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Una joya en Montevideo

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Lucía Chilibroste

LA BAYADERA, el ballet estrenado en Montevideo por el Ballet Nacional del SODRE, bajo la dirección de Julio Bocca, tiene una historia curiosa, con un papel incluso en la geopolítica de la Guerra Fría. Está inspirado en las bailarinas sagradas de la India. Místicas y hermosas, estas danzarinas de los templos generaron un sinfin de historias, y atrajeron la atención de los comerciantes portugueses del siglo XVI. Las llamaron así como una deformación del término "bailaderas".

Estrenado por el Ballet Imperial en San Petersburgo en 1877, esta obra de Marius Petipa, uno de los padres del ballet clásico, tuvo música del vienés León Minkus y libreto de Sergei Khudeko. Esta primera versión tenía cuatro actos y más de cien personajes en escena. En sus principales roles estaban algunos de los bailarines preferidos del coreógrafo, como Ekaterina Vazem y Lev Ivanov. Fue una obra que fascinó al ambiente de la época por su exótica sensualidad y su descontextualizado orientalismo.

UNA HISTORIA DE AMOR. La inspiración para La Bayadera puede estar en la ópera-ballet El Dios y la Bayadera de Aubert (1830) bailada por la mítica Marie Taglioni. La relación más directa, sin embargo, se encuentra en el texto del siglo IV Sakuntala, del poeta Kalidasa, y en el ballet pantomima de este mismo nombre de 1858, escrito por Théophile Gautier y coreografiado por el hermano de Marius Petipa, Lucien, para la Ópera de París.

La Bayadera traslada al espectador a una India sin tiempo. Narra la historia de amor entre la bayadera Nikiya y el guerrero Solor, quienes terminan su romance cuando el Rajah tienta y presiona a Solor para que se case con su hermosa y rica hija Gamzatti, una mujer dominante y poderosa, que intentará persuadir a su contrincante femenina para que abandone a su prometido. Al no tener éxito, conspirará junto a su padre para eliminarla en la fiesta de compromiso.

Al llegar Nikiya a la ceremonia, tras una desgarradora danza, le entregarán como regalo de Solor una canasta con flores con una serpiente venenosa. Atacada por la víbora y agonizante, el Gran Brahamán, también enamorado de la bayadera y abatido porque su amor se muere, le ofrece un antídoto. Sin embargo ella, al ver que Solor se va con Gamzatti, lo rechaza prefiriendo morir a vivir sin su amor.

Solor, arrepentido, fumando opio entra en un sueño en el que aparecen las sombras (o espíritus) de las bayaderas muertas por desamor. Por una rampa que simula el Himalaya, una a una comienzan a descender en una serpenteante procesión, creando una poética imagen fantasmagórica y etérea de la eternidad. Este acto, llamado el "Reino de las sombras" (el cual según las memorias de Petipa fue inspirado por uno de los grabados de la sección del Paraíso de Dante de Gustave Doré), es considerado por muchos la máxima obra del coreógrafo y el origen del ballet sinfónico.

En el último acto se desarrolla la boda, con un Solor confundido, que ve el espectro de su amada. Pero los dioses enfurecidos por faltar al juramento de amor entre Nikiya y el guerrero, se rebelan derrumbando el templo y dejando todo en ruinas.

LA GUERRA FRÍA. La obra original de Petipa se perdió. Al siglo XX sólo llegaron versiones de posteriores coreógrafos que variaron la coreografía, música, algunos personajes o el énfasis de la historia. A ello se sumó la geopolítica de pos guerra: gran parte del repertorio clásico era guardado afanosamente por la Unión Soviética, evitando su difusión en Occidente.

Sin embargo, en los años 60 el acto del "Reino de las sombras" se vio en el Teatro Municipal de Río de Janeiro (abril de 1961, montado por Eugenia Feodorova). Esta escena se haría mundialmente conocida un mes después de la mano de Rudolf Nureyev con el Kirov en París, gira en la cual el bailarín abandonó la compañía y pidió asilo político en Francia. Luego Nureyev montó este acto para el Royal Ballet en 1963 y Natalia Makarova hizo lo mismo para el American Ballet Theatre (ABT) en 1974. La Bayadera recién se vería en forma completa con la puesta que Makarova hizo para el ABT en 1980.

La llegada de Nureyev a Europa en 1961 y la de Makarova a América en 1970 transformaron el ballet de Occidente. No sólo por lo que aportaron técnica y artísticamente, sino por todo el repertorio que traían consigo. Respecto a La Bayadera, ambos bailarines-coreógrafos no se contentaron con dicho acto y trabajaron para reconstruir la totalidad del ballet.

La versión de Nureyev, estrenada en octubre de 1992, fue un regalo para la Ópera de París (es la única compañía autorizada a interpretarla). Si bien es muy similar a la que se bailaba en la URSS a partir de 1941, puso su sello destacando las grandes variaciones masculinas y ha sido una de las producciones más glamorosas de la casa parisina (con una deslumbrante escenografía y vestuario con originales saris de la India y bordados en oro). Pero esta puesta es también memorable porque Nureyev estaba gravemente enfermo, y todos sabían que sería su último trabajo. Muy débil, al finalizar la función salió a saludar, y París lo ovacionó de pie. Moría tres meses después.

Destacable es también la versión que el ballet Kirov/Mariinsky hizo en el 2002 intentando reponer con exactitud la versión original de Petipa de 1900. Se lo recuerda como un gran trabajo de reconstrucción arqueológico-musical.

MAKAROVA EN MONTEVIDEO. No fue fácil para Natalia Makarova, una de las más grandes bailarinas de su generación, ser la primera en montar La Bayadera fuera de su tierra natal.

Logrando con dificultad conseguir la música de Minkus, trabajó con uno de los mayores orquestadores de ballet, John Lanchbery, sobre todo para recomponer la música del último acto que estaba incompleta. Buscando conocer las intenciones y el contexto en el cual trabajó Petipa, recurrió al archivo del régisseur del Ballet Imperial, Nicholas Sergeyev, que se encuentra en Harvard. A ello se sumaba su experiencia como bailarina del Kirov (cuna de La Bayadera) cimentada en la tradición de Petipa.

En tres actos y tres escenas, rompiendo con la tradición de terminar la obra en el "Reino de las sombras", decidió contar toda la historia. Incluyó la boda y la destrucción del templo, ya que según sus propias palabras "no era lógico un final sin la última escena. Hubo un crimen y debe de ser castigado". A su vez, este cambio significó quitar algunas variaciones como la de Manu o la danza india, para que la obra fuese más corta y, teniendo en cuenta que las compañías actuales no tienen tantos bailarines como antes, redujo el número de sombras de 32 a 24.

Makarova no es una purista. Quita, cambia de lugar y agrega variaciones para que la historia, técnica y artísticamente muy demandante, adquiera sacralidad, dramatismo, profundidad e intensas emociones.

La versión que se ve en Montevideo -la más bailada en el mundo- se lleva a cabo con una producción adquirida del Ballet de Estocolmo. La orquesta está dirigida por el Maestro Martín García. Por primera vez se verá en Uruguay la versión completa de Makarova. La compañía nacional adquiere así una de las grandes joyas del ballet clásico.

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