso, este zoo está realizando con sus pares intercambios de fieras (que comen unos 3.200 kilos de carne equina al mes) por animales más "económicos". Es que en este lugar la reproducción de los grandes felinos funciona a toda máquina; de hecho, las tigresas están preñadas. "A Salto enviamos cachorros de tigre y ellos nos mandaron agutíes, yacarés y pavas de monte", dice. Con la reserva del Pan de Azúcar trocaron un puma por una pareja de venados de campo.

"Lamentablemente, hay de todo", responde Rusiñol cuando se le pregunta por el comportamiento del público en la Tálice. Hay gente que cuida y disfruta, pero también hay quienes han robado monos titíes, correteado ciervos o apedreado animales (por no contar la baja de 80 carpinchos el año pasado por la caza furtiva). "Eso se evitaría con una entrada", dice. "Pero de repente le sacás la chance del paseo del fin de semana a las familias más humildes... a veces es difícil hallar el camino del medio, pero va a llegar un momento en que habrá que cobrar entrada. Eso nos lo recalcan todos los visitantes extranjeros: esto no puede ser gratis".

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